En menos de diez días abrirá sus puertas en Turín, en su Palazzo Madama, una gran muestra dedicada a Andrea Mantegna, el artista de Isola di Carturo y maestro del Renacimiento italiano que conjugó en su pintura su pasión por la Antigüedad clásica con atrevidos experimentos en el terreno de la perspectiva y un extraordinario realismo en la representación de la figura humana.
La exhibición plantea hasta qué punto su trabajo es fruto de un tiempo y de un lugar: la etapa renacentista en el valle del Po, primero en Padua y luego en Mantua, ciudades donde en este periodo, a la par, revivía lo antiguo y se construía lo moderno. Recorre su trayectoria al completo, desde sus comienzos virtuosos hasta su reconocimiento absoluto en la corte de los Gonzaga, a través de seis secciones que ilustran fases particulares de su evolución y aspectos relacionados con su personalidad creadora, así como asuntos menos explorados, como la relación que mantuvo Mantegna con la arquitectura o con la literatura.
La originalidad de su lenguaje nació de su conocimiento profundo y directo de las obras de Donatello en Padua y de su familiaridad con la estética manejada por Jacopo Bellini y sus hijos, sobre todo por Giovanni, y con las innovaciones florentinas y flamencas, pero también de su estudio de la arquitectura antigua. La mayor parte del recorrido se dedica a su etapa en Mantua y a su relación con escritores y eruditos, con quienes forjó vínculos lo suficientemente estrechos como para convertirse en un reconocido interlocutor humanista, defensor de los valores morales impulsados por esta corriente.
Los cuerpos y las actitudes de la mayoría de sus retratados pueden recordarnos la estatuaria clásica, pero es sobre todo en los escenarios donde Mantegna reflejó su gran erudición arqueológica: las columnas, los entablamentos, la ornamentación… son fragmentos de Antigüedad. Las figuras también son escultóricas, monumentales y macizas, y las perspectivas, amplias; también arriesgó a menudo en sus escorzos.
Completarán sus trabajos, al inicio de la muestra, proyecciones que sumergirán a los visitantes en la vida y la obra de Mantegna y en los escenarios donde la desarrolló y también les permitirán acceder a trabajos esenciales que, por su naturaleza o por razones de conservación, no pueden exhibirse, como los que alberga la Cappella Ovetari de Padua o la Cámara de los esposos o el gran ciclo de inspiración clásica de los triunfos de César.
Para contextualizar las pinturas, dibujos y grabados de Mantegna (han sido más de cien los trabajos reunidos), se exhibirán asimismo en Turín obras de otros protagonistas del Renacimiento en el norte de Italia, como Donatello, Antonello da Messina, Pisanello, Paolo Uccello, Giovanni Bellini, Cosmè Tura o Ercole de’ Roberti y esculturas antiguas o contemporáneas a estos autores, pequeños bronces, detalles arquitectónicos, medallas, correspondencia y preciosos volúmenes, algunos iluminados. Se sabe poco sobre los ayudantes de Mantegna a lo largo de su carrera, y sí que en algunas obras prefirió trabajar en soledad, como en la capilla que le mandó decorar Inocencio VIII en su villa del Belvedere en Roma. Se considera pintores plenamente formados con él a Francesco Bonsignori, buen retratista, y a Giovanni Caroto, que según Vasari asimiló muy bien la obra de su maestro.
Entre los centros prestadores del proyecto destacan el Victoria & Albert de Londres, el Louvre, el Metropolitan de Nueva York, los Uffizi, la Academia Carrara de Bérgamo, el Museo di Capodimonte o la Galería de la Academia de Venecia.
“ANDREA MANTEGNA. Rivivere l’antico, costruire il moderno”
Piazza Castello
Turín
Del 12 de diciembre de 2019 al 4 de mayo de 2020
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