Sistiaga, de la pintura gestual al arte del movimiento

Según Néstor Basterretxea, lo primero que de José Antonio Sistiaga se puede decir, es que – junto a Oteiza, Ruiz Balerdi, Reinaldo, y alguno más- es de los pocos artistas vascos que ha acudido vehementemente a la labor de la enseñanza del Arte. Este artista guipuzcoano, nacido en San Sebastián en 1932 y de muy temprana vocación creativa, comenzó desarrollando en su primera juventud una pintura de estilo impresionista. Entre 1954 y 1961 residió en París y allí conoció a Manuel Duque, uno de sus más claros referentes en su obra posterior.

De Francia se trasladó a Ibiza, donde realizó y expuso sus obras sobre el tiempo, y ya en 1963 abrió en su ciudad natal, atendiendo a ese interés  fundamental por la educación al que aludía Basterretxea, el primer taller libre de Expresión infantil, que trató de basarse en metodologías alternativas inspiradas en las ideas de Célestin Freinet y Arno Stern.

Miembro fundador del grupo Gaur, desde la misma década de los sesenta Sistiaga trató de llevar al cine la experiencia pictórica: colores, formas y estructuras que, trasladadas a la gran pantalla, podían adquirir dimensiones y posibilidades combinatorias insospechadas. La primera fue …Ere Erera Baleibu Icik Subura Arauaren …, de 1968, año éste en el que el creador vasco también pudo exponer en Madrid, Italia, Canadá, y Francia. Aquella pieza se ha calificado como cine sin cámara; se trata de un filme pintado a mano directamente sobre celuloide de 35 mm, fotograma a fotograma. Sus incursiones en el ámbito de la cinematografía experimental llegaron a festivales como los de Oberhausen, Londres, Nueva York, París y Bruselas.

Sobre lienzo o en la pantalla, la producción de Sistiaga destaca por su coherencia conceptual: concede una importancia fundamental al movimiento y al tiempo y en sus películas rechaza distracciones que evadan al espectador de la esencia pictórica de las mismas: lo suyo es la sinestesia radical.

 

Hasta el próximo 1 de noviembre, el Museo Oteiza de Alzuza dedica al donostiarra una amplia exhibición comisariada por Jean-Michel Bouhours que revisa su trabajo desde los cincuenta hasta los hoy, tanto en lo relativo a su obra pictórica sobre lienzo, papel o cartón, como a sus proyectos pedagógicos y sus películas pintadas.

Cuenta con las pinturas negras que Sistiaga llevó a cabo en París a fines de los cincuenta bajo la influencia del Informalismo de Hartung o Michaux, con piezas de gran formato y carácter gestual que realizó en los setenta y con dibujos pertenecientes a sus Desnudos (1972) y a los Desnudos Eróticos (1983-1988) que se completan con trabajos extraídos de sus series de óleos sobre cartón De la tierra (2010-2011) y Velocidad, luz, color. Un solo gesto, tres resultados diferentes (2011-2015).

Como testimonio de su honda preocupación por la renovación de las enseñanzas artísticas, el Museo Oteiza presenta una película sobre los procesos de participación de sus propios hijos en estas prácticas pedagógicas y la obra interactiva “Relieve de acción pública”, realizada en 1967, pieza permanentemente incompleta que se pone en pie una y otra vez con la intervención de un nuevo espectador. Este espacio incluye también las películas intervenidas por niños en los talleres experimentales desarrollados por el artista.

Como testimonio de su cine, podemos ver en Alzuza proyecciones de Paisaje inquietante. Nocturno. Homenaje al escultor Mendiburu (1990, 1991) y En un jardín imaginado. Homenaje al pintor Amable Arias (1991), así como tiras de películas intervenidas en 70 mm y 35 mm y algunos fotogramas ampliados.

La muestra se completa con una completa monografía sobre Sistiaga, un ciclo de cine experimental que la Filmoteca de Navarra acogerá en septiembre (con obras de Stan Brakhage, Len Lye, Mary Ellen Bute, Hy Hirsch, Marie Menken, Rafael Ruiz Balerdi, Ben Russell, Bärbel Neubauer e Ian Helliwell, además de Sistiaga) y con talleres infantiles para niños de 6 a 11 años este mes de agosto.