Los cuarenta años de trayectoria de Christine Spengler como fotógrafa autodidacta que trabaja desde el entusiasmo de quien siempre está abierto a dejarse impresionar comenzaron en Chad en los años setenta, cuando presenció un ataque de tubus contra helicópteros franceses y ella pidió una cámara a su hermano, asistente de fotografía, para captar el momento.
Fue expulsada del país acusada de espionaje, pero desde entonces Spengler continuó fotografiando conflictos cultivando un estilo propio que huía de escuelas y que basaba en la mirada atenta, la empatía, la atención a la vertiente emocional, que no sensacionalista, de los sucesos. Tras Chad llegaron Vietnam, Irlanda del Norte, Afganistán, Kosovo, Bangladesh o Beirut, Nicaragua y el Sáhara Occidental y sus imágenes pasaron por publicaciones como Newsweek, Life o New York Times.
En sus fotografías no son protagonistas los muertos sino el dolor o el valor de quienes les sobreviven, su duelo, siempre en blanco y negro hasta que en 1984 padeció el trauma en propia piel: estuvo a punto de ser ejecutada por guerrilleros morabito en el Líbano y la salvó ser liberada por un líder druso, Walid Jumblatt.
Tras sobrevivir a la experiencia, decidió que por cada imagen de duelo que había tomado hasta el momento realizaría otra captando belleza. Y fue entonces cuando introdujo el color en su obra. Si el blanco y negro daba peso y gravedad a sus imágenes de guerra, también rigor, contribuyendo a fijar la atención del espectador en la historia desgarradora de las víctimas de los conflictos, el color lo reserva para la vertiente más lúdica y positiva de su trabajo, que ella entiende como una celebración de la vida, en general, y de sus sueños, en particular: sueña en color.
Desde el próximo 6 de abril y hasta el 5 de junio, la Maison Européenne de la Photographie le dedica una retrospectiva en la que quedarán representadas, a través de setenta imágenes tomadas con su Nikon favorita, esas dos facetas fundamentales de su carrera: sus fotos de guerra en blanco y negro, entre ellas algunas ya icónicas, y sus trabajos más recientes en color.
Las dos salas en las que podemos ver sus imágenes bélicas están separadas de las que presentan su obra en color por una capilla íntima con flores y velas en la que se exhiben sus primeros montajes fotográficos precisamente en color, realizados en homenaje a su familia, oriunda de Alsacia , y sobre todo a su hermano Eric, responsable como dijimos de la iniciación de Spengler en la fotografía, quien se quitó la vida a los veintitrés años.
El conjunto de su obra en blanco y negro puede entenderse como una sucesión de actos o escenas que documentan la historia bélica de la humanidad a partir de historias íntimas y familiares y de sucesos históricos, de ahí el título de esta exposición, “L´opera du monde”.
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