Ana Teresa Barboza, consolidada artista limeña cuya obra ha sido expuesta recientemente en el MALBA argentino y en La Iberoamericana de Toro y que también ha participado en las Bienales de Cuenca (Ecuador), Paiz (Guatemala) y Sydney, suele valerse del bordado y otras técnicas tradicionales para materializar el fruto de sus observaciones y meditaciones sobre el entorno cercano, entendiendo por tal tanto la naturaleza como sus relaciones con los demás. Incluso establece paralelismos entre esos procedimientos manuales que emplea y el orden natural, entre sus hilos y las estructuras de las plantas, y en ocasiones trata de subvertir estas últimas: recompone experimentalmente la apariencia de ciertas especies para invitarnos a contemplar de otro modo el paisaje.
Hasta el próximo noviembre, la sala La Gran presenta en Madrid, en colaboración con Espacio Líquido, su proyecto “Rituales”, que deriva de una estancia durante varias semanas en la localidad oscense de Laguarres, participando en la residencia Villa Bergerie, dirigida por Jonathan Hammer. Enlaza la peruana contemplación del medio y labor textil a partir del análisis de los elementos naturales dominantes en la comarca de Ribagorza y de las propiedades de las plantas que allí ha encontrado y reflexiona también sobre las transformaciones padecidas por la naturaleza y todo lo que en torno a ella se ha olvidado.
Si sus anteriores propuestas estaban estrechamente ligadas a las lanas, tintes y juncos de su país o al legado textil de la cultura Paracas, esta vez su materia prima han sido cuadros estratigráficos, mapas geológicos y la flora de Huesca, que han servido igualmente a sus fines introspectivos. Tras recorrer el río Isábena, que nace en los Pirineos y transcurre por buena parte de esa provincia, y fijarse en el quejigo, el álamo negro, la viborera y en rocas como el conglomerado, ha tratado de integrar en su producción esos lugares por la vía, de nuevo, del bordado y del tejido: no solo ha atendido a las cualidades físicas de estos elementos naturales, sino también a la historia transcurrida en torno a ellos y a lo que contienen de ritual y simbólico.
Su acción de tejer la urdimbre del algodón, sometida a un tiempo que no se puede forzar y necesariamente basada en gestos repetidos, puede hacernos pensar en los ciclos naturales, como naturales son, claro, los pigmentos e hilos que ella utiliza, desde inquietudes cercanas a la ecología. En un primer acercamiento a Laguarres, recolectó especies vegetales propias (cardo corredor, ajonje, olivarda, corcoja, gordolobo), experimentando con tintes sobre ellas para, a continuación, diseñar piezas de gran tamaño sirviéndose de cáñamo y del mencionado algodón, que aluden al contexto local, y por tanto a su historia y sus leyendas, en proceso de olvido dada la despoblación y el culto a la producción masificada (el cultivo de la fibra de cáñamo ha quedado relegado en favor de tejidos sintéticos).
En sus tramas expuestas, la tintura de la planta sobre la fibra deviene registro del suelo y del entorno en un sentido amplio, entrecruzándose lo duro y lo blando; también del pasado: pueden concebirse metafóricamente los suyos como tejidos sociales que se nutren de prácticas de distintas comunidades y en los que se hace hincapié en la necesidad de respetar los recursos de la tierra, no puntualmente sino como forma de vida.
En una de las piezas que exhibe La Gran incorpora Barboza todos los colores de los minerales que componen las rocas de donde aquellos proceden; otra representa diferentes elementos geológicos tejidos en un mapa de las formaciones rocosas propias de la superficie de Huesca. Explica la artista que entre la obtención de los tintes, el trabajo de bordado y las tramas del tejido, mi cuerpo trata de incorporar un nuevo tiempo al ritmo de los ciclos naturales. Los textiles no solo dejan constancia de rituales de movimientos de un cuerpo sino que además nos muestran imágenes que intentan develar la continuidad y las relaciones entre lo animal, lo vegetal y lo mineral. La fibra del animal absorbe los tintes de las plantas, casi de la misma forma que las plantas absorben los minerales de la tierra (…) La práctica del tejido y la urgente observación de un entorno me permite crear nuevos vínculos entre la solidez de las piedras y la fragilidad de las plantas. La adaptación fluye cuando mi cuerpo empieza a incorporar caminos, árboles y temperaturas. Mediante el textil la adversidad se vuelve dócil.
Ana Teresa Barboza. “Rituales”
c/ Nicolás Morales 38, 1º Nave 8B
Madrid
Del 8 de septiembre al 5 de noviembre de 2022
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