¿Pero hasta dónde puede llegar un tren que se autodestruye para alimentar su propia y loca carrera?
Miguel Delibes. Un mundo que agoniza.
Sus contextos más cercanos y, en ocasiones, las propias vivencias suelen ser el punto de partida de los procesos creativos de Bene Bergado, que desde hace años viene examinando, atendiendo a esa perspectiva de atención a lo próximo, las consecuencias a nivel medioambiental y social de las decisiones de la industria alimentaria, química y farmacéutica, de ahí que el título de la muestra que hoy ha inaugurado en la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid sea “Irreversible”. Entiende la artista que, aunque contemos con márgenes de recuperación y reconversión, será imposible retroceder ante las transformaciones energéticas y tecnológicas más perniciosas del sistema productivo.
La muestra, comisariada por Susana Blas, presenta dos instalaciones específicas en la planta baja de este centro (Bergado suele entender los grandes espacios expositivos como lugares a intervenir) y un repaso a proyectos significativos de su trayectoria en la planta superior.
Reciben al visitante sus Filtros, lienzos revestidos con telas de protección electromagnética, cubrimientos aislantes que sugieren la idea de que estas imágenes son superficies limitadas que no cierran el espacio, de modo que esos materiales, habituales en espacios sanitarios o militares, pierden dicha capacidad de protección o esta deviene simbólica. Entre ellos se intercalan definiciones de términos clave en la industria alimentaria y en la propia propuesta de Bergado, como naturaleza, alimento, transición ecológica, soberanía alimentaria o greenwashing, lavado de cara verde adoptado por un buen número de empresas que la artista entiende como etapa transitoria hacia un bien mayor. Es la primera vez que trabaja directamente con conceptos sobre la pared y hemos de considerarlos, en el recorrido, pautas que incitan a la reflexión individual sobre nuestros modos de alimentación y consumo individuales y colectivos y sobre aquello que, en relación con aquellos lienzos, hemos de proteger.
Esos Filtros rodean una gran red a escala humana que conforma un embudo de no retorno, similar al de las nasas de pesca pasiva (de nuevo lo irreversible), y que se cierra sobre estructuras de aluminio cuyas formas recorren el marco arquitectónico. Solo podemos acceder a ella a través de la voz, haciendo uso de micrófonos concebidos como pizarras de nuestros sonidos, y en su interior encontraremos telas dobladas que aluden a seres dormidos, cómodos en su jaula blanda: esta instalación lleva por nombre Trampa del bienestar.
Más que con ejes temáticos muy específicos, los procesos de trabajo de Bergado tienen que ver con sus investigaciones constantes en torno a la cultura de la tierra; resultó decisiva a la hora de plantear estos proyectos recientes su participación en un curso sobre soberanía alimentaria en la Universidad Complutense, del mismo modo que algunas de sus obras anteriores tienen que ver con su estudio de la permacultura y de las teorías de Fukuoka; este agricultor y filósofo japonés abogó por reproducir en los cultivos las condicionales originales de la naturaleza tan fielmente como sea posible, respetando sus ciclos sin recurrir a fertilizantes o pesticidas. La propia Bergado ha explicado hoy que considera su labor creativa la de una productora, y en la estela de aquel no acelera sus tiempos.
Si levantáis la mirada hacia la pared central, encontraréis la proyección, al modo de créditos cinematográficos, de un prospecto: un listado de aditivos alimenticios no naturales aprobados por la Unión Europea en 2016; los científicos han estudiado en qué dosis pueden consumirse y en cuáles resultarían letales (las mismas consecuencias tendría paradójicamente, ha mencionado hoy Bergado, el exceso en el consumo de la más elemental agua).
Ya en la planta superior nos esperan, como decíamos, trabajos anteriores de la artista relacionados, en casi todos los casos, con el impacto de nuestra huella en el medio natural. Destaca Descomposición, un conjunto de cajas de verdura ejecutadas en en bronce, material escultórico que ella ha empleado en más de una ocasión para reproducir lo efímero y conceder valor a lo teóricamente desechable (sobre ellas aplicó una capa de óleo); también Los mapas de Gaia, la reproducción como cartografía de hojas de berza o de moho. En el primer caso, escaneó y aplicó gradaciones de color a esas hojas, incidiendo en los fragmentos que, por su textura, podían evocar heridas o carnes; aludía así a nuestra tendencia a proteger lo que más se parece a nosotros (lo animal) frente a nuestra escasa consideración de lo vegetal.
Junto a esas geografías vegetales, Homo capitalensis presenta un vertido de chapapote con forma de continente africano, brotando de él el esqueleto de una suerte de aleta de tiburón (se refería aquí Bergado a una África devastada a la que acuden los buitres) y la estantería de taller Gliptoteca II recoge un conjunto de sus piezas desde 1990, junto a objetos personales, libros y elementos diversos que nos sumen en su universo estético. No faltan sus híbridas Muñecas del futuro, redes de pesca, piezas de su habitual bronce o recreaciones de la bomba orsini con forma de huevo y rellenas de nendo-dangos: bolitas de arcilla mezcladas con semillas que remiten a un sistema de siembra perteneciente al mencionado método Fukuoka.
Contemplaremos también en esta gliptoteca platos aparentemente mordidos con fechas significativas en la vida y la trayectoria de Bergado o una piscina infantil con monedas y pilas encapsuladas que evoca un trozo de océano.
Prestad atención, asimismo, a sus huevos rellenos de basura no orgánica atrapados en una red (cada uno lleva inscrito un código correspondiente a un sistema de gestión ambiental, la fórmula química de un envase para alimentos y las fórmulas genéricas de los materiales con los que está construido el huevo en sí; su basura interior la forman todos los envoltorios plásticos de productos que la artista ha desechado en un mes, en referencia a la vieja consideración del avance de la civilización en función de los residuos generados). También a sus trampas: jaulas para animales de gran tamaño, pintados sus barrotes de blanco pared y acondicionado con parquet su suelo; cobijan y atrapan, como nuestra misma esfera cotidiana, y nos convierten en cazadores y cazados. Además, al modo de bodegones -en algún caso con referencias claras a Sánchez Cotán- reflejan las huellas de un habitar común: restos de alimentos e inmundicias, platos… nuevamente realizados en bronce y pintados al óleo.
Dos de sus trampas más conmovedoras recuerdan a quienes se dejaron la vida en las fronteras (a través de telas negras atrapadas en una columna metálica) y a quienes padecen sensibilidad química múltiple (a través de bronces fundidos a partir de los envases de limpieza o de perfumes que no pueden usar).
Bene Bergado. “Irreversible”
c/ Alcalá, 31
Madrid
Del 27 de mayo al 25 de julio de 2021
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