Desde la ventana, veo las excavadoras con sus dientes levantando las arenas del Mediterráneo, los naranjos, los cultivos de la huerta, las cebollas, los ajos, las lechugas, las alcachofas, los solares, los edificios a medio construir, las grúas, transformando cientos de kilómetros de verdor en paisajes de hormigón.
Rafael Chirbes. Los viejos amigos.
En la zona de Levante, y también en Andalucía, existen sociedades de palomistas o colombaires, con sus propios estatutos, que dedican tiempo, dinero e ilusión criando a palomos con vistas a que participen en un certamen a medio camino entre el deporte y el cortejo insistente: esas bandadas de pichones, con las alas pintadas de colores muy vivos, persiguen a una paloma que termina eligiendo al que durante más tiempo la ha perseguido. Se trata de maniobras animales en el cielo con más connotaciones que las de una costumbre peculiar: el resultado estético de este rito de aparejamiento son abstracciones muy vivas pintadas en el aire.
Ricardo Cases, amigo y admirador de algunos palomistas, ha observado a conciencia este rito y de sus esperas y su paciencia nació Paloma al aire, la primera de las cinco series fotográficas, realizadas desde 2011, que el alicantino presenta hasta julio en la Sala Canal de Isabel II de la Comunidad de Madrid, dedicada como sabéis a muestras de fotografía.
El resto de los trabajos que forman parte de la exposición, comisariada por Horacio Fernández, surgieron de procesos de trabajo parecidos, basados en la unión de libertad, azar y perseverancia, y si un nexo común los une es su luz: una aplastante luminosidad mediterránea que, en sus imágenes, desvela las particularidades del paisaje levantino y de quienes lo habitan, la mutua influencia entre ellos y, sobre todo, los cambios que viene conociendo esa región: la arbitrariedad de un desarrollismo con pocas barreras, el caos generado y sus supervivientes. Entre estos últimos, las huertas, tan arraigadas en la cultura de esta zona que ni el turismo masivo ni el imperio de las rotondas han podido (no del todo) con ellas.
Las fotografías de Cases no huyen de los tópicos y de lo kitsch, y tienen un componente lúdico evidente, pero ofrecen de esas posibles visiones fáciles del Mediterráneo una lectura irónica y abierta, enfoques nuevos y también esperanzados. Para entender mejor el punto de partida desde el que trabaja este autor conviene tener en cuenta que estudió periodismo y comenzó fotografiando por encargo antes de decidirse a iniciar su obra más personal. Lo hizo como tantos de su generación, vinculándose a un colectivo (en su caso, Blank Paper) y publicando sus imágenes en fanzines y fotolibros, a veces autoeditados. De hecho, algunas de las fotografías que pueden contemplarse en la Sala Canal, como las de la mencionada serie Paloma al aire, pasaron antes por libros y revistas, muchos ampliamente reconocidos dentro y fuera de España y reeditados.
Dada la juventud de Cases, lo que podemos ver en esta muestra, titulada “Estudio elemental del Levante”, es una pequeña retrospectiva en la que a cada una de las series presentadas se le ha dedicado un montaje específico; Fernández se ha referido hoy a un tratamiento museográfico emocional y no estandarizado: los cambios en la iluminación, en los tipos de marco y en la agrupación o individualización de las imágenes –algunas se articulan a modo de instalación– propician que el espectador se acerque a ellas desde distintas perspectivas, a una distancia mayor o menor, entablando relaciones diferentes con cada obra y con el conjunto de la exposición y del edificio del Canal de Isabel II, esta vez coronado por un gran sol anaranjado que lo convierte casi en un rincón mediterráneo más.
Las posibilidades abiertas por ese montaje no uniforme prueban, además, que las fotografías de Cases no son solo documentos o imágenes-crónica. Él habla de piropo y autocrítica: su conjunción tan contemporánea –casi fusión– de feísmo y belleza y su fijación por mostrar la naturaleza, las huertas, la vejez…, los brotes de pasado y tradición que aún no han sido anulados, responden a una reivindicación de esa memoria olvidada desde planteamientos al menos tan estéticos como sociales. No maneja consignas: mira, fotografía y después reflexiona sobre lo que había detrás de esas visiones, dejando que ponga las palabras, en cada sección de la muestra y también en el catálogo, el escritor Luis López Navarro, y que el público saque sus conclusiones.
Junto a Paloma al aire, el resto de las series que forman parte de “Estudio elemental del Levante” son Podría haberse evitado, Sol, El porqué de las naranjas –tono aquí archipresente– y la que da título a la muestra, y se completan aquí con diversos fotolibros y con una videoinstalación llena de color en la planta cuarta, El ojo del pintor, en la que el caos y el gozo de estas imágenes cobra vida y sonido metálico.
Sus referentes son variados, algunos más evidentes y otros menos. Las imágenes de bañistas ancianos y sudorosos pueden hacernos pensar en Martin Parr, y sus arquitecturas de ciudades de veraneo, en Pérez Siquier, pero, en cuanto a formas de trabajar, la observación constante en lugares escogidos lo hermana con Cristóbal Hara o Koudelka. Suya es, sin embargo, una visión original, entre crítica y celebratoria, de un desorden urbanístico y vital que ni mucho menos es solo levantino.
“Ricardo Cases. Estudio elemental del Levante”
SALA DE EXPOSICIONES CANAL DE ISABEL II
c/ Santa Engracia, 125
Madrid
Del 14 de junio al 29 de julio de 2018
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