Apología a las consortes del trastorno

La Casa Encendida invoca a Jeanne Tripier: Creación y delirio.

Madrid,

Por Andrea Garcés Galarreta

Jeanne Tripier Croquis de fantaisie, 24 enero 1937 Tinta sobre papel 27 x 20,5 cm Foto: Amélie Blanc, Atelier de numérisation – Ville de Lausanne Collection de l’Art Brut, Lausana
Jeanne Tripier. Croquis de fantaisie, 24 de enero de 1937. Foto: Amélie Blanc. Collection de l’Art Brut, Lausana

Psicosis alucinatoria crónica. Excitación psíquica. Verborrea. Megalomanía. Relegada al ostracismo en el sanatorio mental Maison Blanche, en las proximidades de París, se oyen ecos de la Planetaria, mujer que convocó la ilación entre los que ocupan un lugar distinto en la memoria y los que todavía sucumben a la existencia y lo mundano. Como Médium de primerísima necesidad en un medio asaz hostil como las dos guerras mundiales en las que se emplazó su falta de adhesión al imperativo social, teje estos días Jeanne Tripier, en el manto de la madrileña Casa Encendida, su legado artístico.

Entre dos tierras, la de los muertos y la de los aferrados a la vida, el mundo de los cuerdos y los locos, entre el arte y el lunatismo, entre institución y marginalidad, se labra la herencia estética de la portavoz femenina del Art Brut, forjada en resistencia y tricotada en lo divino. No era otra que la voz de Juana de Arco la que Tripier hizo suya. Ambas elegidas por designio divino. Voces diferentes pero unísonas, con un claro objetivo: salvar Francia de la catástrofe. Haciendo de su asilo en el sanatorio mental su propio Orleans y campo de batalla y sin otra complicidad que la mirada de Jean Dubuffet, artista que puso en valor eso que la dicción cuerda señalaba con dedo acusador, calificándolo de demente. La locura se puede bordar, tiene nombres y apellidos de Mujer. Aires divinos y osamenta de talismán.

 

Jeanne Tripier Sin título, entre 1935 y 1939 Bordado de algodón sobre tela 8,5 x 9 cm Foto: Sarah Baehler, Atelier de numérisation – Ville de Lausanne Collection de l’Art Brut, Lausana
Jeanne Tripier. Sin título, entre 1935 y 1939. Bordado de algodón sobre tela. Foto: Sarah Baehler. Collection de l’Art Brut, Lausana

Son muchas las que reivindicando el derecho a la diferencia han sido tristemente ancladas a la condición psiquiátrica. Las mujeres, tildadas de consortes del trastorno por los más asustadizos, gozamos de una tradición más que larga en soportes de laya de lo más variada: Constance Lloyd y su locura pélvica, la ira jacobina de Théroigne de Méricourt, Virginia Woolf y el Fin del Viaje, que no del problema. Juana de Arco y Tripier son sólo un eslabón más de esa cadena que en cotidianidades contemporáneas, a nosotras las mujeres, asfixia. La mirada lacerante de la hegemonía acusó a las más ávidas, y se cierne todavía hoy sobre nosotras, para alterne de otros, el de los señores de la guerra. Aún sin una clara solución, la exposición de las revelaciones místicas de Tipier arroja luz sobre esta problemática de género e impulsa la siembra de la agriedad en boca, la transmisión de todo un caudal de desavenencia e inconformismo, motor patente del cambio social. Recuerdan que la tierra prometida todavía nos pertenece y está a la espera de ser conquistada, con la gracia divina que las Juanas reivindicaban, o sin esta. Resulta imposible pasar desapercibido que el aflorar de iniciativas comisariales y expositivas de este tipo suponen más que un soplo de aire fresco, aflojan el yugo que disnea a la mujer en el Arte, desencorsetando nuevas realidades y toda una cosmología creativa, que contundente y de mirada púgil, insta a retar a aquellos que desde las sombras y el ruido, criminalizan lo femenino. Del Calvario a la la Trinidad: pinturas con tinte de pelo, crochet de hilos y cabello altivo, narraciones en horizonte. Hasta el 5 de enero, bajo el comisariado y empeño de Aurora Herrera, en la Casa Encendida.

Jeanne Tripier Sin título, 7 febrero 1938 Tinta sobre papel 22 x 17 cm Foto: Jean-Marie Almonte, Atelier de numérisation – Ville de Lausanne Collection de l’Art Brut, Lausana
Jeanne Tripier. Sin título, 7 de febrero de 1938. Tinta sobre papel. Foto: Jean-Marie Almonte. Collection de l’Art Brut, Lausana

 

 

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