Hemos podido contemplar sus trabajos en tantas ocasiones en interiores como en exteriores, y hay una causa para ello que va más allá de su atención a la naturaleza y a la relación de la sociedad con ella: al artista británico Antony Gormley le interesan los vínculos entre el cuerpo humano y el espacio, y concibe el primero, devenido en escultura, como objeto y como lugar a un tiempo. Sugerentes y dramáticas, sus instalaciones hacen referencia a las emociones que habitan lo visible desde su posición de invisibilidad, a nuestra actitud cuando nos perdemos o a lo que lo físico implica respecto a ausencias y presencias. Bajo sus figuras -en ocasiones solitarias, a veces integrando grupos-, elaboradas en materiales como acero, hierro o plomo, quedan vacíos que podrían ser ocupados por cuerpos, y a ellos los rodean otras figuras, las nuestras, que formamos parte de la propia producción de este autor al caminar en torno a ellos. No podremos ser, así, contempladores pasivos.
Este otoño, el Musée Rodin de París recibe a Gormley para presentar su muestra “Critical Mass”, que ocupa todos los espacios de este centro (colecciones permanentes, jardín, salas de exposiciones temporales, galería de mármoles) propiciando que los visitantes puedan encontrar lazos entre sus trabajos y los del escultor galo en cuanto a su utilización del cuerpo, como motivo escultórico pero también como herramienta para la puesta en cuestión de asuntos filosóficos o creativos.
La pieza que da título a este proyecto, Critical Mass II (1995), es igualmente la instalación principal del recorrido y se ha emplazado en el jardín y la sala de temporales: se compone de sesenta esculturas de tamaño humano en las que Gormley ha desplegado una docena de posturas que entiende fundamentales en nuestra manera de movernos; esas disposiciones llegó a moldearlas cinco veces para después situar las figuras en diferentes ubicaciones, buscando que en conjunto generaran una sensación de extrañeza o absurdo -las veremos gateando, agachándose o arrodillándose-. Otras piezas, de pie, parecen dirigirse hacia la Puerta del infierno de Rodin y en la sala de exposiciones asistiremos a un choque de cuerpos, como si algunos hubieran sido arrojados al suelo; este trabajo parece venir a subrayar la esencia material que tienen en común piel y escultura, recalcándola en esa variedad de contextos.
En la galería de mármoles nos esperan sus seis Insiders y cuatro esculturas más parecen dialogar, en el corazón del Hôtel Biron, con obras maestras del autor de El beso. Además, con el fin de que el espectador pueda adentrarse en los métodos de trabajo de Gormley y en el rol de sus colaboradores -Rodin también contaba con ayudantes y producía colectivamente sus piezas-, una serie de estudios del británico se exhiben junto a modelos del francés. Destaca la presencia de un molde en yeso de Gormley junto al Estudio de una bata de Balzac, de Rodin; ambos artistas utilizaron ese recurso, el del molde, como base de sus procedimientos y como fuente constante de renovación.
Podremos indagar, asimismo, en más de doscientos cuadernos de Gormley que vienen a glosar sus cuatro décadas de dibujo y observación de nuestra fisicidad; ha confesado el londinense, que ha tratado, además, de ahondar en las tensiones internas del cuerpo y en su necesidad de cobijo, que Rodin continúa siendo una referencia esencial para los escultores actuales porque liberó a esta disciplina de infinitas convenciones, conjugando técnicas y materiales del pasado y del presente de forma profética; también porque llevó al límite sus deseos de experimentar haciendo suyos los métodos de reproducción surgidos en la era industrial.
“Antony Gormley. Critical mass”
77 rue de Varenne
París
Del 17 de octubre de 2023 al 3 de marzo de 2024
OTRAS NOTICIAS EN MASDEARTE: