Dice Txomin Badiola, y seguramente este es un pensamiento recurrente entre muchos artistas (como lo es entre escritores al acabar una novela) que cada vez que presenta una exposición piensa que será la última porque ya ha dado de sí todo lo posible. Por eso le parece casi un milagro, o sin el casi, ofrecer una más con nueva producción.
Pero ese “milagro” se produce otra vez, hasta el 24 de marzo en la Galería CarrerasMugica de Bilbao. Presenta nuevamente obras que son fruto de un proceso incierto y que nacen de las dudas: Cada obra es un viaje que comienza con una bravuconada (“quiero esto y voy a por ello”) a la que inevitablemente sigue una humillación (“no tienes ni idea de lo que quieres”). Tras una serie de negociaciones se concluye en un objeto que tiene algo de respuesta (“debe ser esto lo que realmente quería”). Algo se ha precipitado (en el sentido químico) y lo que tenga de respuesta, aunque sea parcialmente, debería estar ahí, pero eso es algo que solo podrá ser interrogado con una nueva obra, con otro precipitado. Lo que se gana o se pierde en este proceso es incierto, no admite cálculo, es más bien una opción de vida.
Tampoco planifica demasiado las técnicas utilizadas (nacen de la intuición, y en el mismo instante del proceso de trabajo), ni concibe sus piezas específicamente como biográficas, aunque comparte con Unamuno la idea de que no hay mejor modo que la obra de un autor para acercarnos a su trayectoria vital.
En los planteamientos del artista, que maneja la idea de Schopenhauer de que los primeros cuarenta años de la vida son texto, y los siguientes, comentario, Badiola ha planteado los trabajos que muestra ahora en CarrerasMugica como comentario a su producción pasada y a la vez como nuevo intento por adentrarse en misterios que nunca ha podido desvelar, porque quizá se escapen por naturaleza a la comprensión.
La exposición, titulada en relación con esa “interrogación permanente” Demasiado cercana como para poder ignorarla, demasiado remota como para poder intervenir, antecede la retrospectiva de Badiola que el próximo otoño podrá verse en el Palacio de Velázquez de Madrid, organizada por el Museo Reina Sofía, y revisa temas, técnicas, imágenes y fuentes de inspiración que han sido constantes en la carrera de Txomin y también en sus colaboraciones con otros artistas.
No por tener cierto carácter de revisión ofrece esta exposición conclusiones, ni respuestas rotundas, a las preguntas que se ha venido haciendo, tampoco resultados; podemos decir que simplemente este proyecto pone sobre la mesa, a la vista del espectador, los asuntos (fragmentos y tramas no completas) que la obra de Badiola ha puesto en juego desde hace décadas.
Pueden verse en Bilbao cinco grupos de obras. La primera es Dada la acumulación de pruebas (Bastardo), un conjunto de cuatro piezas en las que el artista comenzó a trabajar en los ochenta y que ha tenido mucha incidencia en su producción posterior. Como un “bastardo” busca un padre (ley), aquí se persigue un sentido y unas reglas a partir de la creación de un relato que acerque a lo incomprensible.
El segundo grupo lo componen cuatro esculturas-instalación tituladas La práctica incondicional de la razón, Importa saber quién manda, Le radeau (¿Qué es lo que veo? ¿Qué es lo que no ves?) y Contra-Goodvibes-Relieve (Let her Paint), que contienen referencias a Delacroix y Géricault en cuanto al desbordamiento de las intenciones primeras en la realización de una obra (sus pinturas de historia quedaron convertidas en declaraciones políticas).
El tercer bloque lo compone la pieza Mitologías. Todos sabemos ya quiénes somos, similar a Mitologías. Atzo han ondoren batzuk, expuesta en el Museo de San Telmo de San Sebastián. Ambas están configuradas como objetos a la vez artísticos y funcionales, al coexistir en ellas, a modo de display, libros, discos, esculturas o fotografías, y remiten al grupo GAUR, cuyos miembros podemos decir que “actuaron” políticamente emulando acciones artísticas o artísticamente emulando acciones políticas.
A continuación encontramos dos versiones de Conjetura (Objeto malo), un proyecto sobre las emociones que proyectamos en los objetos y que los hacen malos, buenos, parciales, objetos de apego o rechazo.
Y, por último, Desorganización de la idolatría es un conjunto de fotografías intervenidas y collages fotográficos compuestos por imágenes que Badiola descartó en otros trabajos. Así, unas imágenes nacen de otras que, realmente, no fueron creadas. Ya decía Godard que hacen falta dos imágenes para crear una sola.
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