Donald Judd, el aura de lo que no la tiene

Elvira González expone una selección de sus muebles

Madrid,

Para Donald Judd, el espacio real es más poderoso que las superficies planas y el arte tridimensional puede relacionarse con él por caminos múltiples. Entendiéndolos de forma autónoma respecto a sus esculturas y objetos específicos, llevó a cabo diseños de mobiliario en los que aplicaba el mismo rigor y desarrollaba las mismas investigaciones en cuanto a formas y escalas que en sus proyectos puramente artísticos, de ahí que los resultados, holísticos, elegantes, derivados de su pensamiento personal y racional sobre el espacio, sean en cierta medida semejantes.

Se trata de piezas simples y funcionales que llevó a cabo para responder a una demanda que él consideraba, en las décadas de los setenta y ochenta, no satisfecha: la de muebles de calidad y asequibles que cumplieran con las necesidades utilitarias básicas; no se trata nunca de piezas más o menos ornamentales pese a su simplicidad, sino de mesas, escritorios, sillas o camas, obras pioneras respecto a muchos diseños actuales con los mismos propósitos, porque podían ser transformadas conforme a multitud de combinaciones, atendiendo a las exigencias cambiantes de la vida.

Este rol de Judd como diseñador de muebles es bien conocido, no lo es tanto el exquisito gusto que mantuvo como coleccionista: poseyó diseños de Alvar Aalto, Mies van der Rohe, Gerrit Rietveld, Rudolph Schindler y Gustav Stickley, entre otros autores; piezas icónicas que le ayudarían a establecer su propio canon, consistente este en líneas puras y rígidas, formas cúbicas, una estética claramente industrial (incluso con tornillos a la vista) y ante todo, la citada funcionalidad. Para este creador estadounidense, donde no hay utilidad concreta hay ridiculez, nos refiramos a un mueble o un edificio; pero también dejaba lugar a la paradoja: estas creaciones gustan seguramente más a los ojos y a la mente que al cuerpo, pese a que defendiera sin ambages la idea de que la configuración y escala del arte no pueden transponerse a este campo.

Judd. Dibujos, grabados, muebles. Galería Elvira González
Judd. Dibujos, grabados, muebles. Galería Elvira González
Judd. Dibujos, grabados, muebles. Galería Elvira González
Judd. Dibujos, grabados, muebles. Galería Elvira González
Judd. Dibujos, grabados, muebles. Galería Elvira González
Judd. Dibujos, grabados, muebles. Galería Elvira González

Una selección de esos trabajos (diseñó casi un centenar) nos esperan, hasta finales de enero de 2025, en la que es la sexta individual de Judd en la Galería Elvira González de Madrid. Nos desafían a no adjudicarles etiquetas: su comprensión de formas y materiales, su método de trabajar y también de exponer estas obras no encajan en absoluto con las prácticas del arte en su tiempo -falleció en 1994-, pero tampoco, evidentemente, con los procesos de fabricación y distribución del mobiliario común. Derivados de su interés por la arquitectura y por nuestros modos de habitarla, los empezó a ejecutar en madera de pino que adquiría en carpinterías -el metal tratado con pintura para coches llegaría más tarde-, en principio para uso personal. Al detectar que, como sus esculturas y objetos, podían resultar atractivos para la producción en masa, comenzaría a desarrollarlos a gran escala: en bastantes casos, continúan replicándose en Suiza atendiendo a sus instrucciones y planos: no produjo, justamente, en series cerradas, para acentuar el carácter abierto y democrático de los muebles y la pérdida de su aura como supuesto arte sacralizado.

Las piezas que parecen convivir, en grupos familiares, en esta sala, junto a dibujos y grabados, constituyen, en definitiva, la cristalización del ejercicio de poner el color, la geometría y las líneas sencillas al servicio de la usabilidad, sin tratar de ocultar el origen o las trazas de sus componentes: se hará evidente al espectador que la diferencia entre un asiento y una estantería puede ser la incorporación o eliminación de una balda, y que está bien que así sea.

Su formación parecía lejana a esta senda: licenciado en Filosofía e Historia del Arte por la Universidad de Columbia y alumno de pintura en la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York, Judd inició su andadura en los cuarenta como pintor ligado al expresionismo abstracto y a la pura abstracción. En su casa-estudio del Soho, de cinco plantas, colgarían trabajos de Dan Flavin, Frank Stella y John Chamberlain; nos habla de su examen a los espacios el hecho de que decidiera reformarla varias veces y también su decisión de que sus creaciones se expusieran en la Fundación Chinati que, en 1986, abrió en Marfa (Texas): este emplazamiento le permitió enseñar obras a gran escala (suyas, de amigos y coetáneos) en el desierto y en hangares rehabilitados; la conservación de edificios fue otro de sus intereses espaciales.

Judd. Dibujos, grabados, muebles. Galería Elvira González
Judd. Dibujos, grabados, muebles. Galería Elvira González

 

Judd. Dibujos, grabados, muebles. Galería Elvira González
Judd. Dibujos, grabados, muebles. Galería Elvira González
Donald Judd. Corner Bench 106, 1984
Donald Judd. Corner Bench 106, 1984

 

 

“Judd. Dibujos, grabados, muebles”

GALERÍA ELVIRA GONZÁLEZ

C/ Hermanos Álvarez Quintero, 1

Madrid

Del 29 de noviembre de 2024 al 24 de enero de 2025

 

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