Las flores y los retratos de Imogen Cunningham

La Fábrica muestra quince de sus fotografías

Madrid,

Hace casi cuatro años pudimos adentrarnos en su obra gracias a la Fundación Mapfre, que le dedicó una retrospectiva en Madrid, y a partir de mañana y hasta el 19 de febrero tendremos ocasión de contemplar en La Fábrica Galería una quincena de retratos e imágenes de flores en blanco y negro de Imogen Cunningham, pionera de la fotografía moderna en Estados Unidos que durante cerca de setenta años indagó constantemente en las posibilidades que podían ofrecer las nuevas técnicas, evolucionando desde sus comienzos pictorialistas, comunes a los de tantos fotógrafos de su tiempo, hasta sus desnudos poéticos e intimistas y los retratos por los que quizá es hoy más conocida, muchos tomados para Vanity Fair.

La exposición de La Fábrica, la primera que presenta esta sala en 2016, coincide con el cuarenta aniversario del fallecimiento de la artista y está formada por obras fechadas entre las décadas de los veinte y los cuarenta, siempre en blanco y negro y representativos de dos de los géneros que con más frecuencia abordó: flores y retratos.

Cunningham se formó en química, tuvo su primera cámara en 1906 y, junto a Edward Weston y Ansel Adams constituyó en los años treinta el colectivo f/64 que, aunque tuvo vida breve (solo tres años), sí resultó influyente por su defensa de de una fotografía nítida y clara marcada por su profundidad de campo.

Interesada por la luz natural más que por cualquier otro método, sus estudios le condujeron, por esa razón de forma natural, hacia la botánica y captó con ahínco y constancia motivos florales y jardines desde una óptica absolutamente moderna: composiciones delicadas en las que jugó con maestría con luces y sombras y en las que las formas vegetales quedaban reducidas a formas simples y elementales. Las calas, los cactus y los aloes fueron sus especies predilectas.

Imogen Cunningham. Flores/retratos
Imogen Cunningham. Flores/retratos

 

Titulaba estas imágenes con los nombres científicos de las plantas, y en realidad gracias a ellas obtuvo su primer reconocimiento: su serie Pflanzenformen fue uno de los trabajos más admirados en la exposición “Film und Foto” que organizó la Werkbund de Stuttgart en 1929.

En cuanto a sus retratos, a los que realizó de amigos y familiares hay que añadir los de celebridades de su tiempo, fundamentalmente artistas y escritores, que lograron llamar la atención de Vanity Fair, publicación para la que trabajó. Buscó captar el fondo psicológico de sus modelos, dejando a un lado distracciones accesorias, y dotaba a estas obras de una atmósfera relajada. Se esforzó en combinar geometría y sensualidad y frente a su objetivo estuvieron, por ejemplo, el pintor Morris Graves, la campeona de esgrima Helene Mayer, la modelo Phoenix, la artista Ruth Asawa o, en más de una ocasión, Frida Kahlo.

Precisamente su último proyecto, en el que se encontraba inmersa cuando falleció en 1976, era una compilación de retratos de ancianos que, como ella entonces, habían superado la barrera de los noventa.

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