De tí no quedan más que estos fragmentos rotos

La obra de la santanderina Concha García se exhibe estos días en la Galería Siboney y en el Museo Barjola

La Galería Siboney de Santander y el Museo Barjola de Gijón nos presentan, hasta el 15 y hasta el 28 de septiembre respectivamente, la obra de Concha García, artista cántabra comprometida con la renovación del lenguaje escultórico a través del uso de materiales cotidianos y frágiles cuyo significado transforma con el fin de convertirlos, por sí mismos, en objetos artísticos.

Santander y Gijón, 20/08/08

GALERÍA SIBONEY

C/ Castelar, 7
Santander (España)

MUSEO BARJOLA

C/ Trinidad, 17
Gijón (España)

El procedimiento no es nuevo; García toma como referentes a Duchamp y sus ready-made y a Joseph Beuys, Kosuth, Judy Chicago o Louise Bourgeois en la medida en que todos ellos introdujeron en su producción el mobiliario doméstico para servir a sus tesis. Pero en los trabajos de la creadora santanderina la utilización de esos elementos tomados de nuestro mundo cotidiano tiene un nuevo valor: el de la atención a la intimidad, especialmente a la intimidad de la mujer, dada la tradicional asociación del territorio privado con el universo femenino y de la esfera pública con el masculino. Es además, en ese terreno de la privacidad y de lo doméstico, donde el ser humano manifiesta su identidad tal cual, sin corazas, vulnerable. En la muestra que desde el 19 de agosto nos ofrece la Galería Siboney y que lleva por título “De ti no quedan más que estos fragmentos rotos”, Concha García indaga específicamente en la condición mortal del hombre, que paradójicamente condiciona toda nuestra experiencia del vivir. Seres humanos, jarrones y vajillas tenemos en común nuestra fragilidad, de ahí que en esta exposición abunden lámparas, alfombras o cristales rotos, destrozados y luego recompuestos. Por otra parte, en la intervención que García ha llevado a cabo en el Museo Barjola y que tiene por título “Tan cierto como el aire”, se nos propone la posibilidad de establecer un pacto con el diablo para sobrevolar a nuestras propias ataduras, tal como hizo Fausto. La totalidad de la cúpula del edificio (símbolo de la divinidad) se ha cubierto con globos hinchados de gas suspendidos en el aire. Abajo, en la zona de lo terreno, una alambrada de oro nos impide el acceso hacia esa cúpula, simbolizando todo aquello que nos ata y nos impide acceder a lo sagrado.

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Concha García
Alambrada 2, 2007

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