John Currin. Tapestry, 2013. © John Currin
El artista estadounidense presenta sus últimas pinturas en la Gagosian de París
Controla a la perfección los detalles de su composición e imprime en ellas un refinado cuidado de las superficies con el que emula a la pintura del norte de Europa en los siglos XVI y XVII. El contraste y la sorpresa respecto a esa tradición pictórica anterior lo encontramos en la erotización de sus modelos tan alejada de la actual corrección política. Se inspira al representarlas tanto en retratos magistrales de épocas anteriores como en las pin-ups, la pornografía y las películas de serie B, de modo que sus mujeres se nos muestran a veces perversas y a veces desafiantes, bien sean ninfas que invitan a la lujuria, adustas matronas o etéreos prototipos femeninos. Lo bello y lo grotesco se mantienen en la producción de Currin en perfecto equilibrio.
La Gagosian Gallery de París presenta desde hoy y hasta el 21 de diciembre sus últimos trabajos, en los que el norteamericano ha cuidado más aún la complejidad de los fondos de sus retratos. Lo vemos en Tapestry (2013), pintura en la que una mujer de hoy ataviada con vaqueros rotos y camisa de aire bohemio se nos muestra retratada al elaborado modo barroco, con un fondo de flores y de cuerpos desnudos en actitud sexual y vestida con tejidos ligeros. La provocación de Currin reside en la unión de humor, fantasía y referencias históricas, de alta y baja cultura, entendiendo como tal la televisión o la publicidad.
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