En el otoño de 2023, la artista jerezana Cristina Mejías intervino una de las salas del Museo Patio Herreriano de Valladolid presentando su proyecto Aprendices errantes: valiéndose de madera curvada, tratada con osadía -este material remite a la labor de su familia, su hermano es luthier-, daba forma a un paisaje animado compuesto por formas ondulantes y aparentemente vivas, dispuestas a alturas variables respecto al espectador. El público precisamente debía activar el conjunto, no ideado solamente para la contemplación.
Los dos referentes básicos de esa propuesta se situaban en la naturaleza, y curiosamente lejos de la tierra: se trataba de la comunicación de las ballenas en los fondos marinos y el vuelo, tan sincronizado, de los estorninos. En cuanto a la primera, una estancia en las Azores llevó a Mejías a explorar el carácter coral de ese peculiar lenguaje de los cetáceos, y en su armonía encuentra algunos paralelismos con la necesaria para que aquellos pájaros generen manchas hipnóticas en sus desplazamientos. Una y otra especie sirvieron a la artista para profundizar en las formas de expresividad, y de transmisión del conocimiento, que escapan a los modelos reglados al tener más que ver con el contagio, la repetición o la asimilación social y que con el paso del tiempo devienen quebradizas, justamente por su falta de linealidad.
La escritura ha dominado la expresión humana desde su invención, marcando el inicio de la historia; frente a su reinado buscó esta autora andaluza hacer visible y relevante la oralidad, una comunicación que va más allá de los códigos del lenguaje y que implica el movimiento de los cuerpos y a menudo una circularidad de sonidos y formas. Esas maderas tan dúctiles entre las que los visitantes al centro vallisoletano caminaban apelan a una tactilidad que cuestiona la primacía de la mirada; llegaban a sonar sutilmente, incluso sin necesidad de ser rozadas, sin la participación de terceros, por su misma vibración. Completaba el conjunto un vídeo en el que el viento actuaba como desencadenante de esa coreografía de elementos no estáticos.

Aprendices errantes puede contemplarse, hasta finales de octubre, en la primera exhibición individual de Mejías en una institución andaluza: el C3A de Córdoba acoge, bajo el comisariado de Claudia Rodríguez-Ponga, “Saber de oído”, un montaje en el que ese trabajo hace tándem con otro producido específicamente para esta ocasión y titulado Cantantes silenciosas.
En este último, la artista ha utilizado luces, reflejos y transparencias que remiten a las celosías que forman parte de la arquitectura del museo; las piezas que integran la instalación las ha elaborado con tela, madera, metal o papel y, de nuevo, el espectador jugará un rol en su activación: a su paso, una de las obras se iluminará, modificando su percepción del espacio alrededor mediante sombras y reflejos y a través de la variación de sus relaciones con el resto de los artefactos. Como en el caso de Aprendices errantes, este proyecto se ve amplificado por un vídeo que se despliega en dos pantallas, a modo de un libro abierto: en él se encuentran objetos que se desplazan en movimiento circular y que generan diferentes sonidos al chocar entre ellos.


Aún un tercer trabajo une las salas donde se muestran las anteriores instalaciones: se llama Canto rodado (2022) y consta de una cortina cerámica compuesta por cuentas que, nuevamente al tocarse entre sí, dan lugar a un sonido bastante cercano al del discurrir del agua en un arroyo. Como vemos, cada dispositivo de sus trabajos se interrelaciona con el resto, varía sus vínculos con los demás con y sin nuestra intervención y articula una sonoridad particular: todas las obras pueden entenderse como prólogos o epílogos de otras; han sido meticulosamente entrelazadas en un camino de ida y vuelta.
Mejías continúa en su senda de atender a los saberes menores, a aquellas claves vitales que se transmiten más desde el hacer que desde el dejar huella: Me interesa cómo ciertos aprendizajes circulan sin necesidad de explicación, cómo se contagian desde la observación o la práctica compartida, como sucede en los talleres de artesanía o en las herencias de tradiciones no escritas. Ella misma procura aprender de artesanos en muy diversas áreas (el vidrio, la costura, el trenzado y la misma madera) y deja espacio para que el visitante a sus exposiciones pueda obtener conclusiones propias de esa labor.


Cristina Mejías. “Saber de oído”
C3A. CENTRO DE CREACIÓN CONTEMPORÁNEA DE ANDALUCÍA
C/ Carmen Olmedo Checa, s/n
Córdoba
Del 27 de marzo al 26 de octubre de 2025
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