La Fundación-Museo Lázaro Galdiano y el Instituto Gómez Moreno exhiben en Madrid y Granada su colección de tejidos nazaríes
El seductor título de A la luz de la seda bautiza un complejo proyecto puesto en marcha por la Fundación Lázaro Galdiano en colaboración con el Museo de La Alhambra y el Instituto Gómez Moreno de la Fundación Rodríguez Acosta que incluye dos muestras temporales y la publicación de dos catálogos razonados.
El objetivo de esta iniciativa es poner en valor la rica colección de tejidos e indumentarias nazaríes (muchos de ellos procedentes del reino de Granada) que, pese a los múltiples avatares sufridos a lo largo de la historia, han logrado conservarse entre los fondos de la Fundación Lázaro Galdiano y el Instituto Gómez Moreno. Podrán verse en dos exposiciones presentadas por el museo de la calle Serrano (hasta el 25 de septiembre) y por el Museo de la Alhambra acompañados por un audiovisual interactivo que nos permitirá localizar restos textiles de aquella etapa en una treintena de instituciones de la Península Ibérica, de imágenes con tecnología gigapixel y de un documental sobre el único telar de tiro hispanoárabe que se conserva en el mundo y se encuentra en la ciudad de Fez: Dar-al-tiraz.
La elección del Museo de la Alhambra para presentar esta exhibición no es casual: este lugar fue un centro productor de referencia, pese a que buena parte de los fondos que nos han llegado procedan del mercado del arte de los siglos XIX y XX.
Mientras la colección del Instituto Gómez Moreno nos descubrirá los procedimientos de trabajo del primer estudioso español en este campo; la del Lázaro Galdiano desvelará la valoración estética de las obras y la sistemática búsqueda de restos del que fuera su fundador.
Los tejidos nazaríes son documentos históricos que sirven para ayudarnos a reconstruir la historia de lo que fueron suntuosas prendas para vestir, cubrir, adornar, resguardar e identificar a los individuos y también para delimitar los espacios en los que transcurría su vida cotidiana. Fueron utilizados por las diferentes civilizaciones que ocuparon la Península entre los siglos VIII y XVI y sirvieron de vehículo de comunicación cultural. Los restos que se conservan son muestras de aquellos que utilizaron los monarcas, la nobleza y el clero, tanto cristiano como musulmán; formaron parte de ajuares funerarios de personajes ilustres, fueron envoltorio de reliquias o enseñas militares, botín de guerra u objeto de regalo.