Una de las últimas artistas en sumarse a la lista de los representados por la Galería Fernández-Braso es Cristina Almodóvar, y “Plenitud y vacío”, abierta hasta el 28 de octubre, es su primera muestra en esta sala. Reúne trabajos fundamentalmente escultóricos, aunque planteados desde una sensibilidad pictórica constante en esta autora, que una vez más tienen la naturaleza como eje -una naturaleza ordenada por la mirada y ocasionalmente por los marcos-, y el hierro como material dominante; viene escogiéndolo por su maleabilidad, por la posibilidad que contiene de devenir orgánico: alberga una esencia dual entre lo terreno y lo industrial.
La base de buena parte de las obras recientes que aquí se dan cita continúa siendo la línea, una línea que muy a menudo parece haberse zafado de su soporte para tomar cuerpo; por momentos, un espectador novel en el conocimiento de la producción de esta autora podría dudar si las ramas o hierbas esculpidas son o no reales, estableciéndose un juego entre lo cierto y lo recreado. De igual modo, en sus dibujos a menudo no es sencillo distinguir cuándo los trazos dejan de ser tinta para pasar a ser hilo de metal, salvo, quizá, fijándonos en la sombra que genera ese alambre y que nos devuelve la evidencia de este cambio, en un discurso conceptual que remite al mito platónico de la caverna, a los frutos engañosos de los sentidos y a los distintos niveles de conocimiento a los que podemos acceder en nuestra contemplación de la realidad. Justamente esa sombra adquiere en las obras de Almodóvar el rol de un material más, como peso opaco de todo lo que existe, incluso de lo más leve.
En el catálogo que acompaña a esta exposición, con textos de Fernando Castro Flórez, el filósofo explica que encuentra en sus piezas recientes en la galería mutaciones del género de la naturaleza muerta, constituyendo sus marcos un eje de separación entre la imagen creada y lo que no lo es, pero no un eje infranqueable: establecen fronteras permeables entre interior y exterior, desestabilizan lo “ajardinado” por el ojo e invitan al espectador a contemplar de otra manera. Libera así Almodóvar esos límites de su dureza y también pone en cuestión nuestros modos de aproximarnos a la creación, del mismo modo que ella se acerca a lo natural desde la subjetividad, desde una mirada interior que el crítico conecta tanto con el romanticismo como con un deseo de preservación y cuidado del medio ambiente.
De esos marcos pueden extraerse lecturas complejas, dado que comunican más que aislan, pero su estética es del todo sencilla y casi minimalista, al igual que lo vacío o vaciado desempeña un rol fundamental en estas obras: encontraremos fragmentos de ramas, y de bordes, ausentes; porciones de imágenes llevadas a composiciones autónomas; blancos que, en la distancia, hacen desaparecer secciones de las piezas.
A través de la plasticidad que en sus composiciones concede a estos elementos tomados de, inspirados en, lo vivo, Almodóvar evoca el dinamismo de lo natural y de su constante movimiento y vida; con ese espíritu tiene asimismo que ver el carácter lúdico subyacente al planteamiento de estos proyectos, a veces a partir de la introducción de diferencias en una serie, de desplazamientos sutiles introducidos en lo aparentemente idéntico.
En sus procesos se abre, además, a lo incierto -la serie Invisible (2009), por ejemplo, nació del azar, del roce producido en una caja de metacrilato que da lugar a una sombra- o resta drama al hecho de que las polillas devoren el conocimiento plasmado en el papel (Vanitas, 2013): lo orgánico vence a lo que no lo es y lo que costó esfuerzo humano se convierte en ruina.
Algunas de sus obras transforman nuestra contemplación del espacio de Fernández-Braso (en A través del muro, 2013, una rama rompe la blancura del cubo blanco) y, en todo caso, todas contienen representaciones de aquello que a la artista emociona y da paz, de ahí que Almodóvar se refiera a ellas como haikus, que en su caso, desde su delicadeza, rompen estereotipos en torno a lo natural a la vez que apuntan al lado más liviano de la existencia (en Elevación, 2010, una plancha de hierro acaba siendo sostenida por una brizna de hierba).
No es atrevido señalar que la contemplación de su producción da lugar a sensaciones placenteras, no simétricas pero sí paralelas, a las que podemos experimentar ante un entorno natural al aire libre.
Cristina Almodóvar. “Plenitud y vacío”
c/ Villanueva, 30
Madrid
Del 14 de septiembre al 28 de octubre de 2023
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