Es posible conjugar crítica social y política, sutileza y humor: son los ingredientes de buena parte de la producción del artista malagueño Rogelio López Cuenca, que se sirve de imágenes tomadas de los medios de comunicación o de la esfera cotidiana para plantear a partir de ellas relecturas irónicas, ácidas pero no exentas de poesía, en las que enlaza su trabajo plástico con referencias literarias o ligadas a las ciencias sociales y da una importancia fundamental al lenguaje, de hecho él se inició como creador en la escritura de poemas. En algunas de sus obras la palabra es el único elemento presente, es el caso de sus collages de letras.
Ampliando nuestra noción de lenguaje al de código de comunicación, este también se hace presente en su obra a través de signos presentes en nuestra vida diaria, como las señales de tráfico, que son símbolo para Cuenca de lo social y lo que todos compartimos, porque al fin y al cabo lo que da sentido a todo lenguaje es ser entendido por un grupo.
En sus proyectos, estas señales, como las vallas, las pegatinas o el vídeo, no son, sin embargo, meros medios transmisores de mensajes: entiende López Cuenca que ningún recurso formal debe ser gratuito, sino formar parte del significado de las piezas. Nos damos cuenta de hasta qué punto enlazamos, en la vida cotidiana, soportes y mensaje cuando en las propuestas del artista las vallas publicitarias o los avisos de tráfico nos proporcionan informaciones distintas a las habituales y nuestros mecanismos a la hora de leerlos e interpretarlos necesariamente varían, rompiendo el maleficio del automatismo y deteniéndonos a pensar. Ocurre lo mismo al presentar ciertos trabajos en determinados contextos expositivos.
Precisamente empleando los códigos comunicativos y lingüísticos de los medios de masas (medios dominantes), nos sorprende el malagueño cuestionando creencias sociales y culturales tan asentadas como sus mensajeros, que en principio nunca nos incitarían a repensarlas. Podríamos decir que López Cuenca practica a menudo esa complicada maniobra de criticar aquello de lo que se apropia, de algún modo, mirar el diente al caballo “regalado” –y descontextualizado- , y en un giro más, conceder nuevos e irónicos significados a eslóganes publicitarios y logotipos con los que convivimos. Entonces llega el hallazgo: paradójicamente, esas lecturas creadas, de nuevo cuño, pueden ayudarnos a entender en profundidad su verdadero sentido original, quizá más perverso de lo pensado, o más divertido o agresivo. Del mismo modo que queda abolida la unidireccionalidad de los mensajes, el artista tampoco pretende que los de sus trabajos tengan una única lectura: son posibles no solo las conclusiones diferentes, también las contradictorias.
Como podéis imaginar, los centros expositivos no son el escenario prioritario que utiliza para la presentación de sus trabajos: muchos de ellos los lleva a cabo en la calle, con objeto de que lleguen a un público general y de que, intencionadamente, no sean percibidos como propuestas artísticas sino como verdaderas llamadas a la reflexión en un entorno cotidiano y accesible.
Desde hoy y hasta el 6 de noviembre, la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid presenta “Los bárbaros”, una selección de trabajos de López Cuenca fechados desde los noventa hasta hoy. En ellos se refiere al turismo de masas, la emigración y las fronteras geopolíticas, algunos de sus temas frecuentes de investigación tanto en exposiciones como en publicaciones, cursos, talleres, intervenciones en espacios públicos urbanos o en Internet, a través de Malagana.
La exposición se ha concebido como una obra en su conjunto e incluye una relectura de proyectos como No/W/Here (1998), El Paraíso es de los extraños (2001), Al Yazira Al Ándalus (2001), Walls (2006) y Le Partage (2008), en los que analizaba lo que se oculta tras los informativos televisivos y los mensajes publicitarios, y, sobre todo en el caso del segundo trabajo, nuestra forma de mirar y entender el mundo oriental y la cultura musulmana.
Además, se presenta uno de sus trabajos en proceso, concretamente el que se inició con el taller Tras las huellas de la ciudad inconsciente, realizado en la Sala El Águila el pasado mayo dentro del programa Madrid 45. Aquella acción, concebida por un colectivo de investigadores y artistas, estudió las huellas del colonialismo español en la estatuaria pública madrileña y se relaciona con otros trabajos colectivos que López Cuenca ha dirigido en Europa y América Latina vinculados a la crítica del arte público y las manipulaciones de la historia.
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