Dentro y fuera del canon: la modernidad brasileña

Zentrum Paul Klee revisa el arte contemporáneo del país

Berna,

Brasil es, con diferencia, el país más grande en extensión de Sudamérica, uno de los más poblados del mundo y cuenta con un paisaje enormemente diverso, desde la selva amazónica hasta las playas de Copacabana, y más que relevante a nivel ecológico y para el clima global. Su arte y su cultura no pueden entenderse sin tener en cuenta el peso de las comunidades indígenas, de la dominación portuguesa y las aportaciones de quienes fueron deportados como esclavos desde África Occidental hasta finales del siglo XIX. A día de hoy, además,  recibe una importante inmigración y las ciudades de Río de Janeiro, São Paulo y Brasilia son metrópolis muy habitadas que pueden considerarse emblemas urbanísticos de los contrastes que definen la historia y la sociedad brasileñas.

El próximo 7 de septiembre, el Zentrum Paul Klee de Berna (Suiza) abrirá al público la muestra “Brasil! Brasil! The Birth of Modernism”, la primera en repasar, en ese país, esas facetas múltiples de la historia, la literatura, la música, el diseño y la arquitectura en torno a la Amazonia, un proyecto que viajará en 2025 a la Royal Academy of Arts de Londres y que nos propondrá también un acercamiento histórico a la que, a principios del siglo XX, era una joven nación en transición: en 1889, tras 67 años de dominio imperial, se proclamó la Primera República brasileña, con capital en Río de Janeiro. En el plano económico, se beneficiaba Brasil en aquel tiempo de su casi monopolio en el comercio mundial del café, centrado en la ciudad portuaria de Santos, en el estado federal de São Paulo; la esclavitud se abolió un año antes, en 1888, y muchos de quienes habían sido explotados se trasladaron a la mencionada región de São Paulo para aprovechar ese auge comercial.

Esa etapa optimista tuvo su reflejo en las artes plásticas y la arquitectura; esta última adquiriría, décadas más tarde, su expresión más celebrada en las obras de Óscar Niemeyer y Lina Bo Bardi (en ese momento comienza también a desarrollarse y masificarse el carnaval de Río). Sin embargo, dada la heterogeneidad de la población brasileña ya entonces y la conjunción de diferentes culturas regionales, la búsqueda de una identidad nacional constituiría un desafío.

En 1922, coincidiendo con el centenario de la independencia -menos convulsa que la de otros países latinoamericanos, en parte por dirigir el proceso un miembro de la familia real portuguesa, Pedro I-, el magnate del café Paulo Prado, uno de los grandes oligarcas del país, introdujo una semana de eventos culturales, la llamada Semana de Arte Moderna, destinada a convertir el centro económico de São Paulo en otra capital de desarrollo artístico junto a Río de Janeiro. Además de muestras dedicadas al arte y la arquitectura, se celebraron conciertos, espectáculos de danza, charlas y lecturas: era la primera vez que esas diversas disciplinas remaban a favor de un único movimiento de vanguardia, el modernismo brasileño.

Al igual que en el contexto de las vanguardias europeas, los artistas en Brasil estaban decididos a superar el canon clásico, académico e institucionalizado, dominante en el siglo XIX y trataron de encontrar posibles formas de romper con la orientación marcada por el dominio portugués y desarrollar un lenguaje pictórico propio. En todo caso, buscaron para ello un intercambio con sus contemporáneos europeos y creadores brasileños de familias adineradas o con becas de viaje se trasladaron al otro lado del Atlántico en estancias prolongadas: Anita Malfatti acudió a Berlín; Tarsila do Amaral, Candido Portinari, Vicente do Rego Monteiro y Geraldo de Barros, a París.

Tarsila do Amaral. O lago, 1928. Hecilda e Sergio Fadel
Tarsila do Amaral. O lago, 1928. Hecilda e Sergio Fadel
Tarsila do Amaral. Povoação I, 1952. Colección Airton Queiroz, Fortaleza
Tarsila do Amaral. Povoação I, 1952. Colección Airton Queiroz, Fortaleza

El expresionismo, el futurismo y el cubismo, por tanto, dejarían huella en su trabajo, pero de regreso en Brasil, todos ellos hicieron un esfuerzo por crear un arte propio del país y propiamente moderno. Se comprometieron con el despliegue de tradiciones y temas autóctonos: las prácticas indígenas, las culturas afrobrasileñas introducidas por los esclavos, la pluralidad étnica. Los artistas procedentes de las clases altas, en particular, se apropiaron de rasgos de los lenguajes pictóricos indígenas y afrobrasileños, pero adoptando una perspectiva ya dada entre los vanguardistas europeos respecto al arte primitivo, esto es, la ilustración y la idealización.

Con la Revolución de 1930 y el “Estado Novo” dictatorial introducido posteriormente por Getúlio Vargas, los creadores se volcarían en la representación de temas como la explotación de los trabajadores agrícolas y la injusticia social, y su estética se hizo más realista. Desde la década de los cincuenta, depuesto el dictador, una segunda generación de autores contemporáneos abordaría aún asuntos sociales y culturales, pero desde un enfoque cercano a la etnicidad o a la religión, además de al mundo del trabajo, muy característico este del panorama brasileño. Quienes procedían de entornos sociales más modestos, y los descendientes de habitantes indígenas o esclavos africanos, pudieron articular las desigualdades sociales a partir de su propia experiencia personal.

Más adelante, estos temas reaparecieron en el arte concreto y el movimiento Tropicália, pero también en la arquitectura y la música: el golpe militar de 1964 supuso el comienzo de una nueva era en la que se abordaron cuestiones ligadas a la opresión política y social.

Lasar Segall. Bananal, 1927. Pinacoteca de São Paulo
Lasar Segall. Bananal, 1927. Pinacoteca de São Paulo

Ese recorrido histórico y artístico marcará los planteamientos de esta exhibición sobre Brasil en Berna, que llega después de la entrada triunfal de muchas creaciones brasileñas en la Bienal de Venecia de este año. “Brasil! Brasil! The Birth of Modernism” contará con piezas de una decena de artistas significativos de ese devenir en la primera mitad del siglo XX, cuyas obras, a veces, apenas se han mostrado hasta ahora en exposiciones y colecciones europeas: Tarsila do Amaral, Anita Malfatti, Lasar Segall, Alfredo Volpi, Vicente do Rego Monteiro, Flávio de Carvalho, Candido Portinari, Djanira da Motta e Silva, Rubem Valentim y Geraldo de Barros. Además, fotografías, películas y audios profundizarán en los ámbitos de la literatura, la música, el diseño y la arquitectura.

Alfredo Volpi. Capelinha, 1940. Colección Ronaldo Cezar Coelho, Rio de Janeiro
Alfredo Volpi. Capelinha, 1940. Colección Ronaldo Cezar Coelho, Rio de Janeiro

Los representados pueden articularse en dos categorías: Anita Malfatti, Vicente de Rego Monteiro, Tarsila do Amaral, Lasar Segall y Cándido Portinari forman parte, desde hace mucho tiempo, del canon del arte moderno brasileño; mantuvieron contactos con la vanguardia europea y, en cierta medida, descubrieron las facetas menos divulgadas de la cultura brasileña a través de los ojos de los intelectuales del Viejo Continente. Su lenguaje pictórico estuvo inicialmente marcado por los citados del expresionismo, el futurismo y el cubismo: aunque se relacionaron tempranamente con las culturas indígenas, lo hicieron principalmente a través de libros y visitas a museos, sin palpar la realidad de la vida de esos colectivos.

Por su parte, Flávio de Carvalho, Alfredo Volpi, Djanira da Motta e Silva, Rubem Valentim y Geraldo de Barros no fueron aceptados en el canon artístico brasileño, también durante mucho tiempo. Volpi y Motta e Silva tomaron como eje de sus creaciones prácticas populares como fiestas o rituales de aldea, y Valentim integró en sus composiciones símbolos como flechas, triángulos, círculos y hachas, que tienen su origen en los rituales religiosos afrobrasileños del Candomblé (Da Motta e Silva y Valentim pertenecían, de hecho, a estas culturas). Como no habían disfrutado de ninguna formación artística, en un sentido clásico, su trabajo fue visto como primitivo o folclórico durante décadas.

En cuanto a De Barros y de Carvalho, se movieron entre las artes visuales, la arquitectura y el diseño, por lo que resultó difícil etiquetarlos. Además, con sus acciones basadas en la performance y sus retratos de mujeres pintados en estilo expresionista, De Carvalho suscitó incluso reacciones violentas.

Las aproximadamente 130 obras que podremos contemplar en el Zentrum Paul Klee demuestran, en definitiva, esa enorme diversidad del arte moderno brasileño; será una oportunidad para descubrir códigos creativos que hasta ahora han permanecido en un relativo desconocimiento para la mayoría.

Candido Portinari. Mestiça, 1934. Acervo Museu de Arte Brasileira – MAB FAAP, São Paulo
Candido Portinari. Mestiça, 1934. Acervo Museu de Arte Brasileira – MAB FAAP, São Paulo
Djanira da Motta e Silva. Três orixás, 1966. Pinacoteca de São Paulo
Djanira da Motta e Silva. Três orixás, 1966. Pinacoteca de São Paulo

 

 

 

“Brasil! Brasil! The Birth of Modernism”

ZENTRUM PAUL KLEE

Monument im Fruchtland 3

Berna

Del 7 de septiembre de 2024 al 5 de enero de 2025

 

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