Cuando, hace cerca de tres años, el Museo Reina Sofía invitó a Lothar Baumgarten a presentar un proyecto en el Palacio de Cristal de El Retiro, cuenta el artista que las dificultades de este espacio le llevaron a tener que pensárselo, a no dar su sí ni su no inmediatamente.
Finalmente aceptó, y quiso con su propuesta dar voz a este lugar y acentuar las posibilidades simbólicas de su transparencia. Cuando nos adentremos en el Palacio, desde hoy y hasta el 16 de abril del año que viene, no veremos nada porque la pieza de Baumgarten es una invitación a desarrollar nuestra capacidad de escucha, y nuestra consiguiente capacidad de guardar silencio: tenemos que poner oído.
Haciéndolo escucharemos una pieza sonora de dos horas de duración que este artista, de origen alemán, ha grabado al norte del estado de Nueva York durante el deshielo del río Hudson, un resquebrajamiento que produce un sonido similar al que se daría si se rompiesen las paredes del Palacio de Cristal.
Borja-Villel ha explicado hoy que esta obra, titulada El barco se hunde, el hielo se resquebraja, evoca la noción de paisaje romántico, introduce en el Palacio cierto volumen escultórico, nacido de una experimentación diferente a la acostumbrada con este escenario, y no está exenta de poesía, la derivada de referirse a la belleza nacida de la decadencia, en este caso a la que él es capaz de extraer de una situación de colapso económico que genera desastres naturales, trasfondo de este trabajo.
Hay que recordar que en la obra de Baumgarten están muy presentes las referencias a los procesos de explotación y expropiación que hemos llegado a entender como inherentes al progreso y también a los diálogos y confrontaciones surgidas entre las culturas mayoritarias y minoritarias. Baumgarten ha indagado en la historia del etnocentrismo, la antropología moderna y el cuestionamiento de los sistemas de pensamiento y representación occidentales y se ha servido para ello de la fotografía, el texto y la gráfica, además de las grabaciones sonoras: emplea cualquier material y técnica que la vida, y no solo el arte, le aporte, a la hora de construir momentos y situaciones.
Tampoco es una novedad en su trabajo el que en esta ocasión haya indagado a fondo en las especificidades arquitectónicas del espacio en el que exhibe su obra; en este caso, hace alusión evidente al entorno natural de la que fuera sede de la Exposición de las Islas Filipinas en 1887.
Aunque en un primer momento pueda sorprendernos no ver piezas materiales en esta exposición, João Fernandes ha dicho que, en el proyecto del alemán, el sonido ocupa más que los objetos, y que podemos llegar a tener la sensación de que el Palacio de Cristal nunca ha estado tan lleno.
Pese a formar parte de ella y haberla estudiado a fondo, Baumgarten nunca se ha dejado colonizar por la historia del arte, introduciendo constantemente una dimensión crítica en sus propuestas y alusiones a otras culturas (su contacto con los yanomami en los ochenta le marcó hondamente), llamando nuestra atención sobre el hecho, a menudo inadvertido, de que los modos de vivir y de entender esa vida son infinitos y de que nuestra relación con el mundo parte de nuestra interacción con una naturaleza de la que, hasta donde hemos podido, nos hemos adueñado. Cree Baumgarten que el mundo excede a nuestra experiencia de él.
En Unsettled Objects (1968-1969) ya defendía que los sistemas de presentación de las colecciones etnográficas daban primacía a la visión occidental de la historia y aquel mismo año comenzó a explorar cómo se establecen los nexos entre los individuos y las tierras que habitan, entre naturaleza y cultura. Podemos entender que este proyecto del Reina Sofía forma parte de aquellas indagaciones.
SE HUNDE MÁS QUE EL BARCO
El barco se hunde…está concebido como una sinfonía con sus movimientos, ritmos y silencios, y todos los sonidos que lo componen han sido cuidadosamente trabajados por el artista en colaboración con ingenieros de sonido y especialistas; Lothar ha sido una suerte de director de orquesta. Una vez compuesta ya la pieza, hubo de ajustar su estructura al Palacio de Cristal para adaptarla a sus peculiaridades y a la penetración en él del sonido exterior, creando mediante procedimientos tecnológicos una base sonora que “matase” el ruido ajeno al Palacio y crease en el oyente o espectador una sensación de encapsulamiento.
Si escucháis atentamente, podéis apreciar en la grabación cierto desarrollo dramático en evolución cíclica hasta que el barco se hunde por completo. Es conveniente no quedarnos quietos: el sonido viaja por el espacio y se aprecia de forma distinta en función de nuestra posición.
Tras los sonidos de Baumgarten hay metáforas: a partir de la transparencia de la arquitectura del Palacio, estableció el alemán analogías tonales entre el sonido del deshielo, el que podría derivar del cristal y el que pudiera simbólicamente generar el derrumbe financiero de los mercados que conocimos hace unos años, una crisis que ha tenido también, aunque no lo hayamos conocido tanto, efectos medioambientales.
Ya en Seven Sounds/ Seven Circles (2009), trabajó este artista con sonidos que registró durante cerca de cuatro años en la península de Denning´s Point, que se adentra en el Hudson cerca de Beacon.
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