Cuando decimos que lo esencial es invisible a los ojos no nos referimos solo a cosas bellas. No podemos verlos, pero el 99% del tráfico de Internet, datos que circulan a una velocidad prácticamente imposible de aprehender, nadan a través de cables que recorren los fondos marinos. Están elaborados con delgados hilos de vidrio capaces de transportar enormes volúmenes de información de uno a otro extremo del globo, contra lo que pudiera aparecer son relativamente económicos y se basan en los mismos principios que la Teoría de la complejidad y del Pensamiento Complejo: interconectividad, dinamismo, fluctuación, descentralizamiento, no linealidad…
A la hora de referirnos a estas redes no podemos emplear ya los términos propios de la cartografía geográfica, sino un nuevo lenguaje, el característico del nuevo network o pensamiento en red, que hoy se ha extendido a la mayor parte de los campos del conocimiento, desde la genética a las telecomunicaciones pasando por los sistemas eléctricos y las rutas de transporte. En definitiva, como lo fueron los cables hasta hace un par de décadas, las redes son hoy estructuras omnipresentes en un mundo, al menos de momento, global. Entre sus defectos figuran las lagunas en seguridad; entre sus indudables virtudes, las posibilidades de autonomía, flexibilidad y colaboración que ofrecen.
Pizarro ha buscado representar la cartografía marina de redes invisibles por las que transita información alrededor del planeta
Sobre estos asuntos ha reflexionado la artista madrileña Esther Pizarro, que ha convertido la ciudad y nuestra forma de movernos, real y virtualmente, en el centro de sus investigaciones. Becada por la Fundación Pollock-Krasner de Nueva York, la Academia de España en Roma y el Colegio de España en París, en sus últimos proyectos ha trabajado en la proyección visual de la movilidad y conectividad entre ciudades, los sistemas urbanos policéntricos y la datificación a partir de perfiles urbanos, y también ha estudiado las nuevas posibilidades de nuestra relación cambiante con la naturaleza.
Hasta el 28 de enero, presenta en la Galería Ponce + Robles de Madrid Liquid mapping :: connected to…, una instalación en la que ha buscado representar esa cartografía marina de redes invisibles por las que transita información alrededor del planeta. Para materializar semejante empresa, Pizarro ha partido de los límites geográficos del territorio de nuestro país, filtrando los datos que históricamente han posibilitado que estemos conectados con el resto del mundo a través de Internet.
Realizado ese estudio, estableció una comparativa relacional entre la geografía española y la del resto del globo utilizando un diagrama líquido y tridimensional. Sirviéndose de la información obtenida en TeleGeography, una base de datos mundial que actualiza los mapas de cables submarinos en todo el mundo, y contrastando su información con otros recursos similares, filtró todos los datos y gráficos relativos a la implantación del cable submarino en España en función del año de implantación, la longitud de cable construido, los landing points y coordenadas geográficas y el nombre de los cables, para comparar los resultados con los de otros países.
A la hora de trasladar esta propuesta al espacio expositivo de Ponce + Robles, un propósito tan artístico como didáctico, concibió una gran instalación de tubos de cable electroluminiscente de distintos colores (atendiendo a su año de implantación) dispuestos horizontalmente y a distintas alturas sobre el suelo de la sala. Esos tubos dibujan tridimensionalmente el trazado subacuático de los veintiún cables submarinos que conectan nuestra geografía con el resto del planeta. Los implantados en un mismo año poseen un color similar y están construidos con un tubo de vidrio transparente por donde circula una línea de luz.
La instalación de suelo se conecta a la esquina de la galería a través de un conducto que alberga todos los cables de colores para distribuirse por el plano vertical de la sala y generar en ese recorrido una “línea del tiempo” del crecimiento de este mapa de conectividad. Cada cable va a parar a su correspondiente año de implantación y alimenta una pantalla lumínica, donde separadamente del conjunto geográfico se descontextualizan los cables construidos en ese año.
Finalmente, una docena de pantallas representan los años en los que ha habido actividad en la construcción de cables submarinos en nuestro país y construyen la línea temporal que recorre las tres paredes de la galería, estableciendo una continuidad visual en el conjunto. Por último, un paisaje sonoro de cables subacuáticos envuelve al resto introduciendo al espectador en una escenografía que nos resulta marina, atractiva y digna también de asustar.
Si estos cables acuáticos fallan, las consecuencias serán muy terrenas.
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