Alex Katz y la síntesis

El Museo Thyssen presenta su primera retrospectiva española

Madrid,

Al arte de Alex Katz solemos asociarlo a una seducción inteligente: es autor de retratos de figuras planas y optimistas, habitualmente ociosas y trazadas con un esquematismo que elude sus inquietudes, las nubes negras; también de paisajes en los que ha sintetizado tanto la naturaleza observada por sus ojos como la que percibía en su interior de manera simultánea, por eso el americano describe estas piezas como la captación de un flash antes de que su mirada enfoque la imagen.

Fue precursor de una figuración limpia en sus comienzos, mientras triunfaban en Estados Unidos los trabajos de expresionistas abstractos que volcaban su vida interior en enormes lienzos sin espacios en blanco (Pollock lo cambió todo, dice). Con ellos sí tuvo en común, no obstante, el desarrollo de una pintura fundamentalmente rápida y física, aunque en su caso la composición no tenga nada de espontánea, y también próximo al Pop Art, pero sin ligarse a él, optó por cultivar una obra tan atractiva como alejada de excesos temáticos, estéticos y desde luego sentimentales.

Ha protagonizado Katz varias exhibiciones en España, parciales, algunas en la que fue Galería Javier López & Fer Francés, pero es ahora cuando el Museo Thyssen-Bornemisza ofrece su primera antología en nuestro país, comisariada por Guillermo Solana y organizada con la colaboración del propio autor, que a sus 94 años permanece en activo y confiesa tener la sensación de que pierde el tiempo cuando se encuentra fuera de su estudio, que no cuando no está necesariamente trabajando: entiende que pensar y aprovechar los momentos vacíos forma parte de sus procesos.

Se nutre el recorrido de 35 óleos de gran formato, entre retratos individuales y grupales, paisajes y flores, además de algunos estudios, y se fechan estos trabajos entre 1959 y 2018, de modo que podremos atender a su evolución, que parece en un primer vistazo no ser muy marcada (ha mantenido su interés por los mismos motivos, y a veces las mismas musas), pero que sí se manifiesta en la adopción de nuevos enfoques sobre ellos.

Alex Katz. The Red Smile, 1963. Whitney Museum of American Art. Adquirido con fondos del Painting and Sculpture Committee, Nueva York. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022
Alex Katz. The Red Smile, 1963. Whitney Museum of American Art. Adquirido con fondos del Painting and Sculpture Committee, Nueva York. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022

Sería en la Escuela Skowhegan de pintura y escultura de Maine, en la que Katz se formó tras pasar por el Instituto Woodrow Wilson y la Cooper Union de Manhattan, donde le aconsejaron ahondar en la representación del natural, sugerencia que siempre ha cumplido porque sintió que en ese momento le dieron, en sus palabras, una razón para dedicar su vida a la pintura. A principios de los cincuenta, instalado en Manhattan, se empleó primero en una empresa de enmarcados y realizando murales, pero pronto comenzó a exponer: junto a su primera mujer, Jean Cohen, en 1951, y ya en solitario en 1954.

Esa década de los cincuenta estaría marcada para el artista por las dudas creativas hasta que, paulatinamente, fue haciendo del retrato su terreno de juego, siempre desde una perspectiva no psicológica, atendiendo al aspecto básico de las figuras y dejando a un lado posibles implicaciones emocionales. En un primer momento fueron sus modelos amigos cercanos y su segunda esposa, Ada Moro; a ella, de hecho, le ha dedicado cerca de un millar de imágenes y, tempranamente, convirtió además en su sello los fondos planos y monocromáticos, de modo que los retratados quedaban situados en espacios desnudos y carentes de referentes, incluso de fuentes lumínicas.

Más tarde, bajo la influencia del cine y de la estética de las vallas publicitarias y desde la intención de conceder a sus trabajos figurativos las dimensiones de los lienzos de los expresionistas abstractos, aumentó la escala de sus composiciones. El cambio provocó necesarias transformaciones en el tratamiento de los rostros, con rasgos fragmentados, planteados desde encuadres ajustados o drásticamente recortados, como en las obras distantes en el tiempo The Red Smile (1963) y Red Coat (1982). No es casual que a fines de los setenta le encargaran un mural para Times Square que había de competir con sus anuncios: se trataba de Nine Women, formado por una veintena de primeros planos femeninos, y para Katz descubrir que su pintura podía ser tan potente como la propaganda de ese lugar fue una experiencia fue muy intensa.

Alex Katz. The Black Jacket, 1972. Colección privada, Suiza. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022
Alex Katz. The Black Jacket, 1972. Colección privada, Suiza. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022

Ahondando en las posibilidades de sus retratos, llevaría a cabo los de carácter doble o múltiple. Tampoco entonces quiso profundizar en la personalidad de sus elegidos, ni en la evolución de sus facciones en el tiempo, sino presentarlos desde varios puntos de vista; en el Thyssen contemplaremos The Black Jacket (1972), compuesto por cinco imágenes de una secuencia desde varios ángulos, frontales o de perfil. Sus repeticiones serían anteriores a las de Andy Warhol, y su técnica, completamente distinta a la del autor pop: si aquel la automatizaba en serigrafías, Katz volvía a pintar desde cero la imagen de la modelo en cada repetición, obteniendo en todas las ocasiones resultados diferentes. Otros retratos múltiples llegados a Madrid son los más recientes Nicole 1 (2016) y Vivien (2016).

Alex Katz. Summer Tale, 2006. Óleo sobre lienzo. 274 x 366 cm. Colección privada, cortesía López de la Serna CAC, Madrid. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022
Alex Katz. Summer Tale, 2006. Colección privada, cortesía López de la Serna CAC, Madrid. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022

En paralelo también desarrolló imágenes grupales en las que captó reuniones de poetas, críticos, fotógrafos y pintores que le eran cercanos. Once de ellos aparecen en The Cocktail Party (1965), y son perfectamente reconocibles, como lo eran los realistas franceses en sus composiciones decimonónicas con espíritu, hasta cierto punto, similar. Dado el estatismo de aquella escena, trató de incorporar movimiento en Thursday Night #2 (1974), una conversación entre cinco amigos junto a los que cuelga un gran retrato de Ada, o Round Hill (1977), grupo de figuras tomando el sol en la playa, entre las que apreciamos, de nuevo, a su mujer y su hijo, Vincent Katz.

Alex Katz. Round Hill, 1977. Óleo sobre lienzo. 180 x 244 cm Los Angeles County Museum of Art, donación de Barry y Julie Smooke, Los Ángeles. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022. Foto © Museum Associates/LACMA
Alex Katz. Round Hill, 1977. Los Angeles County Museum of Art, donación de Barry y Julie Smooke, Los Ángeles. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022. Foto © Museum Associates/LACMA

En cuanto a los paisajes, los ha cultivado el pintor en los inicios de su trayectoria y treinta años después, desde mediados de los ochenta, tras protagonizar una retrospectiva en el Whitney Museum. Serían, cómo no, de gran formato, de entre tres y seis metros para que pudieran resultar envolventes al espectador, y en ellos otorgó importancia a las formas de los árboles y a las variaciones lumínicas. También le han interesado las flores, desde finales de los sesenta: les ha brindado extensos primeros planos, solas o en ramos, y se ha valido de ellas para ensayar composiciones y manejos espaciales sin las limitaciones que impone el cuerpo humano.

Finaliza la antología del Thyssen de la mano de Green Table (1996), una mesa de madera sobre la que veremos un conjunto de cabezas pintadas o cutouts, práctica esta que Katz empezó a emplear en 1959, casi azarosamente, con el fin de probar alguna tridimensionalidad en su pintura. Primeramente recortaba los dibujos que había plasmado en los lienzos, al no estar satisfecho con los fondos, y después los montaba sobre un trozo de madera; al gustarle el resultado, continuaría trabajando varias veces directamente sobre la misma madera u otros materiales, como el aluminio. Mostró estas piezas por vez primera en 1962, en la Tanager Gallery de Nueva York; entonces se las llamó Flat Statues y representaban retratos de amigos, artistas y literatos.

Hijo de inmigrantes rusos en América, el artista ha finalizado hoy la presentación de esta exhibición esperando que Ucrania gane la guerra.

Alex Katz. Gold and Black II, 1993. Cortesía de Peter Blum Gallery, Nueva York. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022
Alex Katz. Gold and Black II, 1993. Cortesía de Peter Blum Gallery, Nueva York. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022
Alex Katz. Apple Blossoms, 1994. Whitney Museum of American Art, Nueva York. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022
Alex Katz. Apple Blossoms, 1994. Whitney Museum of American Art, Nueva York. © Alex Katz, VEGAP, Madrid, 2022

 

Alex Katz

MUSEO NACIONAL THYSSEN-BORNEMISZA

Paseo del Prado, 8

Madrid

Del 11 de junio al 11 de septiembre de 2022

 

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