Pocas dudas quedan: hoy el autorretrato tradicional es historia. En el pasado eran únicamente los artistas quienes se autorretrataban, pintándose con ayuda del espejo; hoy es difícil dilucidar si las redes sociales se han puesto al servicio de nuestro egocentrismo o si este se ha disparado con la inestimable ayuda del selfie. Día tras día, los rostros de millones de personas migran a archivos de imágenes digitales al alcance de casi todos.
La Schirn Kunsthalle de Frankfurt examina en la muestra “Me”, abierta hasta el próximo 29 de mayo, cómo se enfrentan los creadores actuales a este nuevo contexto. No han dejado de autopresentarse en su producción, pero no han escogido los caminos canónicos de visibilizarse y no han dado, en la mayoría de los casos, prioridad a su imagen sino a sus emociones: un Günther Förg sin cabeza se nos presenta descendiendo una escalera, Wolfgang Tillmans muestra sólo su rodilla, Pawel Althamer, su ropa; los autorretratos de Sarah Lucas prácticamente nos golpean en la cara y Florian Meisenberg permite al espectador introducirse en su vida al transmitirla en vivo vía smartphone.
Nos encontramos, en definitiva, ante piezas irónicas, lúdicas o deconstructivas en las que los artistas, en la mayoría de los casos, han tratado de distanciarse de su propio ego para auto-revelar aspectos significativos, odiosos o prosaicos de sí mismos, ocultarse a nuestra vista o intentar, en una pura paradoja, desviar la atención de sí mismos sin dejar de autorretratarse.
Son cuarenta los trabajos que se exhiben en Frankfurt, en todos los formatos (pintura, fotografía, vídeo, escultura y arte de acción) y entre los artistas representados también figuran Abraham Cruzvillegas, Ryan Gander, Alicja Kwade, Jonathan Monk, Rosemarie Trockel, John Bock, Eberhard Havekost, Nam June Paik, Pamela Rosenkranz y Erwin Wurm.
En la mayoría de los casos, han tratado de distanciarse de su propio ego para auto-revelar aspectos significativos, odiosos o prosaicos de sí mismos
Los “ingredientes” tradicionales que el género del autorretrato ha mantenido durante siglos saltan por los aires: los artistas que quieren auto-representarse ya no dan, apenas, la cara, ni buscan de forma directa autoafirmarse, aunque sí mantienen su intención de explorar su personalidad, optando en el camino por enfoques menos directos y más distanciados de sí mismos.
Tanto que, muy a menudo, solo podemos saber que se autorretratan gracias a los títulos de sus obras: Imi Knoebel se equipara a un conjunto de utensilios en Selbstporträt mit Pappkarton, Cruz Villegas llama ciego autorretrato a ilegibles documentos personales repintados y Ryan Gander ha elegido mostrarnos, en lugar de su autorretrato, la paleta que presuntamente empleó para pintarlo.
Bajo la monarquía del selfie, que ha convertido el autorretrato en herramienta casi publicitaria al alcance de todos, ellos han elegido la ocultación, la ausencia de rostro y la evitación de la mímesis.
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