Fue uno de los grandes retratistas de finales del s XIX y de las primeras décadas del XX, lo aclamaron a ambas orillas del Atlántico y se relacionó estrechamente con los mejores artistas, escritores, actores y músicos de su época, a los que también retrató en pinturas que rara vez le fueron encargadas y en las que, por ello, Sargent mostró la vertiente más íntima y experimental, distintiva y personal, de su trabajo frente a la rigidez de los códigos de retratos más formales.
La National Portrait Gallery de Londres abrirá el 12 de febrero una gran muestra centrada en los retratos que el pintor de origen florentino llevó a cabo en Londres, París y Boston, así como en sus viajes por las campiñas italiana y británica. Serán cerca de setenta las piezas expuestas, procedentes de colecciones privadas europeas y americanas, entre ellas las dedicadas a Auguste Rodin, Claude Monet y Robert Louis Stevenson.
En 1886 Sargent trasladó su taller a Londres tras la reacción hostil que suscitó en el Salón parisino su Retrato de madame X
Hay que recordar que Sargent nació en el seno de una familia acaudalada americana que vivía en Europa desde 1854 y se formó en la Academia de Bellas Artes de Florencia y en París con Carolus Duran. En 1879 tuvo su primer éxito importante en el Salón francés precisamente con el Retrato de Carolus Duran (Sterling and Francine Clark Art Institute) y, en el otoño de ese año, viajó a España. Estuvo en Madrid cerca de un mes, dedicado casi exclusivamente al estudio de Velázquez, del que realizó diez copias en el Prado. Después visitó Granada, Ronda y Sevilla antes de pasar, a fines de año, a Marruecos.
En agosto de 1880 viajó con Paul Helleu a Haarlem para estudiar las obras de Frans Hals, otro pintor que le impresionó mucho.
A comienzos de los ochenta vivió por temporadas en Venecia, París, Londres y otras ciudades y, aunque no dejaría de llevar una vida itinerante, en 1886 trasladó su taller a Londres tras la reacción hostil que suscitó en el Salón parisino de 1884 su conocido Retrato de madame X, y desde entonces, Inglaterra se convirtió en el centro de su actividad pictórica, alcanzando allí una extraordinaria fama como retratista de la alta sociedad, de ahí este homenaje de la NPG.
La huella de Velázquez es clara en su obra, y quedó patente en un uso más refinado y sutil de la pincelada, la utilización de armonías cromáticas plateadas y una búsqueda clara de la captación de la atmósfera y de la sugestión del espacio a través de la luz. Para Álvarez Lopera, el retrato de Las hijas de Edward E. Boit (1882), es “como un intento de crear unas Meninas modernas, un homenaje al maestro en el que Sargent se sirvió del mismo formato cuadrado de la pintura del Prado, utilizó la convención velazqueña del retrato como escena cotidiana captada casualmente, jugó con una estructura de grandes formas cuadradas y rectangulares para la determinación del espacio e impregnó la escena de magia gracias al juego sutil y misterioso de la luz y al recurso, también tan velazqueño, de la imagen reflejada en el espejo y la creación de espacios ficticios”.
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