Arte prehistórico

Denominación que engloba el conjunto de manifestaciones artísticas realizadas por el hombre desde el Paleolítico Superior hasta la romanización (30.000-133 a. C.).

En el Paleolítico superior (30.000-10.000 a. C) abundan las pinturas rupestres, realizadas al abrigo de cuevas y cavernas a base de pigmentos naturales. Tras ellas se esconde una intención mágico-suntuaria. Los motivos más representados son animales como bisontes, ciervos, corzos, gamos, mamuts, cabras, toros… aunque también se encuentran motivos antropomorfos, impresiones de pies y manos etc. Las obras más maduras se dan en el periodo Magdaleniense y se caracterizan por su naturalismo y su viva policromía. Francia y España poseen los conjuntos más importantes de este periodo. En escultura el periodo más fecundo es el Auriñacense. Proliferan los objetos de hueso y marfil como agujas, arpones, anzuelos, cuchillos… en los que coinciden el fin práctico y la intención estética. En piedra encontramos relieves y figuras de bulto redondo como las venus esteatopigeas, asociadas a ritos de fecundidad. Se conservan medio centenar de estas piezas, entre las que destaca la venus de Willendorff (Alemania). En el periodo Mesolítico (10.000-5.000 a. C) las pinturas rupestres se caracterizan por su pequeño formato, por el uso de siluetas estilizadas y por la tendencia a la monocromía. Los temas revelan cierto carácter narrativo e incluyen escenas de caza y recolección, danzas, batallas etc. La figura humana es protagonista. Durante el Neolítico (5.000-1.700 a. C) se producen numerosos cambio sociales, económicos y culturales que tienen su reflejo en las manifestaciones artísticas (generalización del comercio y la navegación, aparición de los primeros tejidos, de la cerámica y la arquitectura). A este periodo corresponde la producción de monumentos megalíticos, así llamados por sus grandes proporciones, que se extienden desde Japón hasta la Península Ibérica. Sus principales tipologías son el menhir, las alineaciones, los dólmenes y los cromlech. En pintura se acentúa la estilización de las figuras y la tendencia a la abstracción. Los conjuntos más importantes se localizan en el sureste de Francia y en el levante español. En la Edad de Bronce (1.700-800 a. C) aparece el enterramiento de caja o cista. Al final de la edad se difunde la incineración y con ella el desarrollo de la cerámica, sobre todo en forma de urnas o vasos cerámicos en forma humana (prosopomorfas) o de casa (ecomorfas). La Edad de Hierro (desde el 800 a. C) conoce un gran desarrollo de la arquitectura y el urbanismo: se construyen ciudades fortificadas, provistas de murallas, canalización de agua etc. En este periodo los celtas invaden Occidente y difunden su sentido de la ornamentación a base de ritmos curvilíneos y esmaltes de color aplicados sobre el metal.

El arte prehistórico en la Península Ibérica
Las zonas de mayor desarrollo son el área cantábrica, la costa mediterránea y puntos aislados del interior, destacando las pinturas de las cuevas de Altamira, El Castillo o La Pasiega. Durante el epipaleolítico (8000 – 6000 a. C.), se producen expresiones abstractas y las muestras son relativamente escasas. En el Neolítico (6000 – 2500 a. C.), se desarrolla el arte macroesquemático en la región levantina caracterizado por pinturas en paredes rocosas de factura estilizada . En las últimas fases de la Edad del Bronce (6000 – 750 a. C.), aparecen piezas y monumentos relacionados con el mundo funerario como estelas decoradas y piedras monolíticas. Sobre este sustrato se desarrolla el arte tartésico, el ibérico, el celtibérico y la cultura castreña, marcando la invasión romana una nueva etapa en la historia del arte español.