La Comunidad de Madrid y Feria ARCO premiaron en la última edición de esta cita, que finalizó el domingo pasado, su obra Artemisia Gentileschi: Judith decapitando a Holofernes por enfatizar que es posible unir lo vernáculo y lo político a través de lo textil y en la Galería Nogueras Blanchard tenemos, pasada la feria, la oportunidad de profundizar en la producción de Mercedes Azpilicueta, artista argentina residente en Ámsterdam desde que en 2011 realizase una maestría en el Dutch Art Institute/ArteEZ Hogeschool voor de Kunsten de Arnhem.
En los últimos años, su obra se ha presentado en el TENT de Rotterdam, el CA2M de Móstoles, el MACBA o el Museo Jumex mexicano; también en la sala madrileña a la que ahora regresa para mostrar “El viejo sueño de la simetría”, un proyecto del que forma parte la pieza galardonada en ARCO: se trata de dos telas de lino sobre las que Azpilicueta bordó los contornos de la escena de la decapitación con abundantes hilos de color vino. Ambas están cubiertas por una capa de seda y forman un díptico en las que se enfrenta la imagen con su reflejo especular, remitiéndonos a las ideas de la artista polaca Lea Lublin, de cuya muerte se cumplen ahora veinte años.
Lublin defendía que nuestros gestos, personales y artísticos, son réplicas de los acumulados a lo largo de la historia, de los gestos que nos preceden: examinando los propios y actuales podremos encontrar retazos y ecos del pasado. Llevando esta teoría a la interpretación de Judith decapitando a Holofernes de Gentileschi, Lublin encontró ecos de la anterior violación de la pintora barroca por parte de su preceptor: la violencia explícita y sangrienta representada en esta obra podría entenderse como la respuesta de Artemisia a aquel episodio, de modo que ella misma aparecería como Judith en un acto de desdoblamiento, lleno, por otra parte, de enigmas y quizá abismos psicológicos.
Fue a través de la obra y de los estudios de Lublin, autora feminista que reivindicó a Gentileschi en la segunda mitad del siglo pasado, como Azpilicueta llegó a la italiana, indagó en su trabajo y, además de la pieza premiada por la Comunidad de Madrid, llevó a cabo el año pasado una serie de imágenes enmarcadas en la pared: Artemisia Gentileschi e il suo tempo, Firenze; Artemisia Gentileschi e il suo tempo, Napoli; The Artemisia Files: Artemisia Gentileschi for Feminists and Other Thinking People; Artemisia Gentileschi. Giuditta che decapita Oloferne, 1620 -1621 circa, Firenze Galleria degli Uffizi. En todas ellas, la argentina sostiene diversos libros y una postal que retratan las dos versiones existentes de la decapitación de Holofernes por Judith (o quizá Artemisia) y su criada, ensañándose contra el hombre; siendo sus cuerpos, todos, un esplendoroso ejercicio pictórico de retorcimiento y dinamismo.
Azpilicueta exalta, a través de ellos, la intuición y el deseo femenino como fuentes de creación artística: de fondo podremos escuchar, periódicamente, el sonido de Cuerpos pájaros narrativa 1, una filmación tomada en Buenos Aires (en cuyo Museo de Arte Moderno puede verse hasta abril) en la que Azpilicueta aborda la propia fisicidad, los cuerpos individuales, como cajas de resonancia tanto de lo personal como de lo social y se pregunta cómo es un cuerpo colectivo en el que cabe lo diverso y no hay normas.
Otro pintor italiano, pero renacentista y no barroco, Pontormo, fue el punto de partida de Azpilicueta al plantear las dos figuras colgantes que pueden verse en el espacio central de Nogueras Blanchard: Hommage al reverso de Natività di San Giovanni Battista, Pontormo, 1526 (I) y (II). Suponen la reinterpretación de la artista de dos alimañas aladas que pueden verse en el reverso de la Natività de San Giovanni Battista, obra manierista en cuyo revés se encontró una pareja de seres monstruosos pero de ecos humanos: cabezas de anciano y un tronco de costillas, aunque estriado.
La argentina los ha transformado en cuerpos-pájaros formados por pliegues y arrugas de fieltro y los ha envuelto en mallas, guirnaldas de látex pringoso y cadenas de metal. Como el resto de los tejidos que forman parte de esta muestra, sus colores remiten a la sangre y al barro, conectando con la pintura de Gentileschi y con las pasiones y la atención a lo terreno en las que se enfangó el arte barroco, no solo el europeo, porque Azpilicueta quiere también evocar el colonial y el neobarroco propio de Río de la Plata.
La artista viene trabajando con telas y tejidos ya desde su primera formación universitaria en Buenos Aires; en Holanda se ha zambullido en la performance, pero una residencia de dos años en Italia le llevó a reconectar con lo artesanal y también a volver su mirada hacia el barroco, que ella concibe, más que como movimiento artístico con fechas aproximadas de inicio y fin, como una fuerza que va más allá de los siglos y que periódicamente impregna el lenguaje, las artes plásticas y el entendimiento.
También en el centro de la galería podemos leer en una placa El viejo sueño de la simetría. Su rol es más amplio que el de dar título a la exposición: está elaborada con plata reciclada que formó parte de collares que Azpilicueta llevó en su juventud y que fundió un amigo suyo en su pueblo natal, donde existe una amplia tradición en el trabajo con este metal. Cita en ella a otra pensadora feminista, Luce Irigaray, que entendió estériles los intentos de Freud por subrayar similitudes entre la sexualidad masculina y la femenina, pero a esta joven artista esas palabras le sirven para señalar la imposibilidad de la armonía en el arte donde cabe la vida, es decir, en todo él y para animarnos en la búsqueda de nuevas lecturas de obras del pasado.
Esta muestra, la quinta que en Nogueras Blanchard forma parte del ciclo On Affection, subraya así las intenciones fundamentales de la producción de esta autora: señalar las ambigüedades de toda representación y las implicaciones afectivas del lenguaje.
Mercedes Azpilicueta. “El viejo sueño de la simetría”
c/ Doctor Fourquet, 4
Madrid
Del 14 de febrero al 23 de marzo de 2019
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