Por Marta Ramos-Yzquierdo
Por eso, la importancia de la exposición monográfica “Maria Martins: Metamorfoses” en el MAM de São Paulo no radica en redescubrir una figura fundamental en el arte brasileño del siglo XX, sino en permitir ver reunidas un número importante de piezas de la escultora, la mayoría de ellas fuera de Brasil, varias en museos estadounidenses o en colecciones privadas, y que resumen su trayectoria y ponen en valor sus ideas artísticas.
Martins (1894-1973) desarrolló su carrera entre Europa, Estados Unidos y Asia, siguiendo las mudanzas de su segundo marido, diplomático brasileño, después de un polémico divorcio. En 1943 presentó sus esculturas en la Valentine Gallery de Nueva York, al mismo tiempo que Mondrian presentaba la serie “New York” (Maria, que al contrario que el holandés vendió todas las piezas, compró Broadway Boogie-Woogie, obra que donaría al MoMA de Nueva York).
Esta exposición “Amazonia” le rinde el aplauso de los artistas de vanguardia europeos refugiados en la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Maria vivió totalmente integrada en ese círculo artístico, especialmente en el de los surrealistas de André Breton, André Masson, Yves Tanguy, Marcel Duchamp y Max Ernst, que desde el primer momento reconocen la singularidad de su trabajo y la invitan a participar en colectivas surrealistas. Breton destacaba en el libro Le Surréalisme et la Peinture, 1947, que existe en “María, y detrás de ella -es decir, en ella- el Brasil maravilloso, donde sobre los más vastos espacios… flota todavía el ala de lo irrevelado (…) en bronces como Yaci, Bouina y Yemanjá, supo captar como nadie en su fuente primitiva. (…) Ella no debe nada a la escultura del pasado o del presente“.
Sus formas retorcidas ligadas a prácticas automatistas plasman la investigación de lo ancestral y primitivo que recoge de las culturas indígenas amazónicas, y que al mismo tiempo muestran una pulsión constante entre la vida y la muerte, lo femenino y lo masculino, lo oculto y lo revelado, en una suerte de hacer visible lo invisible.
Representación también de una lucha que llevó a su propia vida, en un matrimonio abierto revolucionario en esa época, y que le permitió vivir varios romances, entre ellos con Mondrian o con Duchamp. Este último intenso y conflictivo, en el que además intercambiaron ideas y pensamientos sobre filosofía y arte. Dicen que Maria lo representó en uno de sus trabajos más conocidos O impossível, mientras que ella será el modelo para el cuerpo de mujer de la última obra de Duchamp Étant donnés (1946-1966).
Don’t Forget I Come from the Tropics
Even long after my death
Long after your death
I want to torture you.
I want the thought of me
To coil around your body like a serpent of fire
Without burning you.
I want to see you lost, asphyxiated, wander
In the murky haze
Woven by my desires.
For you, I want long sleepless nights
Filled by the roaring tom-tom of storms
Far away, invisible, unknown.
Then, I want the nostalgia of my presence
To paralyze you.
Maria Martins (to Marcel Duchamp) c.1945
La fuerza de Martins no se circunscribió únicamente a su trayectoria artística y personal. De vuelta a Brasil en 1950, sus esfuerzos se volcaron en el mundo institucional y en la escritura, siendo una de las impulsoras de la Bienal de São Paulo y el Museo de Arte Contemporáneo de Rio de Janeiro, además de publicar sus memorias Poeira da vida en el periódico Correio da Manhã y tres libros, sobre Nietzsche, Gandhi y la China.
Esta vida nos invita a pensar sobre cual ha sido el papel de la mujer en la cultura brasileña moderna y contemporánea, en la que destacan mujeres que lucharon contra convencionalismos y desarrollaron una vida y obra de gran significación. Maria Martins no es un ejemplo aislado. Por nombrar sólo algunas: antes de ella Társila do Amaral creó la imagen pictórica del movimiento antropofágico, revolucionario en la década de los años 20 y primer símbolo de una modernidad autóctona per se, y después Lygia Clark, figura fundamental del revolucionario movimiento concreto y neoconcreto, junto con Lygia Pape, fundadora también del Proyecto Helio Oiticica.
Maria Martins le contaba a su amiga Clarice Lispector, otra mujer imprescindible en la renovación literaria brasileña, en entrevista para la revista Manchete en 1968, que si tuviera que volver a vivir “sería artista como ahora, libre y liberada”. Quizá en estos movimientos fundamentales de revisión y rescate habría que estudiar este “curioso caso de las mujeres liberadas en Brasil” y que claves socio-económicas y culturales existieron para su rápido desarrollo y reconocimiento.