La curiosidad es un impulso que debería estar en el origen de cualquier práctica artística. Hacerse preguntas, plantearlas, dejar la puerta abierta a que el espectador pueda hacerse, a su vez, nuevas preguntas…. En definitiva, suscitar las ganas de descubrir y de experimentar cosas nuevas. En el caso de Shimabuku, renombrado artista japonés cuya obra se exhibe en el Centro Botín hasta el 9 de marzo, podemos decir que esa curiosidad es uno de los fundamentos de toda su práctica, basada más en las relaciones con el entorno que en crear objetos concretos.
“Observar la vida diaria y hallar algo especial es algo natural para mí”, señala el artista. Sus obras, afectivas y a menudo humorísticas, parten de una anécdota, una conversación, un viaje a un lugar nuevo… y se desarrollan a través de experimentos en espacios naturales y públicos. Experimentos que proponen una forma empática y espontánea de estar en el mundo, respondiendo a una sencilla pregunta a modo de reto: “¿Qué pasaría si yo…?”.
En “Pulpo, cítrico, humano”, la exposición que acaba de inaugurar en Santander (su primera muestra institucional en España, y la más grande realizada hasta la fecha sobre su trabajo), encontramos varios ejemplos de esa forma de proceder, singular y performativa, que conecta a los individuos de diferentes comunidades entre sí y con el entorno, eliminando cualquier tipo de jerarquías al mostrar el mismo interés por todas ellas. Para el Centro Botín ha creado Shimabuku (Kobe, 1969) tres nuevas obras para cuya realización se ha involucrado con la ciudad, con habitantes anónimos, con artistas locales y hasta con los pulpos de la bahía de Santander. Para estos últimos, a modo de ofrenda y a partir de la idea original de una obra de 2019, ha llevado a cabo un experimento consistente en colocar bajo el agua cincuenta vasijas de colores creadas por él mismo y observar las interacciones de los pulpos en ese escenario. Como resultado se ha obtenido un vídeo, Going to meet the Octopuses of Santander (2024), que ha sido grabado por un equipo de buceadores al que se unió el propio Shimabuku.
Aunque ha trabajado con diferentes comunidades de animales, como podemos ver en otras obras presentes en la exposición, como Exhibition for the Monkeys (1992), Shimabuku siente un interés especial por los pulpos y por su comportamiento. El artista ha declarado en algunas ocasiones cómo estos cefalópodos le resultan muy familiares porque abundan en el mar de Kobe, donde él creció, llegando a decir, incluso, que siempre ha querido ser amigo de uno…, y que siempre que viaja a una ciudad costera se pregunta sobre cómo serán los pulpos allí y cuál será la relación entre estos y las personas. De ahí el protagonismo de este animal en la exposición y en el título de la misma. En este se hace referencia también a otras dos comunidades: la humana, para la que el artista ha elaborado una bella y poética instalación performativa, y la de los cítricos, a la que está dedicada la última sala de la muestra.
Flying Pepole (Santander) es una obra formada por una multitud de cometas con formas humanas a tamaño natural, hechas a mano por habitantes de Santander y Cantabria en colaboración con Shimabuku y con varios creadores locales. Además de las cometas, que pueden verse llenando una de las paredes de la sala, la obra se presenta acompañada de un vídeo que muestra el vuelo colectivo que se realizó el domingo antes de la inauguración de la exposición en el anfiteatro exterior del Centro Botín.
“Cuando vuelo una cometa con mi forma, noto una extraña sensación de proyección astral. Y al verme volando en el cielo, tengo una sensación de euforia, casi como de coraje. Decidí dejar que la gente de Santander experimentara esa sensación especial. Pedí a cada una de las personas que se habían reunido allí que hicieran una cometa de sí mismas”, escribe el artista en la cartela explicativa de la obra.
Por su parte, la instalación Something that Floats / Something that Sinks (2024) está compuesta por una serie de tanques con agua y varios cítricos (procedentes de la Todolí Citrus Fundació) que caprichosamente flotan o se hunden. Esta extrañeza, siendo todas las frutas de la misma clase, llamó la atención de Shimabuku, que decidió crear esta obra para que la gente experimente también este misterio natural.
Aparte de esas piezas recientes, producidas específicamente para la ocasión junto a la Fundación Botín, en la exposición encontramos otras obras anteriores en las que Shimabuku genera encuentros improbables entre entidades diversas, deambulando y explorando distintos lugares de Japón y de otras partes del mundo para crear sus experimentos sociales y espaciales. Es su forma de enfrentar sus inquietudes y de plantearse qué puede hacer él de especial en cada lugar. Lo vemos en Cucumber Journey (2000), sobre un lento trayecto en barco entre Londres y Birmingham, en el que lanza al aire la pregunta de si hacer encurtidos en un barco es arte; o en la cómica Shimabuku’s Fish & Chips (2006), su particular versión de este plato británico, documentando el viaje submarino que emprende una patata para encontrarse con un pez; o en algunas de sus obras fotográficas, como Symbiosis (hyacinth & black gold fish) (1992); Christmas in the Southern Hemisphere (1994), o Sitting on the Wave (1998).
Todas estas experiencias abiertas que a lo largo de los años ha llevado a cabo Shimabuku han sido documentadas mediante fotografías, vídeos, esculturas o textos, que se muestran al público en exposiciones como esta del Centro Botín, donde las convenciones establecidas entre naturaleza, cultura, proceso, obra de arte o público se alteran de manera lúdica, presentándonos una nueva forma de mirar el mundo, quizás desde un prisma más creativo, cercano a la naturaleza y en el que aún podamos mantener nuestra capacidad de asombro.
“Shimabuku: pulpo, cítrico, humano”
Muelle de Albareda s/n. Jardines de Pereda
Santander
Del 5 de octubre de 2024 al 9 de marzo de 2025
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