Francisco Calvo Serraller
El panorama de lo exhibido actualmente en las galerías madrileñas refleja, como viene ocurriendo durante los últimos años, una variedad de ofertas que muestra su mejor cara guiada por el afán cosmopolita.
Así, no es raro que nos encontremos con figuras internacionales de cierta pujanza e, incluso, en su momento de moda, prueba de que nuestro mercado se abre y, hay que suponer, vende lo que antes era impensable.
Tales son los casos de Distrito Cuatro, que ahora exhibe la obra de Stéphane Calais y anuncia la exposición de la muy interesante pareja rusa Igor y Svetlana Kopystiansky, pertenecientes a una generación posterior de la de Kabakov; de la Galería Heinrich Enrhadt, con Helmut Doner y de la Galería Oliva Arauna, con Gabriele Basilico.
Helga de Alvear presenta a Jasón Rhoades, y Javier López, al muy acreditado Peter Halley.
Por otro lado, existe lógicamente una promoción del arte local más abundante, que no se limita sólo a la actualidad, sino que recupera figuras históricamente consolidadas como Eduardo Úrculo, en la Galería Metta,
o, artistas todavía activos, aunque de solera, como, en primer lugar, Luis Feito, en la Galería Rayuela , la escultora Begoña Goyenetxea en Depósito 14; Gerardo Aparicio en Egam, o el también “realista” chileno, pero afincado en España, Guillermo Muñoz Vera, en Ansorena.
Entre los, si se quiere, más recientes, aunque no menos conocidos, habría que destacar los nombres de Ana Laura Aláez, en la Galería Juana de Aizpuru, y de Gonzalo Puig, en la Galería Pepe Cobo, dos ejemplos en un haz mucho más amplio, del así llamado arte “emergente” que hoy ocupa un segmento muy importante de la oferta.
Stephen Calais
Blablabla, 2004