Tras llevar su trabajo a la última edición de ARCO, donde compartió stand con mujeres artistas que desarrollaron la mayor parte de su producción entre los sesenta y los ochenta del pasado siglo, la Galería José de la Mano ha dedicado su primera muestra de la temporada a la creadora barcelonesa Aurèlia Muñoz, una de las pocas de origen español representadas en los fondos del MoMA. Desde el pasado año, también se incorporaron a las colecciones del MNAC catalán siete de sus obras textiles y una colección de dibujos donadas por la familia de la autora (el museo las exhibe hasta el próximo diciembre en la exposición “Anudar el espacio”).
Nacida en 1926 y fallecida en 2011, Muñoz desarrolló una extensa carrera en la que gozó del reconocimiento de la crítica, dadas sus aportaciones a la consolidación de un lenguaje autónomo para el arte textil contemporáneo: buena parte de sus trabajos los realizó con técnicas derivadas del macramé, elevando las creaciones con tejidos de la época (en los sesenta y setenta alcanzaron gran desarrollo) a una dimensión escultórica que modificaba la percepción de los espacios circundantes y podía ofrecer al espectador experiencias sensoriales. Sus obras continúan conjugando hoy un refinamiento y un espíritu vanguardista, que, como nos da ocasión de comprobar de nuevo José de la Mano, las alejan por completo de consideraciones ornamentales o de los propósitos de la artesanía.
Formada en la Escola Massana, en sus primeros trabajos empleó las técnicas tradicionales del bordado tomando como referentes tanto a artistas vanguardias como los surrealistas, Klee o Torres García como al arte medieval (llegó a inspirarse en el Tapiz de la Creación de Girona, datado entre los siglos XI y XIII).
A principios de los sesenta diseñó asimismo vestuario teatral: el correspondiente a la versión catalana de La rosa y el anillo de William Thackeray, desde un carácter experimental que evocaba el Ballet Triádico de Oskar Schlemmer, el introductor del propio teatro en los talleres de la Bauhaus de Dessau. Y también investigó con collages, camino que la conduciría a la realización de piezas basadas en el patchwork y de cajas, semejantes en apariencia a relicarios, elaboradas con telas de segunda mano que encontraba en mercadillos.
Aquellas indagaciones suponían, en el fondo, sus inicios en la tridimensionalidad: fue entonces, a mediados de la década de los sesenta, cuando descubrió las posibilidades del macramé, técnica de la que empezó a servirse en 1969 para las esculturas textiles Homenatge a Gaudí o Esfera i ploms: las cajas de metacrilato en torno a esos trabajos no son tanto contenedor como parte de las obras. Aquellas piezas ganarían en ocasiones carácter monumental y otras veces ligereza: a la V Biennal Internacional de Lausanne presentó Muñoz Tres personatges (1971), un proyecto en el que desafió la abstracción formalista a la que tendía la producción en macramé al aludir a la rígida vestimenta barroca típicamente española o a la propia naturaleza. Combinaba formas de anudar populares con otras tomadas de las culturas orientales, explorando así peculiaridades del tejido en función de sus contextos de uso.
Tanto la segunda mitad de los sesenta como los setenta fueron años de expansión internacional de la obra de Aurèlia, presente entonces en media docena de ediciones de la mencionada Bienal de Lausanne y en la de São Paulo en 1973. Entre sus fuentes de inspiración ganaron progresivamente peso las naturales, como los árboles y las estrellas, pero también se fijó en la indumentaria medieval, sobre todo en las capas, e incorporó ocasionales referencias al momento histórico de Transición en España (Esser social, 1976).
En línea con esas fuentes, estas obras solían ocupar el espacio de forma orgánica. Sus hilos bailaban y sus planos se entrecruzaban; sin embargo, y frente a la producción contemporánea de Eva Hesse, que asimismo utilizó hilo o cuerdas junto a látex, Muñoz tendió siempre al orden compositivo.
Con el tiempo, también a la levedad: lo vemos en sus miniaturas textiles, que acomodaba a las cajas de metacrilato de las que hablábamos para abordar poéticamente las relaciones entre espacio y obra en piezas como Cometa en un espai tancat (1974), Nus (1978) o Retorn al infinit (1978). Trabajó asimismo con lonas, evocadoras de velas de barcos o de alas de pájaro: son estas obras más monumentales pero de estética constructiva y de una poética igualmente liviana e incluso aérea; con ellas intervino el Palacio de Cristal madrileño o la Fundación Rodríguez Acosta granadina en 1982. Para sus maquetas empleó papel, material que le descubriría nuevas posibilidades creativas ya en los ochenta.
“Aurèlia Muñoz. Textura, tensión, espacio (1970-1985)”
JOSÉ DE LA MANO GALERÍA DE ARTE
c/ Zorrilla, 21 Bajo Derecha
Madrid
Del 10 de septiembre al 31 de octubre de 2020
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