Marina Núñez y la piel honda

La artista presenta un proyecto específico en el Lázaro Galdiano

Madrid,

Uno de los versos más célebres de Paul Valéry, recogido en el libro La idea fija, reza que nada es tan profundo como la piel, en referencia a que es esta la que nos conecta en primera instancia con el entorno y con las sensaciones de él derivadas, noción en la que profundizó, asimismo, Deleuze en Lógica del sentido. Aquel mismo verso del autor de El cementerio marino pone título a la muestra específica que Marina Núñez presenta, hasta el próximo marzo, en el Museo Lázaro Galdiano: un conjunto de imágenes digitales elaboradas con software 3D y, en algunos casos, con inteligencia artificial, dibujos y esculturas de cristal que pueden verse en las Salas 7, 9, 11, 17, el salón de baile y el Pórtico del centro, proponiendo para él una suerte de museografía alternativa en la que ganan peso la sutileza y la apertura a la intimidad.

Núñez ya ha trabajado en varias ocasiones a partir de colecciones de arte antiguo (como la del Museo Thyssen) y espacios patrimoniales (en la Catedral de Burgos), pero esta exhibición en el Lázaro Galdiano se nutre de premisas diferentes por la concepción inicial del antiguo palacio Parque Florido: Lázaro Galdiano lo ideó como una suerte de obra de arte total (Gesamkunstwerk), al modo de los gabinetes de curiosidades o studiolos del Renacimiento europeo, y esta autora palentina ha elegido fijarse especialmente en los ornamentos que decoran sus salas, pero también en los que aparecen representados en muchas de las pinturas que estas albergan.

En esa decoración, como en la piel, ha encontrado motivos para el detenimiento y en sus obras en esta exhibición, dispuestas con intencionada discreción, ha hecho hincapié en el tratamiento de las superficies, las de las mismas salas y las de los elementos que las habitan, en lugar de desarrollar lecturas sobre sus contenidos; en sus palabras, hipotéticas esencias profundas e invisibles. Elige Núñez no considerar epidérmico (superficial) sino estructural ese ornamento, y a partir de él nos enseña un imaginario sobre el rol de las mujeres en el arte y la sociedad con derivaciones políticas y con raíces, temáticas y conceptuales, en su propia producción de los años noventa, en la que recalcaba que los seres humanos formamos parte de la naturaleza y, por no sernos ajena, no debe esta ser expoliada.

Marina Núñez. Nada es tan profundo como la piel. Museo Lázaro Galdiano
Marina Núñez. Nada es tan profundo como la piel. Museo Lázaro Galdiano

Veremos en algunas piezas especies botánicas nuevas o antiguas, figuras devenidas ecosistemas, que recalcan que lo natural no está fuera sino dentro y que no hay en ello alteridad, como tampoco habrá oposición ni barrera entre el paisaje y el artificio ni entre principios que nacen de finales. Aunque cuidadoso, como dijimos, al no opacar la atención sobre los trabajos de los grandes maestros que forman parte de las colecciones del Lázaro Galdiano, este montaje, comisariado por Isabel Tejeda, no deja de suscitar en el espectador experiencias estimulantes.

Marina Núñez. Nada es tan profundo como la piel. Museo Lázaro Galdiano
Marina Núñez. Nada es tan profundo como la piel. Museo Lázaro Galdiano

En el Salón de baile, donde el recorrido comienza, veremos una intervención neorrenacentista en la marquetería del suelo: Ornamento. Ese espacio, concebido como público, queda de su mano convertido en privado, en dormitorio o en tumba: encontraremos unas mujeres bajo un sudario, a modo de trampantojo, cubiertas por un velo floreado que modela sus cuerpos, pero que a veces también deja ver su piel, que no es sino encaje vegetal. En palabras de la comisaria, enterradas bajo el ornamento que ha definido su feminidad están huecas, son ornato en sí, pero sobreviven reivindicando que su piel es también armazón, exoesqueleto. La escritora antiesclavista Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), cuyo retrato cuelga en la misma sala, las mira apoderándose de un espacio y un tiempo en el que ella es más que parte del decorado de un palacete burgués. Para estas mujeres, como para la escritora romántica, manto y carne son la misma cosa que está ligada al concepto de lo infinito que culebrea entre sus pliegues.

En cuanto al Salón de honor del Lázaro, una de las salas más profusamente decoradas del Museo, presentaba anteriormente como elemento más frío las persianas francesas en sus ventanas. Ahondando en ese ornato, podemos ahora contemplar en los vanos los estores que componen Botánica, un despliegue de grandes rostros femeninos, sin cabellos como maniquíes, de cuya piel, nuevamente de encaje, brotan formas esféricas a modo de esporas o huevos de los que brotan vegetales. Esos rostros son herbarios. En el comedor de gala se posan flotando, igualmente, las mujeres aire/agua de Núñez; para la sala 17 ha creado dríades ingrávidas sobre pan de oro que nos esperan entre las vírgenes flamencas, con sus cabellos/hierba con vida propia, y para la 9, dos Dafnes en transición vegetal, siguiendo tradiciones quattrocentistas.

Por último, nos aguarda en el zaguán, entrada original a Parque Florido, la serie de vídeos Las herboristas, conviviendo con las armaduras historicistas adquiridas por Lázaro. Tapan los ventanales que dejaban ver los jardines del Museo, introduciendo en ellos movimiento y la doble visión de un lugar familiar (un jardín botánico) y uno que no lo es (un espacio inhóspito y oscuro), separados por arcos ornamentados que remiten tanto a elementos arquitectónicos como a árboles, además de a las cabañas primitivas y a los ventanales de los óleos de los antiguos flamencos.

Marina Núñez. Nada es tan profundo como la piel. Museo Lázaro Galdiano
Marina Núñez. Nada es tan profundo como la piel. Museo Lázaro Galdiano

 

 

Marina Núñez. “Nada es tan profundo como la piel”

MUSEO LÁZARO GALDIANO

c/ Serrano, 122

Madrid

Del 1 de diciembre de 2023 al 10 de marzo de 2024

 

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