Patricia Gadea. Atomic-Circus
MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS
C/ Santa Isabel, 52
Madrid
Mordaz e incomprendida, Patricia Gadea fue una de las artistas plásticas que mejor captó en sus pinturas, collages y dibujos el espíritu convulso de la Movida madrileña y de la cultura popular de los ochenta. Su obra, con sesgo crítico, está estrechamente vinculada al cómic y a su vida personal y cayó parcialmente en el olvido desde su fallecimiento en 2006, de ahí que el Museo Reina Sofía haya buscado recuperarla para el público con la muestra “Atomic-Circus”, su primera retrospectiva.
Consta de 120 obras entre pinturas de gran formato, trabajos en cartulina que realizó desde los noventa y un conjunto de dibujos posterior a 1999 en su mayor parte inédito.
La muestra, que destaca por su planteamiento sencillo, acorde con la obra de Gadea, entre las más complejas exposiciones a las que el Reina Sofía nos tiene habituados, no se articula en un orden cronológico pero sí nos permite contemplar la evolución de la obra de la madrileña a partir de los lugares donde vivió (Madrid, Nueva York, de nuevo Madrid y Palencia, ciudades que se corresponden con las cuatro secciones en que se estructura la exposición). Si en las décadas de los ochenta y los noventa optó por emplear el lienzo como campo repleto de objetos y personajes que remiten al tebeo, la publicidad, el circo o la propaganda política, más adelante, sin desechar esas referencias, comenzó a incorporar a sus trabajos referencias más personales y alusiones a temas sociales.
PUBLICIDAD, CÓMIC Y MUCHA PERSONALIDAD
Participante y artífice del frenesí creativo madrileño de la primera mitad de los ochenta, Gadea nos ofreció una pintura colorista y trepidante, atractiva en su superficie y sin simbolismos ni dobles significados, en la que dio cabida al tratamiento, siempre desde una óptica personal, de temas como la amistad, el amor o la familia y a la aparición de personajes populares como Mortadelo y Filemón o Gilda. En aquellas piezas recurrió al uso de abundantes capas matéricas que, en una suerte de horror vacui, no dejan espacios en blanco. Reconocía amar el contraste y la contraposición de ideas, huía de la linealidad.
Tras trasladarse a Nueva York junto a su entonces marido, Juan Ugalde, en 1986, se empapó de las posibilidades que le ofrecía la ciudad, creativas y en cuanto a promoción de su trabajo. Ambos artistas, y también su amigo Dionisio Cañas, fueron habituales del bar McCarthy´s, que ella plasmó en una de sus obras más conocidas. En aquel periodo de finales de los ochenta los tres pusieron en marcha el colectivo Estrujenbank, que definieron como una “propuesta artística de carácter político-cultural” para la que desarrollaron revistas y libros, pinturas con mensajes de estética y formas publicitarias, provocadoras acciones y convocatorias expositivas abiertas a la participación de otros creadores.
También en Nueva York, Gadea se interesó por los dibujos humorísticos de Rube Goldberg, un habitual en la prensa estadounidense. Algunas de sus máquinas de aspecto estrafalario y función simple las incorporó a sus trabajos, como ocurrió también con las formas y colores de Francisco Ibáñez, al que el Círculo de Bellas Artes dedica actualmente una exhibición.
COLLAGES E INTROVERSIÓN
Al cosechar mayores éxitos en sus muestras madrileñas que en sus proyectos de Nueva York, Gadea regresó a Madrid en 1989 y a partir de ese año se inició en la experimentación con collages en los que combinó paisajes tomados de almanaques, fotografías de publicaciones sobre moda, alusiones a la ciencia ficción e incluso imágenes de Franco.
Quizá su serie de trabajos más significativa sea Circo, datada en 1992 y presentada en la sala Masha Prieto. Surgió a raíz de un viaje a San Sebastián en el que ella y Ugalde arrancaron carteles circenses de muros y vallas para después, ya en su estudio, retocarlos, ensuciarlos o pintarlos hasta convertirlos en cuadros-propaganda en relación con los desengaños políticos de entonces.
Precisamente a raíz de Circo, payasos, tigres y mujeres trapecistas se incorporaron a la iconografía de Gadea, que les dio paulatinamente un tono siniestro frente a su inocencia inicial, o los terminó relacionando con representantes políticos que quedaban, así, parodiados.
La última etapa de su trayectoria, que podríamos fechar entre 1999 y 2006 (fase palentina), corresponde a una obra más intimista y descarnada; sus mensajes se hacen más concretos y definidos y el papel se convierte en su principal soporte. Ganan presencia el cuerpo femenino, los sueños, lo espiritual y lo cotidiano.
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