Montmartre: una inmersión en el espacio y el tiempo

CaixaForum Madrid se sumerge en el universo de Toulouse-Lautrec

Madrid,

Me gustaría contarte un poco lo que estoy haciendo, pero es tan especial, tan fuera de la ley, que papá sin duda me tildaría de marginado…
Toulouse-Lautrec, 1886

Tras su paso por CaixaForum Barcelona, donde fue visitada por más de 200.000 personas, mañana abrirá sus puertas al público en Madrid “Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre”, una extensísima muestra concebida como proyecto inmersivo (también lo fueron las dedicadas, en este mismo centro, a los ballets rusos de Diaghilev, a Chaplin, Méliès o Warhol).

Édouard Manet. El encuentro de los gatos, 1869. © Colección David E. Weisman y Jacqueline E. Michel / Stéphane Pons
Édouard Manet. El encuentro de los gatos, 1869. © Colección David E. Weisman y Jacqueline E. Michel / Stéphane Pons

No por sentirnos familiarizados con el París del cambio de siglo, con sus certezas y sus tópicos, percibiremos esta exposición como menos apabullante: producida únicamente por “la Caixa”, cuenta con más de 300 piezas llegadas de instituciones públicas y privadas internacionales; muchas de ellas son obras fundamentales del periodo y la mayoría no habían compartido espacio desde su creación. De esas 300 obras, 60 corresponden a Toulouse-Lautrec, entre ellas pinturas, litografías y dibujos extraordinarios: el de Albi, por las temáticas y soportes que empleó, ejerce en este proyecto de nexo común entre el amplísimo elenco de sus contemporáneos representados, de Manet a Picasso pasando por Signac, Steinlen, Van Gogh o Bonnard.

Phillip Dennis Cate comisaría este proyecto, que identifica el espíritu de Montmartre con la exaltación de la libertad creativa y de la belleza de lo espontáneo frente a los valores atemporales clásicos y el orden burgués. y también con la celebración de un arte que nace desde y para los espacios públicos, en contacto con espectadores de toda condición. Ese clima, lo ha subrayado hoy el director emérito del Zimmerli Art Museum de Nueva Jersey, no hubiera sido posible sin los inevitables cambios que la Guerra franco-prusiana, saldada con derrota gala en 1871, trajo a la sociedad francesa: el declive de sus instituciones políticas se extendió a las artísticas y académicas y en los barrios bohemios de París brotaron, en un breve periodo de tiempo, prácticas hasta entonces casi inauditas y muy fructíferas: colaboraciones y cambios de roles entre artistas, escritores y escenógrafos.

Aquella nueva libertad tuvo también implicaciones amplias más allá de la esfera artística y un epicentro: el citado de Montmartre. Su mero nombre definía, en los últimos compases del siglo XIX y según el comisario, un estado de ánimo: una mentalidad de vanguardia contraria a cualquier oficialidad, a lo establecido. El esplendor de esta zona era “solo” creativo: hacia 1880, el barrio del Sagrado Corazón concentraba marginación, miseria, cabarets y talleres asequibles, pero cualquier otro espacio más elegante y encorsetado no habría reunido en sus calles, en tan elevado número, a artistas, intérpretes e intelectuales sin los que hoy no entenderíamos la modernidad: el propio Toulouse-Lautrec, Ibels, Bonnard, Signac, Aristide Bruant, Yvette Guilbert, Alfred Jarry, Satie o Charpentier.

Algunos de ellos pasaron por Le Chat Noir, el emblemático cabaret que Rodolphe Salis fundó en 1881: a él acudieron los artistas y escritores afines al colectivo Les Arts Incohérents, primeros responsables de la efervescencia creativa de Montmartre y, para algunos, precedentes del dadaísmo o el surrealismo con su humor absurdo y antiburgués. Su ejemplo cundió: cuando el siglo tocaba a su fin, en el barrio abrían sus puertas casi medio centenar de locales de ocio y esparcimiento; no hubo que esperar a nuestro tiempo, ya entonces la bohemia, la cultura libre y lúdica convirtieron Montmartre en atracción turística.

De hecho, Le Chat Noir prosperó: en 1885 se mudó a una mansión de la Rue Victor Massé, cuna del teatro de sombras que al año siguiente crearía Henri Rivière, añadiendo gran complejidad técnica al que era un divertimento casero.

El gran tema cultivado por los artistas radicados aquí, al margen de las críticas a la sociedad de su tiempo y sus observaciones agudas de la condición humana, fue la vida moderna: las calles, sus trabajadores de sol a sol, sus vagabundos y prostitutas, el ambiente de cafés, cabarets y salas de baile. La épica quedó sentenciada; los propósitos moralizantes, más aún.

Jules Grün. La canción de Montmartre, 1900. Colección particulae
Jules Grün. La canción de Montmartre, 1900. Colección particular

 

Henri de Toulouse-Lautrec. Moulin Rouge, La Goulue, 1891. Colección particular. Cortesia Galerie Documents, París
Henri de Toulouse-Lautrec. Moulin Rouge, La Goulue, 1891. Colección particular. Cortesia Galerie Documents, París

La muestra se estructura en nueve secciones temáticas, dedicadas a los paisajes urbanos de Montmartre, al arte nacido en torno a Le Chat Noir (atención a los ejemplos de ese teatro de sombras), a la prensa y la cartelería, a la introducción del arte en las técnicas de reproducción seriada y en los medios de comunicación de masas y a sus nexos con la vida nocturna parisina, con sus espectáculos y el circo. El epílogo inquietante lo encontramos en un apartado dedicado a las representaciones finiseculares de la mujer y de su sexualidad, desde la idealización simbolista a sus visiones más negras.

Infinitos cambios de peso se sucedieron en las décadas de 1880 y 1890: el dibujo abandonó su condición de medio preparatorio para convertirse en obra autónoma y, aún más, en emblema de la estética moderna; el realismo perdió importancia en favor de la atractiva sencillez de la linealidad, comenzó a apreciarse el potencial del cartel como soporte artístico, de la mano de Jules Chéret, y la clientela diversa y desinhibida de los cafés sustituyó a dioses, héroes y sofisticados comitentes en las preferencias de los genios de la nueva pintura, que además, como decíamos, trabajaron en un ambiente colaborativo, experimental, más abierto que nunca hasta entonces.

De otro modo no hubieran podido sentir esos artistas radicales la afinidad amplia que llegaron a alcanzar con actores, bailarinas e intérpretes circenses, con quienes compartían, en la vida y en el arte, drama, humor, amor por lo oscuro y lo sobrehumano y, muy a menudo, marginación. El arte se acercó entonces a nosotros, a la calle y sus misterios, como casi nunca lo había hecho (ni lo haría).

 

 

“Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre”

CAIXAFORUM MADRID

Paseo del Prado, 36

Madrid

Del 20 de febrero al 19 de mayo de 2019

 

 

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