Francisco Calvo Serraller
Quien se haya dado una vuelta artística esencial por París, seguro que le habrá dedicado algunas horas al Petit Palais y habrá apreciado su singular y muy bien nutrida colección, de la que en estos días se puede contemplar una muy interesante selección de sus obras maestras en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Museo de Bellas Artes de Bilbao
Del 28 de junio al 19 de septiembre de 2004
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La colección se inicia en 1870 al principio recogiendo dibujos y bocetos artísticos destinados a convertirse en monumentos públicos, recibiendo con el tiempo, por donación o compra, el resto de las obras, lo que hace que visitar el Petit Palais “in situ” sea una experiencia imprescindible y reconfortante. Las tareas de reforma que lo mantienen cerrado al público han permitido al comisario de la muestra bilbaina, Xavier Bray -hoy conservador en la National Gallery de Londres, y antaño del propio Museo de Bellas Artes de Bilbao-, seleccionar en cantidad y calidad de los fondos del museo, dosificando los grandes nombres con otros hoy menos populares, con lo cual no sólo ha logrado trasladar muy bien el espíritu de la colección, sino que ha hecho accesible al gran público lo que la siempre aleatoria historia del gusto le oculta, váyase a saber porqué.
Hay obras de primerísima calidad de los artistas más famosos, como por ejemplo, algunos de los cuadros de historia de Ingres, los maravillosos desnudos de Marieta, de Corot, o de la Bacante, del escultor Clésinger, el Autorretrato con perro negro, Pierre-Joseph Proudhon y sus hijos, El sueño o Las señoritas en la orilla del Sena (Verano), todas ellas obras capitales de Courbet, los cuadros y la escultura de Daumier, los dibujos y bocetos de Pubis de Chavannes o Las tres bañistas, de Cézanne, pero además, la muestra reivindica la memoria de artistas que merecen recobrar la mítica fama que en su momento gozaron, como Carrière, o se nos descubren figuras poco o nada conocidas, como Fernand Pélez (1843-1913), un artista oriundo de nuestro país. De esta manera, por un motivo o por otro, nos encontramos con una exposición de primer orden, particularmente interesante para nuestro país y de la que no me cabe la menor duda que dejará una huella profunda al visitante.
Daumier
El coleccionista de estampas, 1860