Decía Karl Ove Knausgaård, en su obra La muerte del padre, y es cita ya tomada por Aleix Plademunt en alguna de sus exposiciones y pertinente para acercarnos a su trabajo, que lo que es demasiado pequeño para verlo a simple vista, como las moléculas, lo ampliamos; lo que es demasiado grande, como el sistema de las nubes, los deltas de los ríos, las constelaciones, lo reducimos. Cuando lo tenemos al alcance de nuestros sentidos, lo fijamos. A lo fijado lo llamamos conocimiento. Señalaba también que, durante toda nuestra infancia y juventud, nos esforzamos por establecer la distancia correcta de cosas y fenómenos. Leemos, aprendemos, experimentamos, corregimos. Y un día llegamos a un mundo en el que se han fijado todas las distancias necesarias, y establecido todos los sistemas. Es entonces cuando el tiempo empieza a correr más deprisa.
En proyectos anteriores, este fotógrafo gerundense entablaba vínculos entre lo cercano y lo lejano, en referencia a nuestra búsqueda en otros destinos de ideas, sensaciones o encuentros que quizá estén, como punto de partida, dentro de nosotros, o exploraba las dicotomías entre imagen y territorio a la hora de definir un paisaje, concebido este no solo como conjunto de signos identitarios físicos y mensurables, sino también como un cúmulo de referencias visuales, en este caso fotográficas, con un rol propio.
Ahora, hasta el próximo julio y bajo el comisariado de Antonio M. Xoubanova, presenta Plademunt en la Sala de Exposiciones Canal de Isabel II de la Comunidad de Madrid “Matter”, una propuesta en la que continúan cobrando relevancia evidente las distancias pero cuyo centro es la materia como origen, porque mater significa tanto materia como madre en latín y porque las imágenes que componen la muestra nos llevan continuamente hacia atrás y hacia delante en el tiempo, hacia evocaciones de las partículas inertes e indivisibles primeras y a la vida a la que dará lugar su combinación.
Sabemos que fue una explosión de materia, el Big Bang, la que dio comienzo al universo y que la involucrada en nuestros ciclos vitales participa constantemente de otros nuevos (esa es, de hecho, una de las mayores certezas de la ciencia). El ser humano es fruto de una de las composiciones más evolucionadas de ese devenir y, buscando gozar del control de transformarlo, ha multiplicado dicha materia en compuestos cada vez más complejos, tanto en el laboratorio como en contextos más cotidianos; frente a la imitación de los procesos iniciales que explica la evolución, hemos hecho caminar esta por los pasos de la complejidad.
Forman parte de la exhibición fotografías realizadas en los últimos nueve años, y casi siempre en blanco y negro, en decenas de países, la mayoría europeos y americanos: en conjunto, y partiendo de ese sustrato científico, nos proponen una pausa para la reflexión sobre nuestro lugar como especie en el entorno y sobre nuestros nexos con él. Lo logra a partir de esquemas de relaciones, a veces nítidos y otras no tanto, que subrayan cómo avanzados dispositivos y estructuras actuales (arquitecturas, objetos, máquinas) tienen su punto de arranque en combinaciones de materia.
En la planta baja nos espera una experiencia inmersiva, a través de piezas que hacen referencia al concepto de origen: una proyección de seis metros de altura cuya imagen procede de una radiación de fondo cósmico; dos fotografías montadas en cajas de luz, otra de una puesta de sol el último día del año y, por último, la imagen más lejana que existe de la Tierra, que se llevó a cabo a 6.000 millones de kilómetros.
Para generar el efecto de que el sol se introduce en la sala, se han instalado placas solares en el exterior del depósito de agua: almacenan energía solar e iluminan las mencionadas cajas de luz. Además, en diálogo con esas obras veremos una fotografía de gran tamaño de un tzompantli escultórico en piedra; se trata de un altar en forma de bastidor donde se montaban conjuntos de cráneos, con el fin de honrar a los dioses, en la zona de Mesoamérica.
Ya en la primera planta, contemplaremos una compilación de imágenes de gran tamaño que exhiben materia en distintos estados: nacimientos, exploraciones, conquistas, colonizaciones o muertes; unas y otras fotografías, como decíamos, se interrelacionan y potencian mutuamente sus lecturas; por último, se han reunido combinaciones generadas con pliegos del libro AntiMatter, que completa el planteamiento de la exhibición. Se trata de páginas recombinadas en dípticos y trípticos que nos resultan átomos de composiciones: la materia y el contenido de esa publicación se han reorganizado y combinado para dar lugar a otras miradas hacia ese asunto del origen, en forma de estructuras nuevas.
Reservad tres cuartos de hora para adentraros, en la cúpula, en la película Un árbol es un árbol, que Plademunt ha realizado junto al cineasta Carlos Marques-Marcet. Reproducida en dos pantallas con voz en off, incide en las reflexiones ya suscitadas por la exposición y especialmente en la relevancia de la mirada, de la observación como gesto.
Esta exhibición forma parte de la programación oficial de PHotoESPAÑA.
Aleix Plademunt. “Matter”
SALA DE EXPOSICIONES CANAL DE ISABEL II
c/ Santa Engracia, 125
Madrid
Del 12 de mayo al 24 de julio de 2022
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