Rafael Canogar 1957-2014
GALERÍA FERNÁNDEZ-BRASO
Calle Villanueva, nº 30
Madrid
Artista: Canogar, Rafael
Hasta el pasado 2 de febrero, Rafael Canogar presentó en el IVAM valenciano una muestra retrospectiva de su evolución entre 1957 y 2013 que, por razones de espacio, se redujo a su producción abstracta ante las dificultades de introducir sus trabajos realistas sin romper la armonía del conjunto. Aquella muestra supuso para el artista una nueva oportunidad de analizar a fondo esa dimensión de su pintura y también incluyó obras que nunca se habían expuesto al público en Madrid.
Desde hoy y hasta el 30 de abril, la Galería Fernández-Braso presenta algunas de esas piezas en una exhibición que recoge la idea del proyecto del IVAM en una versión más reducida. Podremos ver en la capital abstracciones que responden a diferentes etapas de su trayectoria vital y creativa; en palabras del propio Canogar, abstracciones propias de un artista de los cincuenta que ha querido mantener una puntualidad estética sin perder su identidad generacional.
Canogar defendió siempre el informalismo, en parte como vía para la apertura de la España franquista a la escena internacional y como expresión de libertad, de lo irrepetible y único, a través de una caligrafía directa y espontánea, arañando con sus manos la materia como el labrador castellano ara la tierra. Las suyas fueron obras intuitivas y pasionales, realizadas con la urgencia que el tiempo, la edad y las teorías pedían.
El informalismo fue para Canogar algo sustancial y místico, un medio para la autoafirmación y la autorrealización. Pero ese posicionamiento radical no podía mantenerse indefinidamente sin “academizarse” al resultar insuficiente para comunicar y expresar la tensión de la realidad, de la nueva conciencia social y política que despertaba en el mundo.
La tercera dimensión dio finalmente solución a su nueva obra, a su segundo periodo (no representado en esta exposición) que a partir de 1963 daría cabida a una realidad compleja, a una nueva imagen del hombre, en piezas que le valieron el gran Premio de la Bienal de Sao Paulo. La incorporación de nuevos materiales le permitió su proyección en la realidad del espectador en un intento por hacer participar al público de un drama colectivo.
En 1975 volvió a la abstracción, a un análisis de la pintura, del soporte, de la bidimensionalidad del medio, recuperando el espíritu que le inspiró su primera obra, con una pintura que ni idealiza la naturaleza ni la reproduce como mero fragmento, sino que es reinventada como proceso.
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