Lo cotidiano, esa materia de inspiración sin fin para el arte contemporáneo, es también la base de buena parte de la producción de Enrique Marty: este artista salmantino encuentra extrañeza en lo que nos es inmediato, y a veces también violencia, tensión, angustias… una inquietud nacida de ese punto nebuloso en que confluyen lo grotesco y lo siniestro.
Frescura y potencia expresiva son la clave de sus instalaciones, sátiras que demuestran que casi cualquier tema es susceptible de ser enfocado desde un punto de vista alejado del tópico.
Su proyecto más reciente, “Alguien, creyendo que hacía algo bueno, liberó a las serpientes”, lo presenta desde el 11 de noviembre en la Capilla del Museo Patio Herreriano de Valladolid. Esta muestra puede relacionarse estrechamente con la que presentó a finales del año pasado en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid, “Reinterpretada I”. Si en aquella ocasión realizó interpretaciones muy personales de las obras de la colección del Lázaro Galdiano y las introdujo entre sus fondos desafiando al público a que las descubriera, en Valladolid Marty nos muestra una instalación formada por medio millar de obras de la serie Falls of the Idols, que partió de la recopilación de fotografías realizadas por el propio artista en museos, monumentos públicos o templos de varias religiones.
Nos muestran objetos rituales, representaciones de deidades de varias culturas, esculturas de diversos estilos, obras contemporáneas por todos conocidas…en definitiva, piezas que tendemos a valorar por su antigüedad, belleza o significado, por su simbolismo político, ideológico o espiritual; obras que hoy veneramos.
Como imaginaréis, el siguiente paso fue llevarlas a tierra. Para ello, Marty invitó a su taller a personas no relacionadas de forma profesional con el arte con la intención de que crearan con su ayuda sus propias versiones de los objetos que él había fotografiado. El resultado fueron piezas tridimensionales elaboradas con material sobrante en el estudio, trabajos de carácter escultórico en los que es inevitable apreciar la libertad creativa de sus autores.
Está presente el sello de Marty: muchas son crudas y violentas y no falta ni el sentido del humor ni la crítica más o menos explícita hacia algunos de nuestros pedestales, físicos y mentales.
Nos enfrentamos, en definitiva, en el espacio de por sí simbólico de la capilla del Patio Herreriano –que podemos entender como otra obra más, en tanto que espacio desacralizado-, a la pérdida de ideología y a la descontextualización de los que, de alguna manera, son nuestros ídolos. Marty y sus colaboradores los han convertido en productos de aire tragicómico que ponen en cuestión nuestras creencias (culturales, sociales) dominantes.
La primera fase de este proyecto, compuesta por doscientas piezas, pudo verse hace dos años en Bruselas como parte de la muestra “Cultural Freedom in Europe” y las piezas que ahora podemos contemplar en Valladolid forman parte de una segunda fase.
Atención a su montaje: las más de trescientas obras se han dispuesto de modo quequede en torno a ellas un perímetro libre, a modo de deambulatorio intencionado que el público pueda recorrer, si lo desea, en silencio y recogido. Pura ironía.
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