Hasta el próximo octubre, el Museo Oteiza acoge el proyecto Aflorar, realizado específicamente por David Bestué para este centro navarro. Se trata de una intervención escultórica compuesta por obras en las que la tensión entre forma y materia queda mediatizada por los procesos de transformación de los materiales utilizados.
Las obras de este autor parten de elementos orgánicos y perecederos, como sal, flores, laurel, arena, azúcar o humo, que sitúan la escultura a medio camino entre lo fijado por la forma y el volumen y lo que escapa, por su propia esencia vital, a cualquier contención, en contraste con la solidez de los trabajos de Oteiza y de la mayoría de los escultores del siglo XX. En su caso, además, componentes como el laurel o la rosa aparecen asociados a la representación de lo efímero y fugaz.
En sus procesos creativos, Bestué filtra y tritura algunos ingredientes hasta dar lugar a una materia líquida que formaliza mediante moldes, captando e inmovilizando lo vertido en su interior. Sus piezas toman, por tanto, apariencias básicas, como las de lingotes, esferas, pilares o ladrillos, pero guardan la memoria de la organicidad y el registro vital de los materiales, que rebasan su forma preestablecida. Se encuentran, así, sus piezas últimas libres de la condición de permanencia y plenas de una temporalidad determinada por las condiciones perecederas de sus mismos soportes.
Aflorar se sitúa en una posición crítica ante la escultura de la modernidad y cercana a los contextos marcados por lo cíclico y vital.
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