300 instantáneas del pionero del fotoperiodismo se exponen, desde el 11 de abril, en el MoMA
MoMA
11 West 53 Street
10019 Nueva York
Del 11 de abril al 28 de junio de 2010
Toda la semana de 10:30 a 17:30 horas, salvo martes cerrado y viernes, de 10:30 a 20:00 horas
Del 11 de abril al 28 de junio de 2010, en el Museum of Modern Art. MoMA, de Nueva York
Comisario: Peter Galassi
Obras: 300 fotografías
El próximo 11 de abril, el MoMA inaugurará la primera gran retrospectiva en más de tres décadas de Henri Cartier-Bresson en Estados Unidos. De las 300 imágenes que formarán parte de la muestra, fechadas entre 1929 y 1989, al menos una quinta parte nunca antes se habían expuesto al público. La mayoría de ellas datan de las décadas más productivas del francés, de los treinta a los sesenta, y han sido cedidas para la ocasión por la Fundación parisina del artista.
El extraordinario talento de Cartier-Bresson para convertir instantes cotidianos en imágenes perdurables y su ensayo El momento decisivo lo convirtieron en una de las figuras más destacadas de la fotografía experimental de los años treinta y en el padre del fotoperiodismo desarrollado tras la II Guerra Mundial.
Precisamente el MoMA acogió, en 1947, la primera exposición del fotógrafo de Chanteloup en un museo, muestra que supuso el comienzo de una fructífera relación entre el artista y el centro neoyorquino, ahora confirmada. Trece secciones articulan “Henri Cartier-Bresson: The Modern Century”, antológica en la que no faltarán sus trabajos iniciales, instantáneas rebeldes y casi surrealistas en las que queda patente la rapidez de su mano y de su cámara Leica. Celebran el movimiento al congelarlo, como ocurre en Detrás de la Gare Saint Lazare, París (1932), en la que un hombre salta sobre un charco en el que está a punto de caer. Se trata de imágenes que transforman completamente la realidad pese a retratarla, reinventando la vida urbana y convirtiéndola en un gran teatro surrealista, misterioso y atractivo.
Con posterioridad a la II Guerra Mundial, Cartier-Bresson comienza su faceta como fotoperiodista, género del que es considerado fundador. Se centra en las secuelas del conflicto y en los profundos cambios político-sociales que trajo en Asia, continente en el que Cartier-Bresson trabajó entre 1947 y 1950, periodo en el que encontró en la fotografía testimonial un refugio donde plasmar su profundo compromiso social en una etapa histórica convulsa.
Pasó de buscar en sus instantáneas misterio y magia para perseguir claridad y exhaustividad, elaborando composiciones de extraordinaria simplicidad con pocos personajes. En Shanghai, China (1948), evoca la agitación de la revolución china a través de los gestos de pánico de una multitud desesperada por recuperar el oro del banco de la ciudad antes de que ésta fuese tomada por los comunistas.
Buena parte de la exhibición del MoMA estará dedicada a sus evocaciones de los patrones tradicionales de vida en Asia y Europa, en especial en su Francia natal. Nacido cuando comenzaban a circular los primeros automóviles, el artista estuvo siempre interesado por las costumbres sociales y culturales que en su época permanecieron al margen de la industria y el comercio modernos. Se dice por ello a menudo que muchas de sus fotografías podrían haberse realizado cientos de años atrás, de haber existido este medio. En cuanto a sus paisajes, éstos no reflejan la naturaleza virgen, sino que evocan la presencia del hombre: en los campos de arroz de Sumatra (1950), en las tierras de cultivo de Castilla (1953) o en los plataneros de la localidad francesa de Brie (1968).
Cartier-Bresson fotografió más extensamente Estados Unidos que cualquier otro país, excepto Francia, pero sus imágenes americanas están entre las menos conocidas. Pese a mantener posturas bastante neutrales, incorporan rasgos claramente críticos hacia ciertas actitudes de codicia y racismo propias de la posguerra.
Muerto Stalin en 1953, el fotógrafo galo fue uno de los primeros en ser admitido en la Unión Soviética, lo que convirtió sus imágenes de aquella etapa en noticia por sí mismas. Cuando regresó al país veinte años después, su visión de la realidad rusa tomó una dimensión más árida, fría y desolada. Fue retratista también de la forzada industrialización china, y pese a que ni el comunismo chino ni el capitalismo norteamericano se ajustaban a la idea de Cartier-Bresson de una sociedad justa, reflejó en su obra a sus gentes sin efectos retóricos. Sólo las autoridades políticas son contempladas con cierto escepticismo.
“The Modern Century” se completa con treinta y cuatro retratos de notables artistas y escritores, como Pierre Bonnard, William Faulkner, Simone de Beauvoir o Henri Matisse. Como el propio Bresson reconoció, todos ellos pasaron posando para él más tiempo que en el dentista pero menos que en el psicoanalista.
Pese a su afecto por las culturas preindustriales, no rehuyó plasmar en su trabajo las veleidades de un mundo que cambia rápidamente. Sus escenas de relajación contemporánea (en Córcega, en el Country Club mexicano de Aguas Calientes o en un rodeo de Los Ángeles) sugieren que los tiempos pueden haber hecho la vida más fácil, pero tal vez no mejor.
Henri Cartier-Bresson
New York City, 1946
Fondation Henri Cartier-Bresson
Henri Cartier-Bresson
Irène and Fréderic Joliot-Curie, París, 1945
MoMA, Nueva York
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