Cosmopolita y cultivado, el discurso plástico de Adolfo Barnatán, afronta el reto de situar la poética de las vanguardias de principios del siglo XX en el entorno actual, donde el objeto escultórico se desliga de sus cualidades matéricas, y su evocación está en el ámbito del consumo. Desde unos planteamientos esenciales cercanos a los de Brancusi, Jean Arp y Henry Moore, su obra, heredera también de la impronta surrealista, transgrede, sin embargo, las necesidades referenciales, para transportarnos a un universo poético privado, construido esmeradamente por el autor, donde los vínculos se establecen en la virtudes esenciales de la escultura tradicional, es decir: la opacidad, textura y brillo de los materiales, el refinamiento de las insinuaciones plásticas y la efectividad en el manejo de la escala. Destacan sus exposiciones individuales en la Galería Aele, Madrid (1991), Galería Artespacio, Madrid (1993), Galería Barcena & Cía, Madrid (1995), y Galería Metta, Madrid (1988).