Este año se cumplen cien del nacimiento en Valls de Francesc Català-Roca, figura fundacional de nuestra fotografía documental que perteneció a una familia que también lo fue: era hijo de Pere Català i Pic, a quien se considera uno de los introductores de esta disciplina en Cataluña, sobre todo en su vertiente vanguardista.
Heredando aquel interés por la imagen, abriría el artista su propio estudio en 1947, llevando a cabo primero encargos editoriales para publicaciones como Destino, Gaceta Ilustrada o La Vanguardia; trabajos de estudio para libros, en colaboración con creadores como Josep M. Sert, Eduardo Chillida o Joan Miró (algunos se dedicaron a la historia del arte catalán; y de este último pintor elaboró además un documental) y, progresivamente, también reportajes sobre la realidad social de España a mediados del siglo pasado, urbana y rural, laboral o playera.
Podríamos encuadrar su estilo, por estas inquietudes, en un neorrealismo fotográfico que apostaba por adoptar puntos de vista casi inéditos, subrayar los contrastes entre luces y sombras y prestar siempre atención, como es propio de ese movimiento, a las historias humanas, sin restar poder a la anécdota para encontrar en ella más que eso, significado. De hecho, a su evidente buen hacer técnico se unió su especial talento para entrar en contacto, y en confianza, con quienes retrataba, testigos como él de la dureza de los años de posguerra y de los más benignos del desarrollismo.
Expuso por primera vez en la Sala Caralt de Barcelona en 1953; tras su muerte, le han dedicado retrospectivas la Fundació Joan Miró (2000), La Pedrera de Barcelona (2012) y el Círculo de Bellas Artes de Madrid (2013) y, en el marco de la programación de PHotoESPAÑA, la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid presenta una nueva antología en su Sala El Águila: “La lucidez de la mirada”.
La ha comisariado Oliva María Rubio y hace hincapié en el cariz humanista de su producción y en su voluntad de reflejar la realidad de su tiempo y de su entorno por encima de consideraciones formales y estéticas (a las que, desde luego, también atendía desde esas perspectivas originales). Podemos registrar la evolución de su estilo desde los cincuenta: dirija su objetivo a desfiles o a juegos infantiles, al vuelo de globos o al salto de Dalí a la comba, a monjas o a mujeres que ofrecen el agua de sus botijos, trató de esquivar la frontalidad en sus encuadres precisos, de azuzar expresividades con picados y contrapicados y de acentuar dinamismos en lo apacible y equilibrios en las escenas que implicaban movimiento. Aunque su sello último, como decíamos, fue seguramente el de la empatía.
No es demasiado conocido por la mayoría, pero el tarraconense también trabajó en color a raíz de un viaje a Nueva York. Era consciente de que sería el porvenir de la fotografía, como había sido el pasado de las imágenes: Hasta ahora hemos vivido una situación anómala: hemos visto el mundo en blanco y negro. Ahora estamos terminando el siglo XX, el único período acromático de la historia de la humanidad; anteriormente toda la iconografía era policroma. El blanco y el negro son dos colores que actualmente aún nos resultan familiares, pero que desaparecerán en un futuro, son dos colores falsos, no existen. La arquitectura de esa ciudad, a la que se refirió como fascinante y fascinadora, parece que lo impresionó mucho y parte de aquellas obras también han llegado a El Águila: los rascacielos le permitieron ahondar en sus juegos de formas, colores y efectos de luz y sombra, al servicio ahora de la potencia visual de los elementos estructurales, las texturas, los materiales y los detalles constructivos de los edificios.
Para profundizar en la mirada de Català-Roca, sabed que hasta septiembre puede visitarse en el Museo de Historia de Cataluña “Los Català, fotógrafos de un siglo”, que reivindica su saga; que este verano, de julio a septiembre, la Sala Fortuny del Centro de Lectura de Reus mostrará sus imágenes de Dalí y que el Colegio de Arquitectos de Cataluña, sede de su archivo, expondrá sus visiones justamente de la arquitectura de esa región. Las conmemoraciones culminarán en 2024, con una exhaustiva antológica en el MNAC barcelonés.
“Català-Roca. La lucidez de la mirada”
c/ Ramírez de Prado, 3
Madrid
Del 2 de junio al 18 de septiembre de 2022
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