No están todas las que son, pero son todas las que están: Eileen Agar, Claude Cahun, Leonora Carrington, Germaine Dulac, Leonor Fini, Valentine Hugo, Frida Kahlo, Dora Maar, Maruja Mallo, Lee Miller, Nadja, Meret Oppenheim, Kay Sage, Ángeles Santos, Dorothea Tanning, Toyen, Remedios Varo y Unica Zürn son las dieciocho artistas seleccionadas por José Jiménez para repasar, en el Museo Picasso de Málaga, las aportaciones femeninas al movimiento surrealista, pero él mismo subraya que no se trata de una selección excluyente: no constituye una enumeración cerrada, sino una lista abierta a nuevas consideraciones e inclusiones. Se trata de una selección que busca la coherencia en la construcción del relato expositivo, teniendo como ejes centrales la calidad artística de las obras y el ejercicio de estas mujeres de su autonomía activa, como sujetos pensantes y creativos, hacia la plena libertad.
Los trabajos fotográficos de algunas de ellas los ha recuperado recientemente el Jeu de Paume (es el caso de Cahun o Dulac), de Maruja Mallo presenta actualmente una antología la Galería Guillermo de Osma, y ahora el Picasso malagueño, que desde hace años viene reivindicando en su programación la labor de las mujeres artistas con muestras individuales exhaustivas (Louise Bourgeois, Hilma af Klint, Sophie Taueber-Arp) ha decidido presentar, de forma conjunta, trabajos de las mujeres que se implicaron, más o menos activamente, en la gestación y el desarrollo del surrealismo en los años veinte.
En Málaga podremos ver desde mañana un centenar de pinturas, dibujos, esculturas, collages, fotografías y vídeos que resaltan la individualidad de estas creadoras al margen de su connivencia con esta corriente, que desde su germen parisino y bretoniano se extendió, sin tardar mucho, a nuestro país y a Bélgica, Suiza, Reino Unido, México o Estados Unidos.
El Manifiesto que hoy consideramos que, canónicamente, dio origen al surrealismo en 1924, lo definía como el automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral.
Promulgaba, por tanto, la trangresión y el antiacademicismo, al negar espacio a otro virtuosismo que no fuera el de la mente al superarse en creatividad espontánea. Sin embargo, hubo convenciones no vencidas. En la teoría, los artistas surrealistas defendían la igualdad entre sexos y la opción del arte como actividad tan propiamente femenina como cualquier otra; en la práctica, las artistas que mencionamos tuvieron dificultades serias para hacer valer su trabajo y algunas quedaron eclipsadas por sus parejas cuando estas eran creadores del movimiento.
Para ellas, bucear en su subconsciente constituía un modo de conocerse mejor
En nuestro imaginario, son más frecuentes las imágenes surrealistas de mujeres convertidas en objetos artísticos (sea como objetos sexuales, como eternas mujeres-niña o como musas o mujeres pasivas e idealizadas) que las imágenes elaboradas por las representantes femeninas del movimiento, cuyo reconocimiento, siendo oscilante según las décadas, ha sido, en general, más reciente.
Si tuviera sentido establecer diferencias entre la obra de unos y otras surrealistas, podríamos decir que la de ellas, en mayor medida, exploraba pensamientos y emociones propias: era más frecuente entre los surrealistas desplegar automatismos que no estaban vinculados a sus propias experiencias.
Para ellas, bucear en su subconsciente constituía un modo de conocerse mejor. Era más un proceso introspectivo que lúdico, una forma de tomar conciencia, valga la redundancia, de sus zonas erróneas. Si repasamos las biografías de estas artistas, veremos que muchas de ellas no lo tuvieron fácil en absoluto: padecieron enfermedades, abusos y penas diversas (hay que tener en cuenta, además, que el fin de la I Guerra Mundial aún quedaba cerca y que estos años coincidieron con la difusión más allá de fronteras de las teorías freudianas del psicoanálisis).
De ahí el carácter autorreferencial de buena parte de estos trabajos, y también la abundancia de autorretratos en sus producciones. Jiménez habla del surrealismo de estas autoras como de un realismo interior.
Con todo, podemos decir que el surrealismo fue seguramente el movimiento vanguardista más atractivo para las mujeres artistas, por su voluntad de renovación, su esencia provocadora y su reivindicación de la libertad. Contribuyó a que, previo paso por un proceso de liberación que pudo ser, por lo que tenía de viaje al interior, doloroso y dramático, alcanzaran una independencia creativa insólita hasta entonces.
“Somos plenamente libres. Las mujeres artistas y el surrealismo”
c/ San Agustín, 8
Málaga
Del 10 de octubre de 2017 al 28 de enero de 2018
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