El rebobinador

William Henry Jackson, la cámara del oeste americano

Si nos preguntaran por grandes nombres de la fotografía en Estados Unidos, probablemente el de William Henry Jackson no figuraría entre el buen número de ellos que nos vendrían a la memoria; sin embargo, él fue uno de los mejores “retratistas” de los paisajes del oeste de ese país entre 1870 y los comienzos del s XX, es decir, durante buena parte de su carrera.

Su éxito entonces se debió a una buena combinación de habilidad e ingenio, de capacidad de trabajo y de fortuna, de longevidad y, cómo no, de talento, tanto artístico como empresarial; Jackson es autor de estupendas panorámicas que para muchos supusieron la confirmación visual de los ideales del Manifest Destiny de Estados Unidos: las montañas de sus imágenes eran más largas y más elevadas, sus vistas parecían perderse más que las naturales en el horizonte y sus terrenos eran más escarpados e inhóspitos que los que ofrecía la topografía.

El que fue entre 1870 y 1878 director de la Comisión de Prospecciones Geológicas de Estados Unidos, Ferdinand Hayden, lo contrató para que efectuara grandes expediciones anuales a regiones inexploradas. La más conocida fue la que lo condujo, en 1871, a Yellowstone, cuya naturaleza despertó una gran atención mediática en aquel momento; la prensa le dio entonces la fama, a él y sobre todo a Hayden.

Más tarde, entre 1875 y 1877, viajaría a Colorado, Nuevo México y Arizona, descubriendo allí antiguas viviendas que habían sido levantadas en el borde de precipicios y que también fascinarían al público.

William Henry Jackson. Hot springs on Gardiner’s River, Upper basins, 1871

La George Eastman House cuenta entre sus fondos con nueve centenares de negativos y unas 220 estereografías suyas, incluyendo un álbum con cerca de cuatrocientos pequeños negativos que en su momento pertenecieron a Henry Gannett, un astrónomo y topógrafo que también trabajó para Hayden y que dio cuenta en sus imágenes de las actividades emprendidas en estas expediciones y de vistas de los territorios.

Este museo posee, igualmente, un elegante álbum de presentación con 37 fotografías llamadas “Fotografías del Parque Nacional de Yellowstone y paisajes del territorio de Montana y Wyoming”, que fue editado por la imprenta del Gobierno de Estados Unidos en 1873 y que –según se cuenta- pudo convencer a los miembros del Congreso para que se decidieran a crear la red de parques nacionales del país.

Las imágenes de Jackson, por tanto, partían de un encargo gubernamental, pero demuestran también un lenguaje personal, un aire informal muy novedoso en el ámbito de la fotografía decimonónica. Por ejemplo, en John, el cocinero, preparando tortitas, una foto del álbum de Garnett, comparte con el espectador un momento de la vida cotidiana de hombres embarcados en la larga aventura de la conquista; las cámaras de la década de 1870 no permitían capturar el volteo de la tortita en la sartén ni la luz del cielo estrellado que acompañaba ese instante, así que nuestro autor optó por… pintar esos dos detalles a mano en los negativos. Aquella no fue, en realidad, la única manipulación fotográfica que realizó, porque también combinó positivos con negativos para dar lugar a una perspectiva que se adaptara a la panorámica y rayó los segundos para introducir en ellos aves o incluso turistas que equilibraran las composiciones. Llegó a redistribuir la topografía de la montaña de Holy Cross para mejorar la imagen, pero sus “trampas” tenían límite: las hacía desde el rigor de alguien que había estado en el lugar y lo había contemplado con detenimiento.

Fijaos bien en Puente elevado de la vía del tren en una curva cerca de Georgetown, una imagen que retrata el impresionante viaje en el que tomaban parte quienes llegaban hasta Colorado. Seguramente muchos captarían hacia 1885 esta misma escena tratando de vender su copia a un precio menor al de este original.

William Henry Jackson. High Bridge in Loop, near Georgetown, hacia 1885
William Henry Jackson. High Bridge in Loop, near Georgetown, hacia 1885

Casi un siglo logró vivir William Henry Jackson, y podemos entender su trayectoria como un paradigma del papel de los fotógrafos de paisajes comerciales y del tipo de imágenes que tomaban en América desde 1860 hasta el siglo XX. A finales de los setenta, dejó de trabajar para el Gobierno, se trasladó a Denver y allí se dedicó a vender paisajes a los turistas y a tomar fotografías publicitarias para el ferrocarril, que en aquel momento era el único patrocinador de este tipo de obras que quedaba y que las empleaba para atraer turistas.

También pudo comercializar sus composiciones turísticas en un naciente mercado de libros ilustrados y publicaciones periódicas que, aprovechándose de los avances en las técnicas del fotograbado, reprodujeron de forma asequible fotografías en semitonos en la misma página como si fueran una impresión tipográfica.

Para conseguir mantenerse, el estudio de Jackson tuvo que transformarse en agencia de foto publicitaria en la que se acumulaban paisajes de dispares lugares; contrató a fotógrafos como William H. Rau y adquirió negativos de profesionales como Ben Whittick y Adam Clark Vroman. La depresión económica de 1893, “el pánico”, causó estragos en su negocio, pero aún durante 1895 y 1896 continuó viajando como acompañante del Circuito Internacional de la Comisión de Transporte del Field Columbian Museum y, en 1898, amplió su compañía con la Detroit Publishing Company, que imprimía y distribuía postales y litografías asequibles a un extenso mercado.

Por entonces trabajaba como fotógrafo comercial y su última obra ya no resulta tan interesante, ni visualmente tan espectacular, como la que realizó durante sus expediciones.

William Henry Jackson. Mystic Lake, 1872
William Henry Jackson. Mystic Lake, 1872

 

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