Hasta el 17 de julio, la Galería Elvira González presenta su tercera individual dedicada a Chema Madoz: cuenta con trabajos realizados en los últimos dos años (entre ellos una escultura) en los que el madrileño ha continuado explorando los misterios ocultos o latentes en objetos habituales.
Fue hace tres décadas cuando Madoz comenzó a explorar la plural identidad de esos objetos más allá de su función primera, bajo la influencia del surrealismo, el realismo mágico o los ready made de Duchamp; corrientes y artista que ya exploraron las posibilidades de su alteración o recontextualización.
En su nueva muestra encontraremos fotografías que sugieren inquietud y adversidad (como las que presentan aloe vera dentro de una jaula, un avión a punto de aterrizar en una carretera tortuosa o un zapato/ataúd); otras, como aquellas en las que aparecen barcos, aviones, campos y nubes, apelan a la necesidad de escapar o resistirse. Tampoco falta en este proyecto, como es habitual en su producción, el manejo de la idea de juego: destaca la imagen de un castillo de naipes en una estructura de madera, la partida queda truncada o suspendida: no será difícil establecer relaciones entre lo último de Madoz y nuestra actual situación.
Cuestiona Madoz los límites entre lo abstracto y lo figurativo, lo real y lo potencial, y cada una de sus imágenes supone una invitación a mirar de otra manera, a establecer otras conexiones entre lo cercano y otros espacios de interpretación.
En palabras del artista, la promiscuidad para mí reside en el objeto y no en la mirada. El objeto tiene una facilidad especial a la hora de interrelacionarse con otros objetos. A partir de esa promiscuidad surgen conceptos o ideas, que para mí son la particularidad de descubrir algo que estaba escondido o latente.
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