Fernández Alvira y la memoria del fluir

La producción de Antonio Fernández Alvira parte de dibujos que nunca traza con rapidez, sino borrando y recomenzando, sometiendo al papel a un proceso de construcción que tiene sus analogías en el de la consolidación de una personalidad artística; más adelante, hace saltar estos dibujos a las tres dimensiones, generando instalaciones que también son frutos de procedimientos lentos y que invitan a la reflexión sobre lo que era sólido, sobre la fragilidad de arquitecturas aparentemente estables y el engaño que puede subyacer tras lo que parece evidente.

Muchos de sus trabajos han tenido hasta ahora que ver, asimismo, con lo identitario: era el caso de los papeles bordados que conformaban Constructing my identity (2008-2009), de las acuarelas de la serie De valores y mentiras (2011), en relación con los clichés asociados a lo masculino, o de Soldiers (2013), un conjunto de gouaches y de composiciones en tinta sobre papel en las que presentaba soldados sin rostro pero cubiertos de insignias, en alusión a la relevancia que concedemos al poder y sus símbolos frente a la dada a nuestra personalidad. Después llegarían sus citadas instalaciones arquitectónicas y escultóricas, en las que explora la vulnerabilidad de lo que parece inexpugnable.

Desde el próximo 28 de enero, este artista oscense presentará en el Patio Sur del Centro Conde Duque de Madrid la instalación Memoria de forma, nacida de su voluntad por experimentar con las formas, con su acumulación y modelado, buscando mediante distintas acciones, y tensiones, dar lugar a nuevas obras, como recipientes derivados de un recipiente. Unidas a las estructuras arquitectónicas que las sostienen o albergan, entran en diálogo con el lugar donde se exhiben.

Las piezas que articulan este proyecto hacen referencia, además, a ausencias: las de elementos o fluidos que requieren de continentes físicos y que, cuando existen, se amoldan a la cavidad que los cobija, no dándose fuerzas de recuperación elástica como en el caso de los sólidos; lo líquido y lo blando continuamente se deforman ante cualquier presión, por suave que sea. En suma, ha querido plantear Fernández Alvira en Conde Duque un laboratorio dedicado al estudio de la noción de la ausencia de memoria de la forma y del fluir, analizando la relación entre el cuerpo-estructura-recipiente y el fluido-contenido.

Los elementos que integrarán este laboratorio remitirán a las tradicionales ánforas, vasijas, jarrones, jarras, vasos, cuencos… El autor ha estudiado sus formas y materiales a través de ejercicios de descomposición y fragmentación, trabajando con esos recipientes para su elaboración en fresco junto a un alfarero, el último de una extensa saga en un pequeño pueblo de Huesca, en la misma comarca de donde procede su familia. Apunta él mismo los paralelismos: He pretendido también trabajar con el entorno de donde provengo, y que a mí me ha ido construyendo y dado mi forma.

Antonio Fernández de Alvira. Memoria de forma. Fotografía: Azkuna Zentroa
Antonio Fernández de Alvira. Memoria de forma. Fotografía: Azkuna Zentroa

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