Pinturas que coleccionaron pintores

La National Gallery muestra las adquisiciones de ocho artistas de épocas diversas

Londres,
Jean-Baptiste-Camille Corot. ‘Italian Woman, or Woman with Yellow Sleeve (L'Italienne), hacia 1870. © The National Gallery, London
Jean-Baptiste-Camille Corot. ‘Italian Woman, or Woman with Yellow Sleeve (L’Italienne), hacia 1870. © The National Gallery, London

Lo decía Joshua Reynolds: las obras de arte, además de ser modelos a imitar, son rivales a batir. Y para lograrlo, podría añadirse, nada mejor que tenerlas cerca.

El pasado 23 de junio, la National Gallery de Londres abrió al público “Painter´s Paintings”, un viaje a través de pinturas fundamentales representativas de quinientos años de arte desde la perspectiva de los propios artistas: se trata de trabajos que fueron regalados a Freud, Matisse, Degas, Leighton, Watts, Lawrence, Reynolds y Van Dyck o que estos  mismos autores adquirieron por el placer de contemplarlos a diario o pensando en servirse de ellos como inspiración.

La muestra quiere ser una oportunidad excepcional para acercarnos al universo privado de estos artistas, a sus gustos y motivaciones, porque, cuando se colecciona desde el propio impulso y sin motivaciones económicas, una colección puede hablar de la personalidad de su poseedor casi tanto como la propia obra de este.

La idea de organizar esta exposición, abierta hasta septiembre y comisariada por Anne Robbins, partió de la donación a las autoridades británicas del retrato de Mujer italiana de Corot dispuesta por Lucian Freud antes de su muerte en 2011. El pintor de la carne la había comprado una década antes, atraído por la solidez de sus pinceladas y por su intensa presencia física, rasgo común con tantos de sus modelos.

Freud había declarado en su testamento que quería que esta obra perteneciera a los británicos por la calurosa acogida que le brindaron en el país cuando él llegó a Inglaterra huyendo del nazismo. También estipuló el artista que el lugar donde se conservase debía ser la National Gallery, para que pudiera ser contemplada por todos.

Llamativamente, desde 2011, muchos visitantes del centro acuden a contemplar a esta Mujer italiana atraídos por el hecho de que Freud fuera su propietario, dejando un tanto a un lado los méritos propios de este lienzo de Camille Corot. Así que los expertos del museo, a raíz de esa atracción, comenzaron a estudiar en profundidad qué lleva a un artista a colgar un determinado lienzo en las paredes de su casa, de qué modo esas piezas que adquieren estos creadores por deseo propio influyen en sus trayectorias y qué conclusiones podemos extraer, en definitiva, de esos fondos personales.

Esta exhibición, “Painter´s Paintings”, es el fruto de ese estudio y combina la presentación de las obras que coleccionaron Freud, Matisse, Degas, Leighton, Watts, Lawrence, Reynolds y Van Dyck y las que ellos mismos llevaron a cabo, para que el público pueda establecer conexiones de relación o enfrentamiento, dando lugar a un diálogo dinámico entre obras poseídas y obras creadas.

La mitad de las piezas que forman parte de este proyecto han sido prestadas por colecciones públicas y privadas internacionales  y un buen número de ellas no se exponían al público desde hace décadas

La mitad de las piezas que forman parte de este proyecto han sido prestadas por colecciones públicas y privadas internacionales, de Nueva York a París pasando por Filadelfia o Copenhague, y un buen número de ellas no se exponían al público desde hace décadas.

Si empezamos por Freud, este artista de lo táctil, habitual de los museos de arte clásico, decía que iba a contemplar pintura antigua como quien va al médico, en busca de ayuda. En su casa se rodeó de obras de pintores británicos y franceses del s XIX, como Constable, Corot, Cézanne o Degas, y si tuviéramos que establecer un punto en común entre ellas sería, claramente, su poderosa energía. En la National Gallery la Mujer italiana se nos presenta tal y como se encontraba en casa de Freud: junto a un pequeño bronce de Degas que también retrata a una mujer y un croquis que su amigo Frank Auerbach le envió como regalo de cumpleaños, datado en 2002.

Matisse comenzó a comprar arte mucho antes de alcanzar el éxito como artista (con buen esfuerzo económico, queremos decir) y sus fondos también crecieron a través de donaciones e intercambios, como los que realizó con Picasso: se sabe que envió al malagueño un dibujo en 1941 por haber velado por la cámara acorazada que tenía en el banco de París cuando la capital francesa estaba ocupada por los nazis. Como respuesta, el español le envió un Retrato de Dora Maar al año siguiente.

La misma práctica siguió con Signac (que le regaló La Casa Verde, también en la exposición) y una de las piezas que el fauvista atesoró y que más influiría en su propia producción sería Tres bañistas de Cézanne. La compró en 1899 y fue suya durante 37 años, periodo en el que Matisse esperaba haberse adentrado bien en ella, aunque –quería – ojalá no del todo. Tanto estas bañistas como el retrato de Gauguin de un Hombre joven con flor detrás de la oreja influirían en la  progresiva simplificación de las líneas de Matisse, proceso que derivaría después en su adopción de la abstracción, evidente en la escultura Espalda III.

Desconocemos las circunstancias en que adquirió Mujer peinándose de Degas, que pertenece a la propia National Gallery, pero es evidente que en el francés también son frecuentes este tipo de escenas.

Hablando de Degas, él fue un observador audaz de la vida moderna, pero sin embargo su arte bebió de la tradición. También fue uno de los mayores coleccionistas de su tiempo, y cuentan que para él comprar arte ya era todo un vicio que a veces superaba su capacidad económica: adquirió pinturas de maestros clásicos y de genios del momento, como Bañista con el brazo extendido, de Cézanne (que luego pertenecería, por cierto, a otro artista: Jasper Johns).

También apoyó a Gauguin o Sisley y coleccionó piezas de Ingres o Delacroix.

Lord Leighton fue uno de los grandes pintores y escultores de la etapa victoriana y también fue muy consciente del poder del arte como vía de prestigio social. Compró pinturas del Renacimiento italiano (Tintoretto) que dejan claro lo refinado de su gusto y paisajes de autores franceses del s XIX que aluden a su formación continental.

Quedó impresionado por sus fondos el que fue su amigo y vecino  George Frederic Watts, quien compartía con Leighton amor por Italia y el deseo de reivindicar la gran tradición renacentista. Se autorretrató como senador veneciano y donó las (pocas) pinturas que poseyó a galerías públicas. Entre ellas figuraba un probable Girolamo Macchietti.

En cuanto a Sir Thomas Lawrence, el gran retratista británico de comienzos del s XIX, autodidacta pero muy influenciado por Reynolds, se sabe que fue, al igual que Degas, un coleccionista voraz y que atesoró una extensa colección de dibujos de antiguos maestros como Carracci, Rafael o Reni. Contaron con su consejo a la hora de coleccionar John Julius Angerstein y Sir George Beaumont, cuyos fondos serían el germen de los de la National Gallery.

Para Reynolds, coleccionar fue también una gran pasión, y no dudaba en afirmarlo. Poseyó una vasta colección de dibujos, pinturas y grabados de artistas como Van Dyck, Giovanni Bellini, Miguel Ángel, Poussin y Rembrandt, además de Gainsborough, a quien le compró Girl with Pigs (luego intentaría cambiarlo por un Tiziano).

El último pintor cuya  faceta coleccionista examina el museo británico es Van Dyck, pintor de corte en la primera mitad del s XVII que, siguiendo el ejemplo de su maestro Rubens, no tardó en adquirir su propia colección de obras de arte italiano: Tiziano fue su obsesión.

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