Cuando se cumple un siglo del nacimiento de Álvaro Delgado Ramos, y seis años desde su muerte, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando brinda a este artista una muestra antológica que han comisariado Víctor Nieto Alcaide y Tomás Paredes. Además de como retrospectiva y como homenaje, se ha planteado como recuerdo de la evolución de esta institución desde que fue baluarte de la tradición hasta su actual rol en la divulgación de las nuevas corrientes artísticas y, también, como rememoración de las tareas que Delgado Ramos llevó a cabo como académico: fue elegido en 1973, ingresó con un discurso dedicado al retrato como aventura polémica (ese género es muy representativo en su producción) y estuvo al frente de la Calcografía Nacional entre 1989 y 2006, situándola como espacio de referencia en lo relativo al arte gráfico.
Ciñéndonos a su actividad artística, tuvo Delgado Ramos un rol destacado en el asentamiento de la modernidad pictórica española tras la Guerra Civil; en un primer momento se orientó hacia el paisaje y se aproximó a la Escuela de Vallecas, descubriendo junto a Alberto Sánchez, Benjamín Palencia y otros autores de su generación el potencial del paisaje de la meseta, árido e infinito. Desde entonces su terreno sería siempre el de la figuración, concebida desde una perspectiva apegada a su tiempo pero alejada de formas radicales de vanguardia.
Junto a numerosos paisajes (en Castilla y en la localidad madrileña de Olmeda de las Fuentes, pero también en Asturias), realizó bodegones y retratos, género que constituyó, prácticamente para él, una obsesión. En sus lienzos quedaron algunas de las figuras más importantes de nuestro país en la segunda mitad del siglo XX y otras ya fallecidas cuando él las retrató, las conociese o no, porque Delgado Ramos no entendía este tipo de obras como representaciones, más o menos fidedignas, de un modelo, sino como la captación de personalidades o de las huellas que estas dejaron, al margen de su efigie. Esa es, asimismo, la razón de que concediese mayor importancia a la plástica de estas imágenes que a sus aspectos miméticos, rasgo especialmente presente en el caso de esos trabajos que brindó a personajes del pasado, en los que las alusiones a su apariencia son circunstanciales.
En el fondo, independientemente de que nos situemos ante retratos, naturalezas muertas o vivas, el eje de la obra del que fuera académico es la pintura misma. Si sus lienzos primeros se ciñen de forma más estructurada a los temas tratados, progresivamente evolucionó hacia formas más libres y espontáneas en la construcción de las composiciones: paulatinamente avanzó hacia el cultivo del acto personal de pintar, de la atención a la materia, la forma y el color por encima de otros valores organizativos del lienzo. Tanto que, en su etapa final y siguiendo sus propias experiencias, rozó los postulados de la nueva figuración.
“Álvaro Delgado (1922-2016). Centenario de un pintor”
REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO
c/ Alcalá, 13
Madrid
Del 7 de octubre al 11 de diciembre de 2022
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