Románico

El arte románico fue el primer arte unificado del mundo cristiano occidental y se desarrolló en los siglos XI y XII, llegando en algunas áreas hasta el año 1250. Sus ejes estuvieron en Francia (Loira, Languedoc y Rosellón) e Italia (Lombardía). Desde esas regiones se irradió a España, los territorios germánicos y, años más tarde, a Inglaterra, aunque Suiza, los Países Bajos, Hungría y la antigua Yugoslavia también fueron testigos de este nuevo estilo.

En su arquitectura religiosa destacan los monasterios, auténticas ciudades cerradas: centros religiosos, culturales, económicos, donde convergían fuertes recursos, autosuficientes por su actividad agrícola y artesanal. En las iglesias románicas se mantenían los siguientes principios básicos: el empleo sistemático del arco de medio punto y el vano como integrante de los sistemas de cubierta, el predominio de la masa sobre el vaano, la piedra comko material y el empleo de muros gruesos como instrumento de soporte de los empujes de la bóveda, con escasa presencia de ventanales, y en el exterior, el empleo de contrafuertes, sin apenas función sustentante, sino como medio de creación de un espacio semiescultórico (juego de luces y sombras). Se recurre a una articulación orgánica del espacio: la longitud deberá ser múltiplo de la anchura de la nave central, y la anchura de las naves laterales será un submúltiplo de ella.

Las naves se disponen en un espacio de semipenumbra que invita a la meditación y el recogimiento y la Iglesia presenta una orientación de Este (ábside) a Oeste (pies). La tipología de la planta es basilical o de cruz latina y en ella se distinguen dos partes: cabecera y naves, estas últimas de una a tres.

En un primer momento, la nave central se cubría con una armadura trapezoidal de madera; en un segundo momento se utilizó como sistema de cubierta la bóveda: sucesión de arcos yuxtapuestos y compuestos de piedras talladas en forma de cuñas cuyo interior es más estrecho que la zona superior. Las naves laterales actúan como estructura de descarga, ayudadas en el exterior por macizos contrafuertes que se incorporan a los muros para neutralizar los empujes de la bóveda en determinados puntos. En las iglesias de peregrinación, se construye sobre las naves laterales una tribuna (galería con ventanas ornamentales de tres vanos -triforio- que se muestran hacia la nave central).

Para el crucero se elige la cúpula semiesférica con una linterna en su cúspide, apoyada sobre pechinas o trompas en espacios poligonales que casi siempre son cuadrados.

En el Románico son frecuentes las fachadas en forma de H, entre dos sólidas torres, aunque en las iglesias italianas suele construirse una torre-campanario separada del edificio.

Presentan portadas ornamentales, a menudo decoradas con esculturas.

En cuanto a los conjuntos pictóricos y escultóricos del arte románico, hay que subrayar que los más importantes se disponen en las propias iglesias. Su función era docente y moralizante y las figuras quedan limitadas, en pintura, por un fondo plano, y en escultura por un marco arquitectónico, por lo que se dice que el marco engendra la forma.

Las principales fuentes de inspiración conceptual fueron los textos bíblicos, los evangelios apócrifos, los textos apologéticos de la Patrística, las leyendas hagiográficas y los Bestiarios y entre los conjuntos formales más importantes figuran la Maiestas Domini, la figura de Cristo, la de la Virgen y el Bestiario, éste muy presente en los capiteles.

La escultura, por tanto, se adapta a las exigencias de la geometría del conjunto arquitectónico y tiene carácter monumental, sobre todo en las fachadas, y la pintura románica también está supeditada a la arquitectura. En sus orígenes, las paredes de los templos románicos estaban enlucidas y pintadas.

Se trataba de una pintura fundamentalmente mural, en la que predominan las técnicas del fresco y el temple y los colores intensos. Su finalidad era divulgar el mensaje cristiano. Destacan también las miniaturas de biblias y salterios.