Los primeros pasos de Barbara Kruger

La sala Skarstedt de Londres abrió ayer “Barbara Kruger, Early Works”, un repaso por los primeros trabajos de la artista estadounidense: fotografías de gran formato en blanco y negro con provocativas leyendas sobrepuestas alusivas a la construcción cultural de las nociones de poder, identidad y sexualidad. Según la propia Kruger, estas inscripciones tratan de cuestionar la apariencia en teoría inocente, acrítica, de las imágenes a las que acompañan.

Estas obras tempranas, muy coherentes con el estilo posterior de Kruger, destacan por el impacto visual que generan gracias, en parte, al uso de marcos rojos, un tono que no sólo contrasta con el blanco y negro de las fotos sino que también es una herramienta de la artista para desafiar el lenguaje visual, y en el camino, las estructuras de poder propias de la sociedad de consumo.

Antes de su presentación museística, según la americana, estas imágenes eran meros objetos y colgarlas con chinchetas habría perpetuado esa condición. Kruger pretendía que entraran en el mercado, entendiendo que fuera de él nada tenía repercusión y que enmarcarlas era una vía para mercantilizarlas, un dispositivo de envasado eficaz inserto en un proceso de firma, sellado y entrega.

Basándose en su experiencia como diseñadora gráfica, Bárbara adoptó las herramientas visuales propias de los medios de comunicación de masas, que yuxtaponen fotografía y palabra a la hora de comentar la actualidad o como vía de llamar la atención del espectador y crear agitación política, controversia.

Al servirse de imágenes de los medios de comunicación, busca comunicar determinadas ideas sobre el poder social y político a personas no familiarizadas con la esfera artística, razón por la que algunas han sido reproducidas en vallas publicitarias de distintas ciudades europeas y americanas.

Se considera que piezas como las que hasta el 11 de abril podemos ver en Skarstedt subvierten las aspiraciones sociales y culturales reflejadas en los medios de comunicación norteamericanos, haciéndonos ver que a menudo nuestros comportamientos están controlados por los códigos dictados por los mass media, hasta el punto de que nuestras experiencias en ocasiones se limitan a la imitación de clichés asentados en nuestra memoria.

La producción de Kruger parte de los estereotipos relacionados con los procesos sociales de integración o exclusión y los de dominación o autoridad, en particular los vinculados a la mujer, para llamar nuestra atención sobre ellos sirviéndose de lugares comunes del lenguaje. Ha contribuido significativamente al desarrollo del arte conceptual, la semiótica y la creación feminista en las últimas tres décadas.