Ha contado Ai Weiwei que, durante su infancia en los desiertos chinos de Xinjiang, un ejemplar ilustrado de El Quijote que poseía su padre, el poeta Ai Qing, sirvió para que abriese su imaginación hacia escenarios más lejanos que los que se facilitaba a los niños educados durante la dictadura de Mao: nada había entonces más distante, para él, al materialismo dialéctico inculcado, que las peripecias de un hidalgo con problemas para distinguir lo real de lo imaginario.
Esa es la razón de que la retrospectiva que, desde este fin de semana, le dedica el MUSAC de León lleve por título “Don Quixote”: bajo el comisariado de Álvaro Rodríguez Fominaya, director de este centro, reúne cuarenta proyectos realizados en los últimos veinte años, como siempre a medio camino entre la creación pura y el activismo en favor de los Derechos Humanos. Esta muestra proporcionará, además, la oportunidad de conocer una serie de cuadros que Weiwei ha llevado a cabo recientemente con piezas de LEGO: son diecinueve las composiciones de este tipo que ha desarrollado, utilizando bloques de cuarenta colores, con el fin de recrear de este modo cuadros célebres de la historia del arte o imágenes tomadas de los medios de comunicación; para el artista, los juguetes de la firma han adquirido ya el rol de la atemporalidad, y los compara en ese sentido con los diseños textiles y de alfombras, la impresión con tipos móviles de madera de la dinastía Song o los antiguos mosaicos romanos.
LEGO al margen, otras creaciones reunidas en León suponen reinterpretaciones libres de los conceptos duchampianos de ready-made y objet trouvé (Lotus, Olive Tree Roots), evocaciones de técnicas tradicionales chinas (contemplaremos dos monumentales trabajos en bambú que aluden a la dinastía Ming) o traducciones visuales de los tropos lingüísticos del idioma chino, en algún caso devenidas también críticas a la censura en Internet (Un salto con Caonima). La defensa de la libre expresión y de un sentido humanitario y generoso de la vida se hace patente en buena parte de sus esculturas, fotos, cerámicas, pinturas o propuestas ligadas a la escritura.
Una de esas grandes obras en bambú es El ciclo de la vida (2018); Weiwei empezó a valerse de ese material, utilizado en la elaboración de cometas desde el final de la Edad Media, hace más de una década. En este caso con él ha construido una lancha llena de figuras en su interior, en referencia a las precarias embarcaciones en las que los migrantes cruzan mares para llegar a Europa; varias de esas figuras portan las cabezas de los animales del zodiaco chino. Oscila este transporte entre lo etéreo y lo duradero, el aire entre las piezas permitirá que el público pueda mirarlas sin reparar en el drama al que aluden, situación semejante a la que se da, quizá, ante la información sobre los naufragios en los medios.
Temática similar comparte Bola de cristal; en una de gran tamaño, ligada a la videncia, nos asomaremos a un mundo invertido de realidad desenfocada. La pieza es pesada, pero se sostiene sobre un montón de chalecos salvavidas procedentes de Lesbos y utilizados por quienes huyen de sus países. La suerte de esa bola-mundo es inestable y precaria, pero no dependería del azar o del destino, sino de nuestra acción ante estas catástrofes.
Tallas, cerámicas y pinturas murales antiguas de Grecia y Egipto, junto a iconografía hallada en la red, inspiran en lo formal Odisea, un friso en papel pintado referido a varias formas de conflictos modernos; se articula en torno a seis asuntos: la guerra, las ruinas, el viaje, la travesía marítima, los campos de refugiados y las manifestaciones. Se relaciona este proyecto, en cuyo dibujo invirtió Weiwei medio año, con el documental algo anterior Marea humana, relativo a las migraciones forzosas y filmado en más de una veintena de países y en cuarenta campos de refugiados.
El cristal volveremos a encontrarlo en la instalación La comedia humana; procede de Murano y allí, justamente, se fabricó esta inmensa lámpara de araña negra, de casi tres toneladas de peso. Ese objeto en su versión clásica es aquí reinventado mediante el ensamblaje de figuras mitológicas, calaveras humanas, esqueletos y órganos internos, huesos y animales como cangrejos y murciélagos. Encarna la relación hoy compleja entre la humanidad y la naturaleza, un equilibrio sobre el que Weiwei reflexionaba ya antes de la pandemia y, especialmente, tras ella.
El grabado también está presente en esta exhibición: veremos una docena de serigrafías que tienen su origen en una extensa serie fotográfica, Study of Perspective. En ella, este autor captaba su mano haciendo la peineta frente a distintos centros de poder internacionales: comenzó en la plaza de Tiananmén para seguir después en la Casa Blanca, la Torre Eiffel, el Reichstag… Para transformar esas instantáneas en estos grabados, Weiwei las rediseñó con cuatro o cinco colores, vivificando el resultado. El nombre del proyecto, además de recordar que no tiene un cariz solo político sino también plástico, cuestiona la perspectiva que podría prevalecer ante estas piezas: la del propio Weiwei, la del público o la que podría derivarse del establishment imperante.
En cuanto a sus producciones con LEGO, pueden destacarse tres: Iluminación, El 3 de mayo y Don Quixote. La primera se basa en un selfie tomado en Chengdú en 2009, mientras este autor participaba en acciones populares destinadas a exigir transparencia en la investigación de las muertes causadas por el terremoto de Sichuan en 2008 (más de 5.000 escolares perdieron la vida). Es importante el contexto de la imagen: Weiwei creó esta obra cuando había acudido a esa ciudad para testificar a favor de Tan Zuoren, un activista y escritor detenido por su implicación en la investigación sobre estos hechos. De noche, recibió en el hotel una paliza de la policía y, cuando esta lo sacaba del establecimiento, capturó la foto en el ascensor.
La recreación de El 3 de mayo de Goya, de manera muy clara, enlaza los actos de dominación y castigo pasados y los actuales; el rostro de uno de los asesinados se ha sustituido por el de Weiwei. Y por último, Don Quixote: su representación de la figura cervantina se inspira en la que le brindó Picasso en el semanario Les Lettres françaises, y Weiwei ya se fijó en ella en otra ocasión, cuando la hizo suya en 1977 para una cerámica. Supone, en todo caso, un potente recordatorio de los vínculos de la obra del chino con la palabra escrita.
Ai Weiwei. “Don Quixote”
Avenida de los Reyes Leoneses, 24
León
Del 9 de noviembre de 2024 al 18 de mayo de 2025
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