Javier Codesal. Ponte el cuerpo
DESDE EL 18/04/2015 HASTA EL 06/09/2015
MUSAC, MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO DE CASTILLA Y LEÓN
LEÓN
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La innegable importancia de la imagen en movimiento tanto en las múltiples manifestaciones de la cultura contemporánea en general como en las artes visuales en concreto se manifiesta en dos grandes polos de atracción: aquel relacionado con el espectáculo, los media y los productos de las culturas de masas que podríamos calificar genéricamente como pop; y aquel relacionado con la tradición enraizada en lo antropológico, lo vernacular o el folclore.
En esta segunda posición se encuentra el trabajo de Javier Codesal (Sabiñánigo, Huesca, 1958), uno de los pioneros del vídeo en España y un artista polifacético cuya producción comprende fotografías, instalaciones, vídeos o cortometrajes, a lo que hay que añadir una intensa actividad -no muy conocida- relacionada con la poesía y el dibujo.
Su trabajo tiene múltiples focos de interés: los arquetipos tradicionales que podemos rastrear en la literatura y en el cine, el paso del tiempo, la memoria, la pérdida y la muerte, los ritos más o menos ancestrales o tradicionales que se repiten y se inscriben en los procesos de identificación individuales, lo real y la existencia, la construcción de la imagen y su relación casi física con el tiempo o con la realidad, lo cinematográfico y sus posibles formulaciones actuales, la relación entre palabra e imagen, el canto y la oralidad, o, en general, la actualización de la práctica del retrato y una larga secuencia de temas entre los que se incluyen intereses por el folclore y lo sagrado. Y entre todos ellos es notable el tratamiento y la atención que ha prestado al cuerpo a lo largo de su extensa producción.
El cuerpo ha estado presente en diferentes períodos de toda la historia del arte y últimamente desde los años 60 en la creación contemporánea se ha convertido en un elemento de especial relevancia. No solo porque en él se ejemplifica el individualismo moderno o se escribe la obsesión egotista del yo mediático o el culto a la personalidad típicos de nuestro tiempo; sino también, y sobre todo, porque el cuerpo es la manifestación y el vehículo privilegiado del ser. A través de él, la identidad, el dolor, los gozos, los abrojos, el placer, la muerte y la enfermedad aparecen en sus obras de forma tan brutal y despojada como dulce y delicada. Son esos cuerpos los que están delante del objetivo de Codesal y que se presentan delante de nosotros como irguiéndose, constituyéndose como enigmas reclamando insistentemente atención.
Las obras de Codesal son como retratos de personas que aparecen con nitidez desde el fondo desdibujado del ruido de la publicidad y el espectáculo diarios, cuerpos que se muestran en su fragilidad, en su cotidianidad y, también, en su excepcionalidad. La multitud no hace sino crear y reproducir los estandarizados cuerpos dóciles que ella necesita para perpetuarse como tal y para funcionar entre el ruido de la masa. Entre esa multitud aparecen algunos cuerpos que no refrendan la muchedumbre sino su propio espacio divergente en medio de su tímida y humilde cotidianeidad. Son nuevos cuerpos como nuevos sujetos políticos en un mundo trastornado que se desploma y que ha de necesitar esos nuevos cuerpos que reclaman igualdad y a la vez pluralidad, cuerpos que en definitiva emergen para construir nuevos sujetos en los que se aglutinan de forma plural las voces y las presencias silenciadas por la historia, el espectáculo o los media. Más allá de estereotipos, son yos psicológicos que huyen del regodeo biográfico a pesar de anclarse en la cercanía y hasta en lo familiar. Son yos en la historia del presente. Son nuevos yos que se encarnan en presencias que las obras de Codesal ayudan a desvelar y/o mostrar. Todo cuerpo es un texto que tiene capacidad de hablar y estos que recoge la exposición hablan de las cuestiones más humanas y más inefables: la existencia, el deseo, el amor, la belleza, la comunicación, el conocimiento, la pérdida, el abandono, la debilidad, la enfermedad, la muerte.
Es con este foco o hilo conductor con el que Javier Codesal construye para la sala 3 del MUSAC una exposición específica compuesta por una serie de obras que tienen el cuerpo como elemento protagonista y soporte de análisis de las dificultades para vislumbrar, comprender y abarcar la existencia humana. La más antigua de las obras seleccionadas es Sábado legionario (1988), una pieza en la que la individualidad del cuerpo juvenil es absorbida por la masa, seguida por Días de sida (1989) en la que aparecen metafóricamente tanto los efectos de la enfermedad sobre el cuerpo o la perdida ante la inminente desaparición como sobre todo el erotismo, la belleza o el cuidado; la última obra que integra la exposición, una nueva producción realizada en 2015, Ponte el cuerpo, se sustancia en una serie de fotografías centradas en el cuerpo de un modelo con el que el artista se encuentra repetidamente en el hotel Conde Luna de León y al que observa, analiza y se acerca a través de la cámara que se convierte en excusa perfecta para el placer de la contemplación y el dolor del conocimiento.
En medio de esas dos obras, aparecen múltiples cuerpos que han emergido a lo largo de su producción: el cuerpo-máquina (Sábado legionario, 1988), el cuerpo del placer (Centauro, 1988), el cuerpo del dolor (Tras la piel, 1996), el de la necesidad (Fábula a destiempo, 1996), el del deseo (Estudio, 2002) o el de la ensoñación (Fábula del hombre amado, 1999), el de la pérdida (Feliz humo, 2006), el de la comunicación y el de la incomunicación (Inmóviles, 1999), el de la muerte y de la ausencia (Días, de sida, 1996). Es el cuerpo el centro, el que reclama la atención que le corresponde, el que se levanta y aparece ante nosotros para hablar a pesar de la dificultad, del pudor o de la modestia. Es el cuerpo el que da título a la última producción del artista y que coincide con el título de la propia muestra. Un título extraído de un verso del poema Los desgraciados de César Vallejo. Un título que es a la vez un imperativo, una invitación y una sugerencia: Ponte el cuerpo.
La atención al cuerpo aparece en muchas de sus producciones, sobre todo en aquellas más conocidas en video y cine (O milagre da carne, 1994) o en instalaciones y fotografías (Inmóviles, 1999), pero en esta exposición se incorpora también su producción poética textual y, sobre todo, su desconocida producción dibujística.
Algunas de las obras mencionadas tienen como objeto atender la fragilidad, la muerte, la enfermedad en general y en concreto el contagio por VIH como en la serie de obras que llevan por título genérico Días de sida (1989-1996) o Tras la piel (1995). De hecho, fue de los primeros artistas españoles en visibilizar la pandemia de una forma temprana, tanto en la exposición individual del artista titulada Días de sida y presentada en la madrileña Galería XXI en 1993 como en la muestra Sida, pronunciamento e acción comisariada por Juan de Nieves para el Pazo de Fonseca en Santiago de Compostela en 1994.
Esta atención a la corporalidad en su esplendor y en su más extrema fragilidad se corresponde con una atención a lo concreto, lo real, la fisicidad o la realidad que se aleja bastante de las visiones o aproximaciones del realismo y naturalismo documental u otras configuraciones visuales afines. Sin estetizaciones, esta tensión irresoluble del artista frente a lo real –y, por ende, de nosotros los espectadores con la realidad– se produce con una lógica particular, interna, casi íntima, incluso muy íntima. Lo real es vislumbrado, a él se acerca el artista con la intensidad y finura conceptual que le caracteriza, a él se aproxima con suma paciencia y morosidad. La cámara es el dispositivo y la excusa que propicia el acercamiento para seguir el ritmo de la existencia y de la realidad. Es por ello que en el caso de las obras de Codesal la intimidad y lo familiar juegan un papel crucial.
A pesar de la extrema intimidad con la que se acerca a lo humano, sus obras son lo contrario de la pornografía. Ese acercamiento no es nunca invasivo ni obvio. El artista trata de indagar de forma elíptica, intransitiva. Se acerca de frente, pero se aproxima desde los márgenes, como de forma lateral, y permanece interesado en señales o situaciones aparentemente secundarios, en movimientos, rostros o gestos personales también aparentemente accesorios o menudos. La presencia del artista sigue los acontecimientos, fluye con ellos, se acerca a las personas como fundiéndose con su existencia y su cuerpo, empáticamente, celebrando religiosamente la naturaleza humana, con compasión, sintiendo pasión con ellos, con su mirada sintiendo la pasión de los otros.
(Nota de prensa proporcionada por el MUSAC)